Sociedad

Lo estrafalario según Susan Sontag

En su ensayo ‘Notas sobre lo camp’, la escritora y filósofa estadounidense desarrolla qué es lo «camp», una tendencia que pone en jaque la diferencia entre alta y baja cultura.

¿QUIERES COLABORAR CON ETHIC?

Si quieres apoyar el periodismo de calidad y comprometido puedes hacerte socio de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año a partir de una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos).

COLABORA
03
diciembre
2024

Antes de que tengan nombre, las cosas ya vienen sucediendo. En el arte ocurre exactamente así. Un fenómeno, un movimiento o una tendencia se desarrolla durante un tiempo, alguien extrae unas características comunes y le otorga una denominación, aunque la tarea no parezca fácil. La filósofa y escritora Susan Sontag (1933-2004) lo hizo con lo «camp», una tendencia que describió como «espíritu de la extravagancia». Lo «camp» significa el gusto por el artificio, la exageración, el exceso, lo estrafalario, lo tradicionalmente tildado como hortera o recargado. Las referencias se remiten al surgimiento de esta estética del exceso en el Versalles del siglo XVII, con sus extravagantes pelucas, su intenso maquillaje y sus formas rococó. Sin embargo, no fue hasta principios del siglo XX cuando su influjo encontró nuevos caminos.

Y es que en Estados Unidos, durante los años 60 emergieron distintas formas artísticas con este espíritu kitsch, atribuidas a la integración de la cultura LGTB (fundamentalmente la gay) y muy vinculadas a la visibilización de realidades denigradas hasta el momento. El travestismo, el juego con la masculinidad y la feminidad, se volvía parte de la cotidianidad artística. Por tanto, también conllevaba un espíritu de reivindicación y transgresión de la norma predominante. El humor, la ironía y la teatralización se ponían de manifiesto como una performatividad del género. Pero la esencia de lo «camp» también se extendió hacia una forma de crear, un gusto estético cargado de simbolismo. Esta tendencia del exceso transpiró hacia la cultura pop, y nombres como Andy Warhol o figuras del diseño como Jean-Paul Gaultier, John Galliano o Marc Jacobs también bebieron de ella.

Lo «camp» también conllevaba un espíritu de reivindicación y transgresión de la norma predominante

En el ensayo Notas sobre lo «camp» (incluido en el libro Contra la interpretación) Sontag mostraba sus contradicciones hacia este fenómeno: «Me siento fuertemente atraída por lo “camp”, y ofendida por ello con intensidad casi igual». Algunos ejemplos que la escritora tildaba como extravagantes recorrían desde El lago de los cisnes o las óperas de Vincenzo Bellini, hasta las películas de Scopitone, los tebeos de Flash Gordon, los dibujos de Aubrey Beardsley o las novelas de Ronald Firbank e Ivy Compton-Burnett. Su definición era clara: «El gusto “camp” tiene preferencia por determinadas artes. Vestidos, mobiliario, todos los elementos de la decoración visual, por ejemplo, constituyen buena parte de lo “camp”. Pues el arte “camp” suele ser arte decorativo, que subraya la textura, la superficie sensual y el estilo, a expensas del contenido. La música de concierto, sin embargo, por su carencia de contenido, rara vez es “camp”. No ofrece oportunidades, por ejemplo, para el contraste entre un contenido absurdo o extravagante y una forma rica (…). La crítica cinematográfica (como las listas de “las diez mejores malas películas que he visto”) quizá sea el mayor popularizador del gusto “camp” en la actualidad, pues la mayoría de la gente sigue yendo al cine con alegría y sin pretensiones».

La escritora estadounidense está convencida de que lo bello puede situarse en lo que está alejado de lo refinado

Un punto de interés en el análisis de la escritora estadounidense es la convicción de que lo bello puede situarse en lo que está alejado de lo refinado. «Las experiencias de lo “camp”», afirma, «están basadas en el gran descubrimiento de que la sensibilidad de la alta cultura no tiene el monopolio del refinamiento. El “camp” afirma que el buen gusto no es simplemente buen gusto; que existe, en realidad, un buen gusto del mal gusto». Se trata, por tanto, de encontrar lo atractivo en la ausencia de la perfección estética, incluso en lo grotesco. Esa apariencia cínica de la tendencia esconde una exaltación de la naturaleza humana en todas sus formas, también en los fracasos y en lo que se considera deforme o que no es digno de admiración.

En cualquier caso, Sontag comprendía que la proximidad temporal de las manifestaciones que estaban surgiendo quizá no permitía una comprensión profunda del fenómeno y apelaba al futuro como medidor de su recorrido: «Por supuesto, el canon del “camp” puede cambiar. El tiempo tiene mucho que ver en ello. El tiempo puede realzar lo que hoy nos parece simplemente rígido o falto de fantasía porque estamos demasiado próximos a ello, porque se asemeja excesivamente a nuestras fantasías cotidianas, cuya naturaleza fantástica no percibimos». La escritora no imaginaría que la tendencia ha proseguido hasta la actualidad, aunque a veces no sepamos exactamente cómo identificarlo.

ARTÍCULOS RELACIONADOS

El feminismo que viene

Esther Peñas

Hay que involucrar a los hombres. No hay otro modo posible de conseguir lo que es de justicia.

COMENTARIOS

SUSCRÍBETE A NUESTRA NEWSLETTER

Suscríbete a nuestro boletín semanal y recibe en tu email nuestras novedades, noticias y entrevistas

SUSCRIBIRME