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Cuidar de los alimentos para cuidar la vida en el planeta

Un tercio de las emisiones viene de la producción de alimentos y, aun así, tiramos cada día 1.000 millones de comidas. La agricultura es clave para reconducir este modelo hacia uno más sano para las personas y para el planeta.

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Comer es una de las funciones básicas del ser humano, una de las cuestiones que jamás pueden ser eliminadas de la ecuación. Y, a pesar de ello, todo lo que implica producir esos alimentos que la población se lleva a la boca sigue presentando innumerables retos en áreas como la igualdad de oportunidades y la sostenibilidad. 

La producción de alimentos es una de las actividades humanas que tiene un mayor impacto en el cómputo total de las emisiones. Cerca de un tercio de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero vienen de ahí, según datos de Our World In Data que recoge el Foro Económico Mundial. En paralelo, cada año se tiran a la basura toneladas de alimentos. En 2022 —el año más reciente sobre el que el del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) ha hecho cálculos— se desperdiciaron el equivalente a 1.000 millones de comidas cada día.  

Tener estos datos en la mano es importante, porque la información es el primer paso para tomar mejores decisiones y para poner en marcha proyectos e iniciativas que reconduzcan la situación. Las grandes líneas de actuación que deben seguirse para bajar estos números implican, como recuerda la FAO, apostar por una mejor planificación de las comidas, una compra de alimentación sensible, un mayor respeto por los alimentos, más apoyo a la producción local o, especialmente, una dieta más equilibrada y sostenible. La producción agrícola más respetuosa con el entorno y más responsable es una parte fundamental de la solución del problema. 

Esta solución es también básica para afrontar otros de los grandes desafíos que impactan en la industria de la alimentación, que en los últimos años ha debido asumir una escalada en los costes de las materias primas y una mayor incertidumbre sobre la producción. Desde el campo, se advierte de los efectos de la emergencia climática, de los problemas derivados de la sequía o de la importancia de valorizar y optimizar su trabajo. 

Solo en España se tiran al año 1.170,45 millones de kilos de comida en los hogares

La agricultura global es consciente de todos estos retos y está dispuesta a trabajarlos: la sostenibilidad es la llave para que la alimentación sea mejor desde la tierra a la mesa y el campo está más que dispuesto a trabajar en ello. 

De hecho, las estadísticas demuestran que las personas que se dedican a la agricultura quieren soluciones y, sobre todo, saber qué deben hacer para afrontar los retos y ser mucho más sostenibles y responsables con el medioambiente y con las personas. Según la encuesta Farmer Voice 2024, que ha elaborado Kynetec para Bayer, el 75% de los agricultores ya ha notado los efectos del cambio climático, un fenómeno que les preocupa. Para un 71%, ha bajado el rendimiento de sus cosechas. 

Modernizar para optimizar

Según este estudio, tres cuartas partes de los agricultores quieren adoptar nuevas tecnologías para solucionar estas cuestiones. La apertura de miras no solo llega a la tecnología, sino también a la propia esencia de la agricultura. Más del 90% de los encuestados ya emplea alguna técnica de agricultura regenerativa para optimizar sus campos. 

«Quieren que la innovación les ayude a hacer mejor su trabajo, en un entorno que les permita orientarse cada vez más hacia prácticas regenerativas que fortalezcan la resiliencia de los sistemas alimentarios», sintetiza Rodrigo Santos, presidente de Bayer Crop Science. Y ahí está otra de las claves, porque los agricultores quieren crear un entorno proclive a la unión entre experiencia e innovación. Es decir, quieren compartir conocimientos y aprender de las experiencias de otros para conseguir optimizar resultados y mejorar tanto su huella medioambiental como su aporte a la seguridad alimentaria de sus regiones. 

Es en ese contexto en el que nacen iniciativas como Bayer ForwardFarming, que, como explica en su web, «permite compartir conocimientos sobre agricultura moderna y sostenible». El proyecto parte de una visión holística de la agricultura, en la que todos los eslabones de la cadena pueden aportar valor. Se escucha así al mundo académico, a la sociedad, a la ciencia y, por supuesto, a quienes están trabajando el campo donde se cultivan esos alimentos. El objetivo final es hacer una transición hacia un modelo más sostenible —tanto desde un punto de vista económico y social como medioambiental— de la agricultura. 

Rodrigo Santos (Bayer): «Los agricultores quieren que la innovación les ayude a hacer mejor su trabajo, en un entorno que les permita orientarse cada vez más hacia prácticas regenerativas»

Para ello, se tienen en cuenta tres grandes áreas clave. Una de ellas es la colaboración entre los diferentes actores, uniendo a todas esas voces en un espacio común. Quienes pueden cambiar la alimentación llegan desde puntos muy distintos de la cadena alimentaria, desde el trabajo en el propio campo a la investigación académica en universidades. Sentar a todos ellos a la mesa potencia el diálogo y los avances. 

Otra es el propio cultivo, porque, según explica Bayer, «cada finca es diferente y cada campo es único», y eso importa —y mucho— a la hora de afrontar esta regeneración. Lo que vale para mejorar la sostenibilidad de una granja en el norte de Europa podría no servir, por ejemplo, para lograr lo mismo en el Mediterráneo. Comprender qué se necesita en cada área permite escoger las mejores semillas, las mejores estrategias de protección de cultivos o hasta las herramientas óptimas.  

Finalmente está la salud, que se entiende como algo que concierne tanto a las personas como al medioambiente. La agricultura debe resultar saludable para unos y para otros: no puede contaminar los suelos o reducir la biodiversidad, pero tampoco puede tener un impacto negativo en el bienestar humano. Por eso, esta iniciativa busca asegurar la salud del suelo, de la biodiversidad o de las fuentes de agua. Para ello, se trabaja constantemente en garantizar un uso seguro y responsable de los productos fitosanitarios y reforzar la formación de la cadena alimentaria en estas temáticas.

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