ENTREVISTAS

«Es mejor llegar con la verdad a 2.000 espectadores, que mentir a millones»

Fotografía

JJ Redington/Buzzfeed
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09
marzo
2020

Fotografía

JJ Redington/Buzzfeed

Siempre fue un tipo inquieto. Ya cuando estaba en la universidad fundó un grupo teatral, Actor’s Gang, para representar textos de Bertolt Brecht. A lo largo de cuatro décadas, Tim Robbins (California, 1958) ha cosechado innumerables éxitos, entre ellos un Oscar (mejor actor de Reparto por ‘Mystic River’) y dos Globos de Oro (uno por la misma obra y categoría que la dorada estatuilla y el otro por su papel en ‘The Player’). Además, ha actuado en un buen número de películas magistrales (‘Cadena Perpetua’, ‘La vida secreta de las palabras’, ‘Vidas cruzadas’, ‘Jungle fever’…), ha dirigido un par de largometrajes (‘Ciudadano Bob Roberts’) y obras de teatro (‘1984’), e incluso producido algunos documentales en los que él mismo trabajaba. Por si faltara algo en su haber, también metió un pie en la música y grabó un disco, ‘Tim Robbins and the Rogues Gallery Band‘, nueve canciones de corte folk que presentó con su banda en España en la sala Caracol. Más allá de su carrera profesional, su implicación en causas sociales le valió ser una de las bestias negras de la administración Bush. Milita en el Partido Verde, se solidariza con las víctimas de los atentados que sacuden al mundo y reclama atención para los enfermos de sida de países olvidados. En el pasado Festival de Venecia presentó su documental ’45 seconds of laughter’ (’45 segundos de risa’, bautizado así en alusión al ejercicio con el que finaliza los talleres de interpretación que imparte desde hace años en distintas cárceles), simultáneamente al estreno de su provocador papel en ‘Aguas oscuras’, el filme de Todd Haynes sobre la batalla judicial contra la compañía química DuPont por envenenar a miles de personas con productos tóxicos. En ella, Robbins encarna a Tom Terp, uno de los altos ejecutivos de una poderosa firma legal que decide colocarse del lado más luminoso de la ley.


Aguas oscuras está basada en hechos reales. Los personajes –el tuyo incluido– no son creaciones, sino personas de carne y hueso. ¿Cómo preparaste esta interpretación?

Tuve una intensa conversación con Tom Terp, la persona a quien interpreto. Grabamos esa conversación y la vi una y otra vez para poder fijarme en sus gestos, para asimilarlos. Así aprendí a hablar como él, pero también entendí qué era lo que le movió a hacer lo que hizo. Lo que me atrajo del papel fue precisamente eso. Me resultó una persona muy interesante porque su comportamiento es sorprendente, no responde a lo que uno puede esperar de un alto ejecutivo de un bufete de abogados de esas características. Me intrigaba su proceder, por eso quise hablar con él, para poder preguntarle cuáles fueron sus razones. Me impactó que él me dijera que, sencillamente, todo pasaba por decidir qué era lo que estaba bien y lo que estaba mal, y hacer lo que era moralmente correcto.

La compañía química DuPont contaminó durante décadas el agua que tomaban los habitantes del valle del río Ohio, a su paso por Parkersburg (Virginia Occidental), con un químico llamado C8, utilizado en la manufactura del teflón. ¿Conocías la historia?

Sí, estuve al tanto del caso cuando saltó la noticia. Mis hijos eran muy pequeños y recuerdo que me deshice de todo cuanto tenía con teflón en casa, alfombras incluidas. No quería que mis hijos gatearan sobre elementos que podían ser peligrosos. Gracias a esta película pude agradecer públicamente a Rob Bilott lo que hizo, porque su comportamiento permitió que la vida de mis hijos, y la de otros miles de niños, fuera más saludable. Este hombre es un verdadero héroe. Todo el mundo habla de superhéroes, pero Rob Bilott es un ejemplo viviente de ello: alguien que se enfrenta al sistema, que arriesga su vida profesional, un hombre al que no desanimaron los problemas, ni los obstáculos, ni las amenazas que recibió. Lo que hizo es algo que me inspira enormemente. Por eso espero que esta película reciba la atención que se merece. Todd Haynes ha hecho un trabajo asombroso. Mark Ruffalo, el protagonista, está excelente, y qué puedo decir de Bill Camp y Anne Hathaway… Espero que genere debate social, porque hay que hablar sobre esto. Es algo que ocurrió hace quince años y ya se ha olvidado, pero siguen vendiendo teflón que sigue liberando partículas tóxicas en el aire. Tal vez esta película nos ayude a tener conciencia sobre nuestro derecho a tener agua limpia, aire limpio y alimentos no contaminados. ¿Es tanto pedir? No es una cuestión política, va más allá de nuestra ideología, porque todos tenemos derecho a la salud. Esos componentes químicos no pueden no estar regulados porque son muy peligrosos y no sabemos demasiado sobre ellos. Ojalá gracias a Mark Ruffalo y a esta película se retome el debate.

¿Con cuántos héroes reales más te has topado?

Me he topado con mucha gente con actitudes heroicas. Conocí personalmente a Mandela. Almorcé con él y mantuvimos una larga conversación. También de joven conocí a personas que fueron para mí un ejemplo, como Harry Belafonte o Paul Newman. Los dos entendieron que la fama era algo más que recibir aplausos y dinero, que implicaba una responsabilidad. Si tienes la oportunidad de denunciar una injusticia, debes hacerlo aunque te genere problemas. Con más razón si eres famoso.

«Me encantaría que hacer cine de denuncia se convirtiera en una misión»

Cuando te ofrecieron participar en esta película, ¿te preocupó que no le interesara al público o que fuese demasiado incendiaria?

Esos riesgos siempre están presentes en un rodaje. Leí el guion y sentí que había que contar esto. Supe que no era fácil, por eso me parece que Todd Haynes hizo un trabajo maravilloso a partir de una historia que podía haberse convertido en algo pesado y farragoso. Encontró la humanidad justa y la tensión de ciertas películas próximas a este género como Todos los hombres del presidente o Silkwood. Ha logrado un resultado apasionante.

¿Qué ocurrió después del juicio con el bufete de abogados que se enfrentó a DuPont?

Creo que el bufete tuvo problemas financieros durante un tiempo, pero Rob Bilott alcanzó un acuerdo por 180 millones de euros. Aparece en los créditos finales. Así que no creo que Taft Law perdiese dinero.

¿Qué piensas de ese tipo de acuerdos? Al fin y al cabo, es dinero en vez de cambios en las leyes que protejan a la gente…

Creo que son positivos, porque al final ayudan a regular ese tipo de situaciones que causan la muerte de muchas personas. Que el coste de determinadas políticas empresariales sea alto también es un buen regulador. A veces no hay otro camino que el económico. ¿Cómo recurres a la moralidad frente a alguien que niega que su comportamiento tiene consecuencias trágicas? Los ejecutivos de esta empresa química tendrían que reconocer el hecho de que estuvieron envenenando –deliberadamente– a millones de personas en todo el mundo. ¿Quién hace eso? Quizá en público no, pero me gustaría saber cómo se levantan cada mañana con ese peso. En este momento, hemos montado una adaptación teatral de 1984, la obra de Orwell, con el Actor’s Gang. En ella se juega con el concepto de la disociación: ¿cómo se sostienen en una misma cabeza dos razonamientos contradictorios? En nuestro país hay gente que causó la muerte de miles de personas en Iraq, gente cuyas acciones han originado una crisis de refugiados que aún no se ha resuelto. Ninguno de ellos está en la cárcel, ninguno de ellos se ha disculpado públicamente. Todo lo contrario, han recibido medallas de honor y ascensos.

¿En qué medida hacer películas como ‘Aguas oscuras’ es parte de un compromiso social?

No tengo duda alguna de que lo es. Como te comenté, espero que esta película abra un debate capaz de conseguir que se regulen estos componentes químicos tan peligrosos. La única razón por la que no lo están es porque no hay suficiente gente informada acerca de sus peligros. Si la gente lo supiese, los químicos estarían regulados, por que la gente lo exigiría. «Hay veneno en el aire, hay veneno en el agua, hay veneno en la comida y, cuando nos enfermamos, tenemos que pagar a las empresas farmacéuticas para que nos curen», dice Mark Ruffalo en la película. Es horrible lo que está pasando. Y ese es el poder que tiene el cine. Obviamente, la prensa tiene que ayudar, porque, créeme, las compañías químicas no quieren que Aguas oscuras sea un éxito de público. Es más, han creado un sitio web para desacreditarla diciendo que la película está plagada de mentiras, que Hollywood trata de arruinar a las industrias en Ohio y que dejarán a la gente sin trabajo. Están haciendo lo imposible para que la película no se vea o no tenga repercusión. Lo mismo ocurrió con Spotlight: nadie hablaba de esa cinta hasta que la prensa le prestó atención y eso sirvió para generar un cambio. Es algo que sucede con el cine. En los 70, casi todas las películas denunciaban injusticias, pero ahora eso casi no ocurre. Me encantaría que hacer cine de denuncia se convirtiera en una misión. Ojalá que la gente que vea esta película anime a sus amigos a verla. Estamos luchando contra un monstruo que no se rendirá fácilmente.

tim robbins

Tus hijos han crecido con el ejemplo del fuerte compromiso social y político de sus padres, tanto el tuyo como el de su madre, Susan Sarandon. ¿Eso los ha condicionado en su manera de mirar y de vivir en el mundo actual?

Tienen su propia forma de hacerlo. Estoy muy orgulloso de mis tres hijos. Miles trabajó en la película Daniel isn’t real y obtuvo el premio al mejor actor en el Festival de Sitges. Fue maravilloso, es un gran actor. Estuve hace muy poco en un festival con mi otro hijo, Jack, porque soy el productor de una película que escribió y dirigió, VHYes. Es excelente, rara y muy divertida. Mi hija mantiene un blog sobre maternidad y es una formidable escritora. Lo bueno de ser padre es que, una vez que has hecho el trabajo duro, vas viendo lo que tus hijos hacen con sus vidas. Uno tiene que guiarlos de tanto en tanto –si te lo piden–, pero la mayor parte del tiempo soy un espectador. Cuando eran niños y los llevaba a sus partidos de béisbol, me sentaba a verles jugar. Ahora sucede algo parecido. Los ayudo en todo lo que puedo, por eso he sido el productor de la película de Jack, pero en el plató él era el director. Y, aunque muchas veces se me ocurrían cosas como director que soy, me callaba, porque sabía que no tenía que decir nada. Lo maravilloso es que esas mismas cosas que me venían a la cabeza se le ocurrían después a él.

A principios de los noventa, dirigiste una comedia satírica, ‘Ciudadano Bob Roberts’, sobre una figura del entretenimiento, rica e ignorante, que se postulaba a presidente…

… a quien le gustaban las chicas que participaban en concursos de belleza…

… y, en una entrevista reciente con el New York Times, dijiste que Bob Roberts se había hecho realidad.

Hice la película como advertencia sobre cómo la política podía volverse frívola si no se cimentaba en la verdad. También denunciaba los riesgos de que la imagen tuviera más peso que la sustancia y el poder de los medios para crear una buena imagen de alguien, aun cuando su pasado sea controvertido y claramente plagado de errores. Eso es exactamente lo que ocurrió con Trump. Se convirtió en candidato gracias a esta delirante fascinación que tenemos con los reality show y con los famosos. Fue la prensa la que le creó, a él y a su candidatura. Por eso es que dije que Bob Roberts había regresado y se había convertido en real.

Trump decidió retirarse del Tratado de París. ¿Qué opinas al respecto?

Estamos en invierno y hace 30 grados. Esa es mi respuesta. Estoy escribiendo un guion sobre esto, que será mi manera de hablar del tema. Si hay una persona en el mundo que no necesita más atención es Trump.

«Si tienes la oportunidad  de denunciar una injusticia, debes hacerlo aunque te genere problemas»

¿Cómo describirías el momento actual que vives como actor?

Hace unos diez años decidí que no quería seguir siendo famoso, algo aparentemente imposible. Dejé de asistir a eventos sociales. No fui más a fiestas, premieres, presentaciones. Nada. Pero empecé a ir regularmente a mi teatro, al Actor’s Gang. Allí me concentré en trabajar, en experimentar, en hacer seminarios, ya que es un laboratorio de ideas y de actividades. He pensado mucho últimamente sobre Robert Altman, un verdadero genio del cine y un héroe personal. Recuerdo que, durante la preproducción de El juego de Hollywood, la gente venía y le preguntaba qué pensaba de esto, qué pensaba de aquello. Le pedían su opinión sobre vestuario o sobre lo que fuese. Y él respondía a todos lo mismo: «No lo sé, ¿tú qué opinas?». Yo sé que él sabía cuál era la respuesta, pero forzaba a su equipo a pensar y a crear. Se lo pregunté y me confirmó que así era, y me comentó que actuaba así porque ellos podían tener una idea que él no hubiese contemplado y no quería sentir que la película era solamente suya. Tenía muy en cuenta que el ego podía anteponerse a la creatividad. Me acuerdo siempre de esas conversaciones que tenía con Bob y por eso sé que, cuando estás creando –ya sea una película, una novela o un personaje–, es importante controlar tu ego y poner los pies en la tierra, porque el mejor trabajo es el que surge del desconocimiento: no hay mucha creatividad cuando alguien entra en un cuarto diciendo que lo sabe todo. Estos últimos diez años han consistido en eso. Han sido una fase dedicada a explorar, a actuar delante de dos mil personas o a interpretar El sueño de una noche de verano en un viejo anfiteatro romano en Lyon bajo una luna llena. O ir a China con Arlequino, una obra de teatro en la que el protagonista es arrestado. La representamos en Shanghái y estaba nervioso porque la obra era un desafío al Gobierno. Honestamente, no entendí por qué nos dejaron hacerla… Es una obra que habla sobre la censura y la audiencia en Shanghái aplaudió en solidaridad con ese personaje que no la acepta. Después la llevamos a Pekín. Confieso que cada vez que representamos esa escena principal, me doy cuenta de que ese es el poder que tiene una celebridad, que le permiten hacer cosas así en lugares impensables. Estoy muy agradecido porque en esta última década aprendí algo fundamental: es mejor llegar con la verdad a esos dos mil espectadores en Shanghái, que mentir a millones. Por eso ahora estoy preparado para lo que sea, para contar cualquier historia que valga la pena. Me siento muy seguro de mí mismo, pero siento que esta industria ha cambiado tanto en la dirección opuesta, que voy en el sentido correcto.

¿Qué significa el oficio de actor?

Hago este trabajo dentro de prisiones. Enseño la commedia dell’arte en las cárceles y le tocamos el corazón a mucha gente que pasa por momentos difíciles. Vamos siempre a por los presos más complicados, no nos interesan los que tienen buen comportamiento. Buscamos a los que gritan, a los conflictivos. En las prisiones, cada grupo racial y social se organiza de manera aislada al resto, pero nosotros los metemos a todos en un mismo cuarto, organizamos juegos teatrales y diferentes tipos de ejercicios. Poco a poco, logramos que expresen sus emociones a través de personajes. Se ponen maquillaje, que no deja de ser una máscara que les protege para expresar emociones que nunca mostrarían dentro de la prisión. Sin embargo, en este cuarto lo pueden hacer. Cuando me preguntas sobre qué es para mí ser actor, pienso en ellos, en la valentía que hace falta para atreverse a hacer estas cosas. Pienso en un ejercicio que hacemos en el que los invito –mientras interpretan sus personajes– a asistir al funeral de uno de ellos. Le pido a cada uno que tome una flor y la ponga en su tumba, y que digan algo para despedirle. Lo hacen sin rechistar y, en ese momento, la tristeza se apodera de ellos. Todos han ido a ese tipo de funerales; o peor, no han podido ir al de su madre, de su hermana, de su hermano, porque están en prisión. Una vez que han colocado una flor y han dicho adiós, les pido que se miren entre ellos. Ese es el momento en el que todo cambia, porque se miran a los ojos y se establece una conexión especial. Ven a un ser humano, y también las lágrimas en los ojos de quien antes era su enemigo. Ellos también tienen los ojos vidriosos. Cuando eso ocurre, ya no hay vuelta atrás, porque han compartido una experiencia común, y entonces les invito a que se consuelen mutuamente. Cuando ves a estos hombres abrazándose, te das cuenta de que la actuación es verdad, porque te permite liberar las emociones que todos deberíamos tener. Deberíamos hacerlo de manera habitual. Es muy saludable ser honestos con nuestras emociones.

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