Sociedad
Lo romántico de lo cotidiano y «aburrido»
Cuando pensamos en relaciones amorosas, solemos imaginar momentos memorables: cenas románticas, viajes inolvidables o declaraciones apasionadas. Sin embargo, lo que realmente sostiene una relación a largo plazo no son esos instantes extraordinarios, sino los momentos más cotidianos, incluso de aburrimiento.
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Cuando pensamos en relaciones amorosas, solemos imaginar momentos memorables: cenas románticas, viajes inolvidables o declaraciones apasionadas. Sin embargo, lo que realmente sostiene una relación a largo plazo no son esos instantes extraordinarios, sino los momentos más cotidianos, incluso «aburridos». Esos detalles aparentemente insignificantes tienen un poder profundo para construir, mantener e incluso reforzar un vínculo.
Lejos de ser simples rutinas sin valor, las actividades diarias son el tejido que da estabilidad y sentido a una relación. Pero ¿por qué lo cotidiano tiene tanto peso? Y, lo que es más importante, ¿cómo podemos aprender a valorarlo en lugar de verlo como un signo de monotonía?
Las actividades «aburridas» no exigen máscaras ni actuaciones
Las relaciones no son un constante derroche de emociones intensas; de hecho, eso sería insostenible. En cambio, se construyen en gran medida en esos momentos que pasan desapercibidos: preparar el desayuno juntos, compartir el silencio mientras ven televisión o discutir quién va a sacar la basura. Estas interacciones cotidianas son las que nos conectan con la realidad del otro, mostrándonos su lado más humano y auténtico.
Cuando dos personas comparten lo cotidiano, crean un espacio en el que se sienten cómodas siendo ellas mismas. Las actividades «aburridas» no exigen máscaras ni actuaciones. No se necesita ser el mejor conversador o planear la cita perfecta; solo estar presente y compartir un fragmento de la vida diaria. Ese nivel de autenticidad no se logra en las grandes experiencias, sino en los pequeños momentos de cada día.
El poder de las microinteracciones
La psicología ha estudiado el papel de las microinteracciones en las relaciones. Estas son pequeños gestos y conductas que, aunque pueden parecer triviales, tienen un impacto significativo en cómo las personas perciben su vínculo. Un beso antes de salir al trabajo, un «¿cómo te fue hoy?» o incluso una broma interna mientras lavan los platos son ejemplos de microinteracciones que fortalecen una relación.
Estos gestos envían un mensaje claro: «Estoy aquí, contigo, y me importas». Son una forma sutil pero poderosa de reafirmar el compromiso diario. De hecho, estudios han demostrado que las parejas que se dedican tiempo en estas pequeñas acciones tienden a ser más felices y resistentes frente a los desafíos.
Las actividades «aburridas» como base de conexión emocional
El mito del «amor emocionante» nos ha hecho creer que las relaciones necesitan constantes sorpresas y emociones intensas para ser significativas. Sin embargo, esta idea puede ser perjudicial, ya que nos lleva a subestimar el valor de las actividades más simples y repetitivas. Algo tan mundano como hacer la compra juntos o decidir qué ver en Netflix puede ser una oportunidad para conectar emocionalmente.
¿Por qué? Porque estas actividades representan la vida en su forma más honesta. Es en lo cotidiano donde aprendemos a trabajar en equipo, a tomar decisiones conjuntas y a adaptarnos a las necesidades del otro. Compartir estas tareas crea un sentido de colaboración y complicidad que refuerza el vínculo. Además, al afrontar juntos estas pequeñas responsabilidades, las parejas desarrollan una confianza mutua que les prepara para manejar los retos más grandes.
La importancia de encontrar significado en la rutina
Para muchas personas, la rutina es sinónimo de aburrimiento, y este sentimiento puede llegar a generar insatisfacción en la relación. Pero en lugar de ver la rutina como algo negativo, podemos aprender a encontrar significado en ella. La clave está en cambiar la perspectiva: en lugar de centrarnos en la tarea en sí, enfoquémonos en lo que representa.
Por ejemplo, lavar los platos después de cenar no tiene por qué ser una obligación tediosa. Puede convertirse en un momento para conversar sobre el día, compartir anécdotas o incluso planificar el fin de semana. Esas pequeñas conversaciones tienen un impacto acumulativo que fortalece la relación, porque refuerzan la conexión emocional.
Además, la rutina nos da estabilidad, algo esencial para cualquier relación. Saber que alguien estará allí para compartir no solo los momentos emocionantes, sino también los más mundanos, crea un sentimiento de seguridad y confianza que tiene un valor incalculable.
Cómo aprovechar las actividades cotidianas en pareja
Si queremos que las actividades diarias enriquezcan nuestra relación, es importante abordarlas con intención y atención. Aquí hay algunas ideas para hacerlo:
- Haz del tiempo juntos una prioridad: Incluso en las tareas más simples, como cocinar o doblar la ropa, encuentra formas de trabajar en equipo y estar presente.
- Agradece los pequeños gestos: Reconoce y valora las acciones del otro, desde preparar una taza de café hasta recordar un detalle que mencionaste en una conversación.
- Crea rituales cotidianos: Los rituales, como un café juntos por la mañana o una breve charla antes de dormir, refuerzan la conexión y dan un sentido de continuidad a la relación.
- Encuentra humor en lo trivial: Compartir risas sobre las pequeñas absurdidades de la vida cotidiana es una forma de aliviar el estrés y crear buenos recuerdos.
El equilibrio entre lo extraordinario y lo ordinario
Por supuesto, esto no significa que debamos renunciar a los momentos especiales o emocionantes. Los viajes, las cenas románticas y las celebraciones tienen un lugar importante en las relaciones, ya que aportan novedad y alegría. Pero es un error pensar que estos momentos son la única medida del amor.
La verdadera fortaleza de una relación radica en la capacidad de combinar lo extraordinario con lo ordinario, de encontrar belleza tanto en los fuegos artificiales como en la luz constante de una vela. Es en las pequeñas cosas donde se construyen las bases para que las grandes cosas sean posibles.
Al final, lo que realmente define una relación no son los momentos espectaculares, sino cómo se navega juntos la vida cotidiana. Las actividades «aburridas» son el pegamento que une las vidas de dos personas, transformando lo ordinario en algo profundamente significativo. Aprender a apreciar y nutrir estas interacciones diarias es una de las claves para construir relaciones duraderas, felices y llenas de amor verdadero.
Luis Miguel Real es psicólogo.
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