Sociedad

Chandalismo ilustrado

El protocolo del buen gusto jamás pensó que esa prenda, reservada para la práctica de deporte o para los «domingueros», alcanzaría estatus de moda que arrasa en todas las clases sociales y, anatema mayor, que las firmas más elitistas lo incluyeran entre sus propuestas, subiéndolo a las pasarelas.

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Mariana Toro
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24
septiembre
2024

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Mariana Toro

Que Martirio, además de una artista bizarra y distinguida, es una visionaria lo demuestran estrofas como la de su canción «Sevillana de los bloques», que estrenó hace más de treinta años: «Con mi chándal y mis tacones/ Y arreglá pero informal/ arreglá pero informal/ con mi chándal y mis tacones/ Domingo por la mañana/ y él me saca a pasear». Ella ya anticipó ese estilismo en apariencia impracticable del chándal y los tacones. Del chándal y el bolso de vestir. Del chándal y las camisas o el blazer. Del chándal y las manoletinas o mocasines. Del chándal y los complementos inverosímiles: fulares, zapatos de piel, medias, bolsos, sombreros. La cuestión es atreverse a combinar. Ser temerario.

El protocolo del buen gusto jamás pensó que esa prenda, reservada para la práctica de deporte o para los «domingueros», alcanzaría estatus de moda que arrasa en todas las clases sociales y, anatema mayor, que las firmas más elitistas lo incluyeran entre sus propuestas, subiéndolo a las pasarelas. El chándal se reinventa. Sale a la calle. Causa furor.

Las modelos más exitosas (Hadid, Jenner o Hailey Bieber), Paris Hilton, Rosalía, actrices como Rita Ora o Hillary Duff, Beyoncé, Rihanna, las Kardashian, Madonna o Jennifer López han revestido a esta prenda con una aureola de glamour que cuesta asimilar. Ni qué decir de youtubers e influencers varios. Todos. Gucci ha diseñado un pantalón de chándal de pitón beige. Ronda los 29.000 euros. Los tiene más asequibles, a partir de 1.500 euros. Hasta la firma de alta costura Balenciaga, que vistió a la aristocracia europea y a la Casa Real española, admirada por Coco Chanel, ha sucumbido a este estilismo que se luce tanto en Vallecas como en Serrano. La práctica de adquirir falsificaciones para imitar a los más pudientes se ha invertido. Ahora la prenda más humilde asciende socialmente. Ya no es propia de «chonis» o «bakalas». Es la prenda más deseada del momento. Cualquier día la vemos en la alfombra roja. O en la Casa Blanca.

La prenda más humilde asciende socialmente: Gucci ha diseñado un pantalón de chándal que ronda los 29.000 euros

La creación de este atuendo de dos piezas (aunque, para estar a la última, no han de llevarse nunca juntas sino por separado) se le atribuye a la marca deportiva Le Coq Sportif, y data de finales de años 30. Pero habría que esperar tres décadas para que acaparara un inmenso interés mediático, cuando una entonces desconocida Adidas lanzó su primer diseño en 1967, el mítico chándal de tres rayas laterales. El legendario jugador de fútbol Franz Beckenbaur lo promocionó. Todos querían uno. El modelo aún sigue fresco y lozano, tan actual como entonces. Como con las canciones de culto, no pasa el tiempo por él.

En los años 70, vimos a Bruce Lee lucir uno rojo en el programa de televisión Longstreet. Era la primera vez que esta prenda se veía a través de los rayos catódicos sin que estuviese una competición deportiva de por medio. Poco después, Lee protagonizó Juego con la muerte vistiendo otro chándal, esta vez amarillo con rayas negras, al que Tarantino homenajeó con el vestuario de Uma Thurman en Kill Bill.

Los años 80 dieron paso al chándal de la mano del breakdance y el hip hop. Una de las bandas más populares de rap, la neoyorkina Run DMC, le dedicó una canción, «My Adidas». Pero en los 90 ocurrió una nueva transgresión: el chándal se abrió paso en el mundo del rock, y de esa guisa vimos, pasmados, a los cantantes de grupos como Blur u Oasis exhibiéndolos. El pop lo acogía con más chispa, basta recordar a Christina Aguilera o Britney Spears, y en los 2000, después de colarse en títulos como Friends, acampa a sus anchas en las series, desde El príncipe de Bel-Air a Los Soprano (donde se lo enfundaban Tony Soprano, pero también Christopher Moltisanti y Pauli). Metidos en asuntos de la «cosa nostra», también Al Pacino lució uno (rojo) en Donnie Brasco.

Más tarde vino la pandemia, que relajó la etiqueta y las recomendaciones básicas en cuestiones de decoro y elegancia. Y con ella, el teletrabajo y la nueva normalidad entronaban la comodidad en el vestir, llevando el chándal a los escaparates de cualquier marca que se precie.

Adentrada la posmodernidad, el chándal es una prenda de lujo, de éxito, imprime tendencia. Es casi un elemento ilustrado, insigne. A pesar de que el enfant terrible de la moda, Karl Lagerfeld, afirmase aquello de que «un chándal es un signo de derrota. Cuando pierdes el control sobre tu vida, te compras un chándal». Por cierto, Chanel también ha incorporado esta prenda a sus colecciones. Malos tiempos para la lírica.

 

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