Salud

Ante el sufrimiento no nos exijan solo actitud

Las cifras actuales del dolor crónico en España constatan un verdadero problema de salud pública. Sin embargo, parece ignorarse o normalizarse como un gasto más de la sociedad a pesar de que más del 26% de la población española se levanta y acuesta con dolor todos los días de su no vida.

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23
septiembre
2024

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Las cifras actuales del dolor crónico en España constatan un verdadero problema de salud pública. Sin embargo, parece ignorarse o normalizarse como un gasto más de la sociedad. Más del 26% de la población española, unos doce millones (Barómetro del observatorio del dolor en 2022), se levanta y acuesta con dolor todos los días de su no vida.

Cómo comprender el desconocimiento de una pandemia invisible para una sociedad paliativa, en la que el dolor solo se atisba como una cuestión médica o privada, incluso llega a deslegitimarse ante el imperio de la felicidad. Mientras, el dolor se vive en soledad, y los dolientes escuchan que ante el sufrimiento, ya sea físico o emocional, has de mostrar la mejor actitud, cuando trasciende todos tus aspectos vitales (trabajo, vida social y familiar) e intentar que no sea el centro de sus vidas. Sin duda, una buena actitud es necesaria y existe, aunque por sí sola carece de los oportunos efectos analgésicos.

Basta con ojear las redes sociales o los libros de «autoayuda», y siendo una opinión particular, estos libros deberían desterrarse y poner freno a una tendencia tan dañina. Carlos J. González Serrano en Una filosofía de la resistencia ha puesto de relieve estos temas, exponiendo, por ejemplo, la dictadura «felicifoide», o la «emotiocracia» (la silenciosa dominación de nuestras emociones). En palabras del propio González Serrano: «El correctivo pensamiento positivo maquilla la precariedad y la inestabilidad como oportunidades para nuestro desarrollo personal».

No nos engañemos, el discurso de hoy es el que nos «exige» que todo está en nuestras manos, ante un malentendido gobierno o tiranía emocional. Nos corresponde ser resilientes, fuertes, abrazar las tormentas, porque estas son pasajeras (ojalá, pues solo esperas que llegue un pequeño claro), o ver en las crisis nuevas oportunidades. ¿Siempre?

Nos corresponde ser resilientes, fuertes, abrazar las tormentas porque estas son pasajeras o ver en las crisis nuevas oportunidades

Lo anterior nos emplaza, si no se remedia, a ser meros espectadores, pues son una pócima a todos los males que nos acechan y no solo a quienes somos dolientes. Al tiempo nos encontramos con la opresiva obligación de encontrar un sentido al sufrimiento. Así, nos ponen como ejemplo la teoría de la logoterapia del psiquiatra Viktor Frankl, la cual solo es una teoría más que no comparto, y no debería extrapolarse a cualquier situación. Como expusiera Sigmund Freud, se ha de conocer y partir de la personalidad de cada cual. Encontrar un sentido a la vida ha de ser un objetivo, pero ¿ante todo sufrimiento?

La citada teoría de la logoterapia no es mejor o peor, ha sido estudiada de manera amplia con sus detractores y postulantes. Su autor la desarrolló en un contexto, partiendo de su trágica vivencia personal en los campos de concentración, y tomando una perspectiva humanista y hasta religiosa.

Ante este panorama, se nos conmina desde otra dictadura en este caso, emocional– a imbuirnos en el pensamiento mágico de «si tú quieres, puedes», relegando los actos individuales tan poderosos como reflexionar o debatir en un contexto cada vez más hostil.

De hecho, a los dolientes se nos apremia a ser más ser activos y, cómo no, «a empoderarnos o ser resilientes». Sin embargo, quienes están al otro lado, ya sea un profesional sanitario o esa sociedad paliativa, prefieren a personas que asuman su rol con el renovado neoestoicismo, que nunca les falte la aludida actitud y, en definitiva, se conformen porque si no te quejas y muestras gratitud mejorarás o solo es una tormenta más.

Sabemos que sufrir es consustancial a la vida, pero es necesario profundizar en sus raíces, que van más allá de lo estrictamente médico

El arte de saber escuchar se ha diluido, las palabras ya no curan, al contario, hieren, no se atisban las miradas, el tono de voz, si vas o no acompañado, etc. La realidad es otra y la palpamos, ya que lo que prevalece son las exhortaciones a una adaptación plena, que existe, a la citada resiliencia y a esa búsqueda inapelable de la felicidad pese al sufrimiento; y no para estar más sanos, sino para evitar un mayor dispendio. Como si la felicidad se lograra a golpe de clic.

En definitiva, es equívoco reducir todo a una mera cuestión de actitud, frente a la demanda de un planteamiento integrador y multifactorial ante un dolor crónico arraigado en millones de españoles. Sabemos que sufrir es consustancial a la vida, pero es necesario profundizar en sus raíces, que van más allá de lo estrictamente médico. Actuar es urgente, como vivir, y podemos hacerlo reflexionando más, y a la par arrinconar las diatribas del pensamiento mágico, en la medida en que estas nos conducen al reduccionismo y la deshumanización, simplificando en exceso lo que supone la complejidad de la existencia humana.

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