Cultura

El psicoanálisis en ‘Los Soprano’ y el nacimiento del antihéroe

La terapia resultó ser un recurso narrativo con la capacidad para transformar la manera en que se representaba a los héroes y a los villanos en las series modernas: hasta un asesino de la mafia podía ser visto como un ser humano que sufría.

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27
diciembre
2021
Fotograma de ‘Los Soprano’.

La doctora Melfi, psicoanalista de Tony Soprano, es uno de los personajes más importantes de la ficción moderna. Sí, incluso por delante del mismo Tony: sin ella, los primeros capítulos de Los Soprano habrían sido los de una serie más. Una producción que se emitía en un canal de pago que poca gente fuera de Estados Unidos conocía entonces –HBO– y que a España traía el extinto Canal+, al que la gente parecía suscribirse mayoritariamente por el fútbol o el porno. Mafiosos con una familia tradicional, amante, sicarios, una dieta poco recomendable y un carácter violento; se trataba casi de una parodia de la obra de Scorsese. Pero ¿un mafioso que se psicoanaliza?

Sin la doctora Melfi, los primeros capítulos de ‘Los Soprano’ habrían sido los de una serie más

En 1999, el mismo año de su estreno, se estrenaba también la película Una terapia peligrosa, en la que Robert DeNiro se parodiaba a sí mismo interpretando al mafioso Paul Vitti, que recurría a los servicios del anodino psicólogo Ben Sobel, interpretado por Billy Cristal. En esta, no obstante, el personaje de DeNiro tenía espacio para sanar su depresión e incluso redimirse, renunciando a una vida violenta por el bien de su familia; en general, era mucho más amable. Pero en ese paso de un siglo a otro internet estaba cambiando las formas de consumo y, por tanto, el tipo de series que se podían hacer. En Estados Unidos la tele de pago permitía un tipo de guiones más arriesgados, y ese cambio se encarnó en la consulta de la Dra. Melfi, interpretada por Lorraine Bracco (quien también había participado en la película Goodfellas). Sí, ya entonces había muchos psicólogos de ficción, pero ninguno que sirviese para exponer las preocupaciones y la empatía de un asesino.

En cualquier otra serie que no fuese la suya, y al contrario que el personaje de DeNiro, Tony habría sido un villano. Probablemente, pese a toda la intención en que entendamos por qué es como es y vive como vive, lo era incluso en la suya. Lo que le ocurre a Tony, en realidad, es solo comprensible dentro de la ficción: si uno se tropezase con él en la vida real podría ser el peor día de su vida, pero en la pantalla uno llega incluso a querer darle un abrazo. Por esta razón muchos analistas de televisión consideran al personaje interpretado por James Gandolfini como el primer antihéroe televisivo.

Tony Soprano, al igual que sus descendientes –el corrupto Walter White en Breaking Bad o el mujeriego narcisista Don Draper en Mad Men– no es un personaje positivo; de hecho, de un modo u otro, todos son criminales: su conducta es reprobable y huiríamos de ellos como de la peste si los encontráramos en la vida real. Un antihéroe es alguien que identificamos como «el bueno» y que, sin embargo, actúa de forma completamente contraria. Los Soprano o Breaking Bad nos recuerdan una y otra vez que si bien sus protagonistas tienen razones que podemos entender humanamente, estos son, en realidad, personajes absolutamente miserables.

Una televisión ‘freudiana’

Lo que abrió la puerta al protagonismo de los antihéroes en las series de televisión –hasta entonces productos de entretenimiento sencillos e inofensivos– fue el psicoanálisis mantenido en la consulta de la doctora Melfi. En ella, por primera vez, se admite que una persona de estas dimensiones pueda ser débil, tener sentimientos, e incluso un punto de miedo y ternura. Se muestra, así, que un villano también es un ser humano.

En la consulta se admite que una persona pueda ser débil, tener sentimientos, e incluso un punto de miedo y ternura

La ficción televisiva reciente se ha tomado muy en serio hablar de dos cosas. La primera, del momento social; es decir, de los propios espectadores. La segunda, de sí misma. Los Soprano es una meta-broma sobre cómo se han reflejado los criminales en la ficción: demasiado elegantes, demasiados aceptables. La ficción incluso logra reflejar un momento concreto del discurso público en los Estados Unidos: cínico, nihilista, que bloquea la expresión de emociones.

La serie psicoanalizó, por tanto, la forma en que nos veíamos a nosotros mismos, pero el creador de Los Soprano, David Chase, lamentó que mucha gente se sentase a verla solo porque creía que ver a Tony y sus colegas rompiendo cabezas era algo divertido. No dejó de interpelar al espectador hasta el último episodio, cuando a la mirada de Gandolfini la siguió un fundido en negro que pasaría –para bien o para mal– a la historia de la televisión.

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