Pensamiento

«Hay que diferenciar entre movilizar los afectos y manipularlos de forma instrumental»

Fotografía

Isabel Sangro
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04
noviembre
2024

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Isabel Sangro

Igual que en la vida diaria, en política tomamos algunas decisiones que nos causan malestar; comportamientos que muchas veces no se comprenden porque no están dentro de los parámetros de la lógica y la razón. Un desentendido que, según explica la politóloga y doctora en Humanidades Alicia Valdés en su libro ‘Política del malestar‘ (Debate), no sería tal si se analizara desde el psicoanálisis, lo cual ayudaría a comprender qué desconocemos de nuestros comportamientos políticos y por qué nos cuesta imaginar alternativas deseables al presente.


Si en nuestro día a día no actuamos siempre de manera racional, es decir, no lo hacemos pensando en nuestro bienestar en todo momento, ¿por qué lo íbamos a hacer a la hora de votar?

Los paradigmas en los que nos hemos estado moviendo a la hora de explicar comportamientos siempre se han entendido a través de la idea del interés. Es decir, que lo que nos interesa es lo que nos da bienestar y lo que no, no. Hemos considerado que lo que nos viene bien es algo en lo que, cuando hacemos un cálculo de costes y beneficios, vamos a salir ganando. Y que ese beneficio tiene que ser de corte material. Pero hay otras muchas cosas que nos pueden interesar, como es el caso de la certeza. Es decir, que aunque sea malo ya lo conozcamos.

Por lo tanto, la razón no puede ser el único medidor del voto.

Debemos empezar a pensar de manera más compleja la razón. Pienso que en algunos sentidos hemos simplificado mucho determinadas nociones. ¿Qué es lo razonable o lo irracional? Basamos esa clasificación según se haya respondido a la lógica del cálculo de coste y beneficio. Pero en realidad, cuando llamamos irracional a un acto es porque no sabemos qué hay detrás. No es que no tengan razón. Tenemos la sensación de que hemos basado mucho la razón en una razón consciente, cuando también hay una inconsciente.

¿Qué importancia tiene en tu propuesta el psicoanálisis?

El gran descubrimiento que hace Freud es el descubrimiento del inconsciente. A finales del siglo XIX tenemos a Marx, a Freud y a Nietzsche diciendo que el sujeto no es tan armonioso como se creía. Si se mete el psicoanálisis en el análisis del comportamiento político, vamos a ver que hay muchas cosas que desconocemos. Abrazando esto, podremos hablar de los motivos que nos llevan a hacer cosas que no entendemos.

«Los afectos nos podrían ayudar a ver que no nos salimos de la realidad marcada porque nos da miedo»

¿Por qué se le ha subestimado entonces?

Una de las razones, si no la más importante, tiene que ver con que el psicoanálisis está muy denostado. Esto se debe a varias razones. Entre ellas, que diferentes corrientes de izquierdas dicen que es una técnica acientífica y porque ha sido instrumentalizado desde el conservadurismo para patologizar, psiquiatrizar y farmacologizar a muchos colectivos disidentes. Además, en el Estado español no entra como terapia dentro del sistema de salud público, por lo que no ocupa un papel relevante a nivel teórico ni clínico. Pero sí que hay una tendencia que está revirtiéndolo.

Esta propuesta, que se basa mucho en los afectos, es usada ya por la derecha. Y le está sacando mucho rédito.

El tema de los afectos es central en la obra de Freud. Parece que ahora se están incluyendo en los análisis políticos, pero llevan mucho tiempo siendo un elemento central en otros ámbitos. Con respecto a los afectos, hay que diferenciar entre movilizar los afectos, que siempre se mueven, y manipularlos de forma instrumental. En ese sentido, la derecha siempre ha sacado ventaja. Un ejemplo muy claro es la propaganda de Goebbels o la de después del atentado de las Torres Gemelas del 11S. En este caso, se instrumentalizaron afectos negativos como el miedo, la ira, el odio, que consiguieron asentar una política antiinmigración y acabar con muchos derechos de privacidad. Respecto a lo que comentas de que sacan ventaja a la izquierda, esto se ha debido a que se ha tenido la idea de que las emociones están vinculadas a las bajas pasiones, que solo movilizan a gente intelectualmente inferior. Y, por otro lado, se pensaba que las personas de izquierdas son seres de luz que actúan siempre conscientemente. Esto ha sido un error, no porque las izquierdas tengan que instrumentalizar las emociones de los demás, sino porque no podemos hacer un buen análisis si no incluimos los afectos.

Sin embargo, partidos como Sumar sí que lo han propuesto. En la última campaña llamaban a votar con alegría.

Yo digo que nos sacan ventaja, pero no significa que no lo hagan. Ahora hablamos de política, pero movimientos como el feminismo o el 15M también lo han hecho. Lo que hace Sumar es proponer que la izquierda no siempre tiene que estar amargada, sino que también se puede movilizar desde lo positivo.

«Si empezamos a ver las alternativas que existen como algo que ya está sucediendo, serán más deseables»

¿Es el mejor lugar para crear marcos a día de hoy?

Tengo que hacer una precisión respecto a esto. La movilización de los afectos no está mal, porque siempre se mueven. La cosa es cuando esto se manipula con fines políticos. Creo que no podemos pensar en estrategias políticas si no pensamos en las emociones. Pero decir esto no significa que haya que hacerlo.

¿Ayudaría a romper con la Realidad Política?

Yo siempre pienso que tenemos una caja de herramientas con una serie de aparatos para analizar la realidad. Defiendo que, hasta ahora, faltaban muchas y que las que había estaban enfocadas hacia lo material. Creo que hay que meter otra serie de elementos, como los que están vinculados a los afectos y al inconsciente. Algo que nos serviría, porque esta idea de la Realidad Política, que es un pacto implícito de cómo se tienen que hacer las cosas, está funcionando porque hay una serie de vínculos afectivos con esa realidad. Es decir, los afectos nos podrían ayudar a ver que no nos salimos de la realidad marcada porque nos da miedo. Lo demás nos parece desconocido o incluso indeseable. Los afectos nos dirían si es realmente la única Realidad Política o es que hay mucho miedo detrás.

¿Cómo podemos hacer para darle la vuelta y empezar a desear alternativas al presente?

Creo que el siguiente paso ya está dado. Intento recalcar en el libro que, cuando hablamos de alternativas, siempre tienen que estar en el pasado o en el futuro. Yo considero que las alternativas ya están en el presente. No las vemos porque cuando pensamos en alternativas tienen que ser lo suficientemente fuertes como para acabar con el sistema existente. Somos muy hegemónicas. Pero eso nunca va a suceder. Un ejemplo claro es la moneda social: no va a acabar con el euro, pero gracias a ellas hay un montón de personas que viven en un sistema económico más justo. Creo que hay que cambiar de estrategia y ver que hay otras lógicas. También están las cooperativas de supermercados, de ganaderías, de internet y un largo etcétera. Otra cosa que me gusta poner en el centro son las alternativas a los grandes medios de comunicación. Aquí los podcast juegan un gran papel. Si empezamos a ver esas alternativas como algo que ya está sucediendo, serán más deseables.

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