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Sembrar sostenibilidad da sus frutos

El cambio climático presiona a la agricultura, que necesita encontrar fórmulas para enfrentarse a sus retos al tiempo que protege la tierra que labra. La agricultura regenerativa puede ser una respuesta.

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Las ramificaciones de la crisis climática tocan muchas áreas: la agricultura es una de ellas. El 71% de quienes se dedican a la agricultura reconoce que el cambio climático ya tiene «un gran impacto» en el día a día de sus explotaciones, como recoge la encuesta global Farmer Voice, elaborada por Bayer. Para un 73%, las plagas y enfermedades han crecido. En paralelo, y de media, los ingresos agrícolas han caído en un 15,7% en los últimos dos años. 

Encontrar soluciones al problema se convierte, por tanto, en algo crucial. La agricultura quiere ser cada vez más sostenible por una cuestión de responsabilidad, sí, pero también una de supervivencia, lo que la lleva a desarrollar vías más eficientes y respetuosas con el entorno para ser mucho más verdes. Según este mismo informe, el 80% de quienes trabajan la tierra ya está buscando o ha asumido medidas que reducen los gases de efecto invernadero. Usar energías renovables, biocombustibles o buscar semillas que permitan reducir los fertilizantes y fitosanitarios o usar cubiertas vegetales son algunas de las vías preferidas, aunque no las únicas.

El camino hacia una agricultura más sostenible pasa por encontrar fórmulas que permitan trabajar la tierra en una mayor sintonía con la naturaleza y con un menor uso de recursos. Es en la convergencia de esos puntos donde emerge la agricultura regenerativa. 

La agricultura regenerativa es tendencia

El término «agricultura regenerativa» se ha convertido en una de las palabras clave cuando se habla del futuro del campo, pero ¿qué quiere decir exactamente?

La agricultura regenerativa quiere mantener la producción –o incluso aumentarla–, pero reduciendo el impacto que tiene en la tierra que produce. Es decir, en lugar de aumentar la carga sobre los ecosistemas, aspira a bajarla. En paralelo, se produce una restauración del terreno, devolviendo, por así decirlo, la salud a la tierra.

El 80% de quienes trabajan la tierra ya está buscando o ha asumido medidas que reducen los gases de efecto invernadero

Para conseguirlo se usan los conocimientos ancestrales sobre el trabajo agrícola, pero también la innovación y las nuevas tecnologías. Estas últimas pueden ayudar a encontrar nuevas fórmulas o a comprender mucho mejor la tierra para tomar las decisiones más acertadas. 

Igualmente, esto supone modificar cómo y qué se cultiva. Por ejemplo, alternar o combinar cultivos –o incluso cambiar qué se produce en según qué zonas– puede ayudar a reducir el estrés para el terreno y a mejorar los resultados. Esto puede llevar a que un campo de árboles frutales conviva con una plantación de aromáticas o que un campo de sandías esté lleno de flores.  

Las elecciones no son casuales, sino que se basan en las propias sinergias que crea la naturaleza. Así, al cultivo se integran desde enemigos naturales de las plagas hasta reclamos para los polinizadores, que visitan esos campos y hacen a su vez su muy necesario trabajo. 

El suelo no se agota por el intenso uso agrícola y la naturaleza retorna a su cauce. Regenerar no solo supone seguir produciendo hortalizas o cereales, sino también recuperar la biodiversidad. Al hacerlo, se restauran los ecosistemas y se da una nueva vida al campo. En resumidas cuentas, la agricultura regenerativa busca ser menos agresiva en las áreas en las que se ejecuta, pero también tener un impacto mucho más positivo en el entorno.  

¿Por qué es importante?

Este no es el único beneficio que aporta la agricultura regenerativa. «Mejorar la salud del suelo es una parte fundamental junto con otros aspectos clave como la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero y el aumento del secuestro de carbono», explicaba, al hilo de la presentación de la estrategia en agricultura regenerativa de Bayer, Richard Borreani, responsable de Asuntos Públicos y Sostenibilidad de Bayer Crop Science. 

El retorno de los polinizadores a los campos es muy valioso, especialmente en un momento en el que estas especies están atravesando una situación de crisis. Igualmente, es muy importante para la buena salud de los territorios proteger la biodiversidad. La agricultura regenerativa recupera la cubierta vegetal y frena la erosión, con lo que la captura de agua es mejor. Esto importa para la buena salud de los cultivos, pero también en un contexto global de pérdida de acuíferos y emergente sequía.  

Otro de los principios fundamentales de la agricultura regenerativa es la reducción del laboreo del suelo y la importancia de la siembra directa, dos aspectos que mantienen la estructura del suelo y la integridad de los agregados (estos son los que retienen los gases efecto invernadero, estabilizan la materia orgánica en el suelo y evitan el lavado de fertilizantes a acuíferos). Para ello es imprescindible el uso de herbicidas.

Richard Borreani (Bayer): «La restauración de la biodiversidad tienen que ir de la mano con la mejora del bienestar social y económico de los agricultores»

En el caso de los fertilizantes es diferente, ya que la tierra necesita menor cantidad, lo que implicaría una reducción en los costes de producción. Esto es así porque la regeneración de terrenos los convierte en más fértiles, los resultados anuales pueden aumentar y el rendimiento de la explotación sanearse. «La restauración de la biodiversidad, la conservación de los recursos hídricos y el aumento de la productividad tienen que ir de la mano con la mejora del bienestar social y económico de los agricultores», recordaba Borreani. 

El retorno de la agricultura regenerativa

La mejora de costes, el ahorro y la mayor productividad sanean las explotaciones agrícolas y, en general, el trabajo de recuperación de terrenos de la agricultura regenerativa aumenta la resiliencia del campo ante los retos del futuro. A eso se suma que la presión legislativa ha ido en progresivo aumento en los últimos años para conseguir una mayor sostenibilidad agrícola. Los planes normativos de la Unión Europea ya apuntan en esa dirección. 

«En la coyuntura actual, con un incremento constante de población, los efectos del cambio climático y los requisitos sociales y regulatorios, la transición hacia una agricultura regenerativa que produzca más alimentos y de manera más sostenible es clave», destacaba Protasio Rodríguez, director general de Bayer Crop Science, durante la presentación de los resultados del proyecto Dionisio, en el que participan su compañía, ARAG-ASAJA y GREFA. 

El proyecto implantó a modo de prueba diferentes medidas sostenibles en un viñedo riojano: lograron una ocupación del 50% en sus hoteles para polinizadores y de un 60% de las cajas nido. Esto reforzó la presencia de especies que hacen de forma natural control de plagas. Lograron que el campo cuidase del campo, justamente lo que busca la agricultura regenerativa. 

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