Pensamiento

5 claves del epicureísmo

Evitar lujos innecesarios, entender qué placeres nos hacen bien, evitar el dolor y rodearnos de las personas adecuadas son algunas de las enseñanzas de Epicuro para gozar de una vida plena y feliz.

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27
febrero
2025

¿Es lo mismo el placer que la felicidad? ¿Qué placeres nos hacen verdaderamente felices? Hace más de dos mil años, Epicuro (341-270 a.C.) ya intentó responder a estas preguntas desde un jardín a las afueras de Atenas, donde fundó una escuela filosófica abierta a todas las personas, incluidas mujeres y esclavos. Nacido en Samos, bajo dominio ateniense, Epicuro se trasladó a Atenas y fundó El Jardín en el 306 a.C. La expansión de Macedonia había puesto fin a la independencia de las ciudades-estado griegas, y la muerte de Alejandro Magno en el 323 a.C. sumió a Grecia en una etapa de inestabilidad. Como señala José Vara en la introducción a las Obras completas de Epicuro, «el hombre coetáneo de Epicuro adolece de dos males: los consustanciales a la triste condición humana, interiores o espirituales, y los coyunturales, externos o materiales».

En este contexto de incertidumbre surgieron diversas escuelas filosóficas, entre ellas el epicureísmo. A diferencia de otras corrientes que promovían la participación política, Epicuro centró su filosofía en la búsqueda de la felicidad a través del placer, pero lejos de una visión hedonista. ¿Qué enseñanzas suyas siguen vigentes hoy?

Liberarnos de lo que nos atormenta

Epicuro observa que los seres humanos sufren física y emocionalmente. ¿Cómo hacer frente a este dolor? El filósofo Daniel López Salort explica que, para Epicuro, las sensaciones son parte esencial del conocimiento: no se pueden negar ni desconfiar de ellas, pero es necesario razonar sobre ellas e identificar las fuentes de placer y de sufrimiento.

Para Epicuro, el temor a la muerte, a los dioses y al futuro son las principales causas de la falta de serenidad (ataraxia). Por ello, explica que estos miedos no tienen razón de ser. No tiene sentido temer a la muerte porque «cuando existimos, la muerte no está presente y cuando la muerte está presente, no existimos». Tampoco es razonable temer a los dioses, ya que, para él, no intervienen en los asuntos humanos, ni temer al futuro o la falta de bienes, pues una actitud adecuada puede protegernos de estos temores. Respecto a la política, Epicuro prefiere centrarse en las relaciones más cercanas para preservar la tranquilidad.

Mientras otras corrientes de pensamiento promovían la participación política, Epicuro se centró en la búsqueda de la felicidad a través de la serenidad del alma.

Disfrutar del placer con ética

Una vez que nos hemos liberado de los miedos y perturbaciones innecesarias, podemos enfocarnos en lo que realmente nos proporciona placer y bienestar. ¿Qué significa exactamente placer para Epicuro? El placer, por sí solo, no nos libra del dolor si no comprendemos qué nos hace verdaderamente felices a largo plazo. Para Epicuro, la felicidad no es fugaz ni se limita a momentos aislados, sino que debe ser duradera. Por eso, aunque su filosofía suele confundirse con el hedonismo, su visión del placer es muy distinta. Como él mismo explica: «cuando afirmamos que el gozo es el fin primordial, no nos referimos al gozo de los viciosos ni al placer desmedido, como creen quienes nos interpretan mal, sino a la ausencia de sufrimiento en el cuerpo y de perturbación en el alma».

Epicuro, siguiendo la distinción que recoge López Salort, diferencia dos tipos de placer: los duraderos y los que surgen de estados de alegría momentáneos. Para alcanzar una felicidad auténtica, debemos elegir aquellos placeres que nos benefician y evitar los que nos esclavizan o que puedan tener consecuencias negativas. ¿De qué sirve una borrachera si al día siguiente tenemos una resaca que no nos deja movernos de la cama? ¿Vivir entre estos excesos nos hará realmente más felices? Necesitamos discernir qué placeres contribuyen, de verdad, a nuestro bienestar y, del mismo modo, identificar qué esfuerzos merece la pena hacer para llevar una vida más satisfactoria.

Epicuro: «Cuando existimos, la muerte no está presente y cuando la muerte está presente, no existimos»

Desear lo que nos hace bien

En esta relación entre el placer y la felicidad hay un elemento clave: los deseos, es decir, el motor que nos impulsa a buscar el placer. Epicuro advierte que no siempre es recomendable satisfacerlos: «La satisfacción de los deseos es cosa buena, porque elimina la razón de la inquietud, pero a veces es mejor no acceder a su impulso si esa satisfacción, buena en sí, es fuente de otras perturbaciones superiores a la producida por su insatisfacción».

En el epicureísmo, existen tres tipos de deseos: los naturales y necesarios, los naturales y no necesarios y aquellos que no son ni naturales ni necesarios. Así, una vez satisfechos los deseos básicos del cuerpo, como el hambre, la sed o la necesidad de abrigo, podemos enfocarnos en otros placeres más elevados. Epicuro nos invita, de este modo, a satisfacer los deseos naturales y necesarios, a moderar los naturales pero no necesarios y a descartar aquellos que no nos aportan nada bueno. El secreto de una vida libre de dolor físico o espiritual es, al fin y al cabo, no perseguir metas como el lujo, la lujuria, el poder o la inmortalidad.

Cultivar la amistad y las relaciones humanas

Aunque el epicureísmo se aleja de la política, no lo hace de las relaciones humanas y de la vida comunitaria. Como explica José Vera, este movimiento concibe la amistad como una forma de acceder a la paz y a la seguridad. Epicuro valoraba profundamente las relaciones personales y este sentimiento era compartido por quienes le siguieron, que no consideraron la amistad como un ideal teórico, sino que la practicaban en su vida cotidiana. En este sentido, el Jardín de Epicuro se convirtió en algo más que en una escuela de filosofía, era una comunidad que compartía sus vidas.

Desde esta perspectiva, la amistad es más valiosa que la riqueza o el poder, se basa en la confianza y el apoyo mutuo y ayuda a enfrentar los desafíos de la vida con mayor serenidad. Por eso, una vida sin redes amigas resulta incompleta para el epicureísmo. En una sociedad cada vez más individualista, su mensaje sigue vigente: cultivar relaciones auténticas es esencial para una vida plena.

Epicuro: «A veces es mejor no acceder a su impulso si esa satisfacción, buena en sí, es fuente de otras perturbaciones superiores a la producida por su insatisfacción»

Buscar la serenidad a cualquier edad

Epicuro sostiene que la búsqueda de la felicidad y la verdad no tiene edad ni momento ideal, sino que debe ser un ejercicio continuo a lo largo de la vida. La prudencia y la austeridad no son meras restricciones o sacrificios, sino herramientas esenciales para alcanzar un placer auténtico y duradero. Vivir bien implica tomar decisiones con sabiduría, evitando excesos y aprendiendo a distinguir entre lo que realmente necesitamos y lo que nos esclaviza con deseos superfluos.

Este aprendizaje es constante, ya que el ser humano está en un proceso de transformación permanente. Como él mismo explica en la Epístola a Meneceo: «ni por ser joven demore uno interesarse por la verdad ni por empezar a envejecer deje de interesarse por la verdad. Pues no hay nadie que no haya alcanzado ni a quien se le haya pasado el momento para la salud del alma. Y quien asegura o que todavía no le ha llegado o que ya se le ha pasado el momento de interesarse por la verdad es igual que quien asegura o que todavía no le ha llegado o que se le ha pasado el momento de la felicidad».

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