«Estamos en una crisis estructural de la democracia, tanto en calidad como en cantidad»
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Profundas divisiones causadas por temas económicos e identitarios alimentan los populismos y nacionalismos en el mundo. Para José Ignacio Torreblanca (Madrid, 1968), jefe de la oficina en Madrid del Consejo Europeo de Relaciones Internacionales y consejero editorial de Ethic, la principal consecuencia es que «hay menos democracias y menos democracia en cada democracia». Hablamos con él sobre la mella que puede hacer en ellas la vuelta de Trump a la Casa Blanca, el efecto que esto pueda tener en las políticas de Rusia e Israel o la posición de Europa en el tablero internacional en estos tiempos convulsos.
Ha pasado más de un año desde el ataque de Hamás a Israel y el conflicto parece que va in crescendo, extendiéndose a Irán o el Líbano, donde el ejército israelí ha atacado el cuartel general de la ONU. Sumado a esto, el Parlamento israelí ha prohibido a la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina (UNRWA) operar en su territorio. ¿Qué significan estas acciones y qué implicaciones tienen?
Desde hace tiempo, Israel tiene una posición muy crítica y combativa contra el trabajo de la UNRWA, porque sostiene que es una agencia utilizada por Hamás. Al principio del conflicto, dijeron que había trabajadores de la UNRWA que estaban en Hamás y que se habían utilizado instalaciones financiadas por la organización para albergar armamento. Hubo una investigación y se concluyó que no había nada de eso. Lo cierto es que la posición de la UNRWA siempre ha sido delicada, porque está sobre el terreno. La postura de Israel va en el contexto de la pelea con el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Gutérres, que es un combate diplomático más para un Israel que se siente aislado internacionalmente y que tiene que jugar a deslegitimar a la comunidad internacional y sus instituciones, porque las ve partidistas. Estas organizaciones no son equidistantes, defienden el Derecho Internacional Humanitario y, cuando han detectado violaciones, han actuado y acudido al Tribunal Penal Internacional. El problema es que pueden mandarle una citación judicial a Netanyahu y a sus ministros, pero ¿dónde mandan esa citación a los jefes militares de Hamás o Hizbulá? Esa es la queja de Israel, que no puede entender esto como un conflicto entre estados.
¿Cómo crees que va a terminar esta última fase del conflicto de Israel con Palestina?
Es un conflicto distinto a los pasados, que tenían ese componente de Intifada por el cual Hamás atacaba, luego era atacado y había un momento en que las dos partes desistían, por agotamiento o porque Israel terminaba imponiéndose. Pero los atentados del 7 de octubre son un antes y un después para Israel –como las Torres Gemelas para Estados Unidos–, porque se activó ese botón histórico que tiene todo el pueblo judío y que le recuerda los pogromos. No quieren que vuelva a ocurrir: que nadie entre en un asentamiento judío, masacre a su gente y se vaya, como en pasó en Polonia o Lituania hasta llegar al Holocausto. Ahí están las grandes heridas del pueblo judío y la razón existencial del Estado de Israel.
«Los atentados del 7 de octubre son para Israel como las Torres Gemelas para Estados Unidos»
¿Qué consecuencias van a tener para Netanyahu y su política la vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca?
Trump va a apoyar sin límites a Israel. Hasta ahora, Estados Unidos ha puesto un límite muy claro: negociar caso a caso con Irán, que necesita su apoyo y no se puede arriesgar a que haya embargos de armas. Lo vimos con el último ataque (negociado) con Irán, porque Estados Unidos estaba intentando contener la situación. Pero con Trump no va a tener esas restricciones. Si los militares israelíes llegan al convencimiento de que es un buen momento para acabar con Irán –porque en el último año han demostrado que sus defensas aéreas son muy vulnerables y no han conseguido derribar ni una línea israelí–, sin duda alguna Trump y los republicanos son partidarios de quitarse los guantes y no andar contemporizando.
Ampliando el foco a Europa, ¿cuáles serán las principales consecuencias?
Un desastre en muchos frentes. Lo último que necesitamos es una guerra comercial con Estados Unidos y que nos imponga aranceles. Trump piensa que tiene un déficit comercial con nosotros y que se lo tenemos que compensar; además, nos exige que gastemos mucho más en armamento. Respecto a Ucrania, dice poder acabar la guerra en 24 horas; pero si eso fuera sobre la capacidad de llevar a Rusia y a Ucrania a una mesa de negociación y hacer un armisticio sobre la línea del frente (como ocurrió con Corea), no preocupa tanto que dé la orden de parar, sino que la Ucrania liberada tenga una garantía de seguridad que le impida a Putin rearmarse y terminar el trabajo o volverse contra los bálticos. La clave es que Ucrania tendría que resignarse a perder una parte de su territorio a cambio de quedarse anclada en la Unión Europea y en la OTAN, precisamente lo que Putin no puede consentir. Sospechamos que Trump quiere favorecer a Putin, darle oxígeno para que pueda rearmarse. Lo cual sería un problema, porque los europeos no hemos hecho los deberes y no hemos podido dotar a Ucrania de la capacidad de defenderse por sí misma.
«Lo último que necesitamos es una guerra comercial con Estados Unidos y que nos imponga aranceles»
Mencionas Corea y pienso en la Cumbre de Kazán organizada con Putin donde hemos sabido que Corea del Norte ha posicionado sus tropas en Rusia, listas para atacar Ucrania, algo que no habíamos visto hasta la fecha. ¿Cómo altera esto el tablero internacional?
Esta guerra está afianzando el eje formado por China, Irán, Corea del Norte y Rusia. Aunque no lo está haciendo como un bloque militar –porque no actúan coordinadamente–, está reforzando las relaciones bilaterales (diadas). La relación con Corea del Norte le facilita la tecnología de misiles, submarinos, proyectiles de artillería y, ahora, tropas para defender la parte del territorio ruso ocupada por los ucranianos. Con China, protección en los fueros internacionales (veinte días antes de la guerra firmaron una alianza sin límites) y, además, le sigue enviando piezas clave que luego Rusia utiliza en sus propios sistemas, aparte de salvarle en temas energéticos. Con Irán, junto a los drones, le facilita sistemas antiaéreos. Rusia ha cavado mucho más profundo en esas diadas estratégicas. Esa Cumbre de Kazán es la diplomacia rusa movilizando retóricamente al sur global, enfadado con Occidente porque no cumple sus propias normas, es proteccionista, no da financiación para el desarrollo y en cuestiones climáticas no entiende que el sur no puede ser el que pague, porque no es el que ha puesto el CO2 en la atmósfera.
Hablabas antes los deberes que la Unión Europea no ha hecho en temas seguridad y defensa. ¿Cómo puede Europa desarrollar una autonomía estratégica?
La pasada legislatura fue la de la autonomía estratégica. Ahora, el término ha desaparecido, porque la manera en la que estaba planteado dividía a los europeos entre proteccionistas y aperturistas. Después de la guerra de Ucrania, ha habido países atlantistas y partidarios de Estados Unidos –como Polonia o los bálticos– que temían que, de alguna manera, [esta autonomía estratégica] implicara sacar a la OTAN de Europa y lanzar el mensaje equivocado a Estados Unidos. También ha habido países que no se fían de que Francia y Alemania fueran a protegerlos: Alemania, porque no tiene la capacidad, y en el caso de Francia, porque nadie se cree que pudiera disuadir a Rusia de atacar Lituania. Ahora se habla de seguridad económica y defensa industrial, que consiste en promover la industria europea (como está en el informe Draghi), bajar el riesgo que tenemos con otros y diversificar (derisking), y proteger nuestras vulnerabilidades.
Efectivamente, más allá del ámbito militar, la Unión Europea debe ganar independencia energética, refiriéndonos tanto al gas y petróleo ruso como a las tecnologías verdes chinas. Pero el tiempo apremia. ¿Cómo podemos acelerar este proceso?
El error que hemos cometido con tecnologías verdes es casi el mismo que cometimos con el gas y el petróleo: como el gas ruso era barato, importamos competitividad. La industria alemana hace cosas muy buenas, pero ahora que están trabajando con precios de energía distintos ya no son tan competitivos. Estados Unidos se ha dedicado a perforar y a sacar gas de esquisto, mientras que en Europa no lo hemos hecho, porque hay que fracturar y eso tiene costes medioambientales, pero llega la guerra y lo importamos de Estados Unidos. Estamos tan lejos de la autonomía estratégica, que muchos de estos planes nos llevarían [solo] a tener un 20% capacidades propias en Europa. Por eso es mejor hablar de interdependencia estratégica: de elegir bien de quién dependes, de diversificar y de hacerlo porque los aliados son sólidos y fiables.
Me interesa también el tema de la transformación digital, donde Europa todavía tiene camino por recorrer. ¿Cuáles son las principales asignaturas pendientes para ganar autonomía digital?
En el informe Draghi hay un diagnóstico tan severo del tema tecnológico como del energético. Al final, el 80% de los servicios y productos digitales que se consumen en Europa vienen de Estados Unidos u otros. Nuestro sector de telecomunicaciones va perdiendo peso. Las grandes empresas europeas que proveen Internet son americanas –Amazon, Microsoft, Google–, aunque estén registradas aquí. En Europa se innova, pero luego las empresas no son escalables, carecen de capital y se acaban marchando. Tampoco producimos semiconductores, no hacemos minería de tierras raras, la inversión en inteligencia artificial está en Estados Unidos y en China, no tenemos polos de desarrollo de IA generativa… En ese tridente de tecnologías disruptivas –chips, IA y quantum–, que son en las que se juega el futuro, Europa también va por tendrás. Faltan inversiones masivas para poder estar de nuevo a la altura.
Las guerras híbridas empiezan a ser más numerosas que los conflictos armados. Tanto es así, que la OTAN está diseñando una estrategia contra las guerras híbridas de China y Rusia. ¿Cómo se puede hacer frente a las crecientes amenazas de desestabilización política y disrupción económica en un entorno donde cada vez son más comunes la desinformación y las fake news?
Esa es la experiencia desde el año 2016, con las elecciones estadounidenses. Los espacios de apertura de redes sociales han servido para debilitar las democracias. Trump inventa el término fake news para coartar el papel de la prensa que tiene la obligación de coartar el poder [en una democracia]. La prensa es la principal víctima de esa categorización errónea, porque los periodistas no hacéis noticias falsas, como los científicos no producen hechos falsos, tal vez incómodos. Lo que Trump hizo fue pervertir el término y convertirlo en una lucha con los medios de izquierdas, diciendo que mentían sobre él. Desde 2018, la Comisión Europea trabaja en un proceso de regulación donde lo que interesa son las técnicas, tácticas y procedimientos: esas operaciones estructuradas para plantar un tipo de información soportada con miles de cuentas falsas y computación algorítmica, dirigida a influir en un momento o hecho concreto. Eso es desinformación. En inglés se distingue desinformation (deliberado) de misinformation (no deliberado). Lo que hace la desinformación rusa va más allá de crear noticias falsas; crea ecosistemas de noticias falsas.
«Los espacios de apertura de redes sociales han servido para debilitar las democracias»
¿Cómo afectan esos ecosistemas de noticias falsas a las democracias? Porque una parte importante de la ciudadanía bebe de dichos ecosistemas.
Aspiran a que no se crea a las autoridades, desde temas de salud pública hasta el caso de las elecciones legítimamente ganadas. Si por definición desconfías de la autoridad y no crees en la junta electoral, ¿qué más te da que la junta testifique que el resultado fue correcto y que la elección no fue fraudulenta? Se busca activar esa mentalidad conspiranoica que consiste en hacer creer a la gente por actos de fe, sin pruebas. La prueba de que algo es verdadero –ahí lo paradójico– es que no hay prueba de ello, porque los poderosos han destruido esa prueba. Así funciona esa mentalidad. Y así se destruye la confianza de la gente en cualquier comunicación pública, muy típico de los regímenes autoritarios.
«Los ecosistemas de noticias falsas destruyen la confianza de la gente en cualquier comunicación pública»
Continuamos viendo un auge de los nacionalismos en Europa, que parecía una idea superada. ¿A qué se debe este resurgir? ¿Continuaremos viendo esta tendencia creciente en los meses que nos quedan por delante?
Llevamos dieciocho años de declive consecutivo en la democracia en todo el mundo; es una tendencia. El número de puntuaciones y de países que retroceden es mayor que las calificaciones y aspectos concretos de avance en cada país. Estamos en una crisis estructural de la democracia, tanto en calidad como en cantidad: hay menos democracias y menos democracia en cada democracia. Esto viene de divisiones profundas que tienen que ver con temas económicos, pero también con identitarios, porque se solapan. Eso es lo que está alimentando populismos y nacionalismo. Hay una reacción contra los aspectos que tienen que ver con apertura, tolerancia, inmigración, a los que determinadas fuerzas políticas culpabilizan de todos estos problemas. Por mucho que mires las cifras de desigualdad, ese pesimismo y malestar de la democracia en Europa no se sostiene cuando lo comparas con lo que hay fuera del mundo. Pero tenemos una inserción muy exitosa de este tipo de fuerzas y una aguda polarización entre izquierda y derecha que ha roto los consensos que antes teníamos.
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