Educación

La curva de aprendizaje o el arte de aprender a aprender

Adquirir cualquier conocimiento o habilidad lleva tiempo. De ahí que se hable del concepto «curva de aprendizaje» para referirse a la relación que existe entre lo que se puede aprender y el tiempo que toma hacerlo. Comprender esto ayuda no solo a optimizar el aprendizaje sino también a evitar la frustración que puede generar el proceso.

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12
diciembre
2023

Dentro del vasto panorama del desarrollo humano, que se mueve desde los instintos de un bebé por buscar el calor de su madre al todavía desconocido funcionamiento del cerebro adulto, el concepto de curva de aprendizaje surgió como un elemento crucial que encapsula un abanico de posibilidades y que transita desde el desconocimiento absoluto hasta la maestría total.

En las complejidades de la curva de aprendizaje se puede descubrir algo interesante: la capacidad de aprender no es solo un rasgo intrínseco que está determinado por la genética, sino que, como cualquier otra habilidad física o mental, se puede pulir y moldear como si de una pieza de cerámica se tratase.

Aprender conlleva un tiempo y la manera en que lo hacemos importa, y mucho. Si bien es evidente que dicho tiempo viene determinado por las capacidades de un individuo, solemos olvidar que el aprendizaje es también un arte en sí mismo, y, como tal, se puede optimizar.

El término «meta-aprendizaje» (metalearning, en inglés) se utiliza con frecuencia en ámbitos técnicos para explicar cómo los algoritmos van incorporando aprendizajes con base en los resultados de experimentos previos. Sin embargo, en español va ganando fuerza la acepción original de Novak y Gowin, que se refiere a la reflexión no solo del concepto que estamos intentando asimilar o perfeccionar (ya sea una raíz cuadrada o a tocar el piano), sino del propio proceso a través del cual lo estamos haciendo.

Como analogía, cuando conducimos no solo pensamos en el destino al que queremos llegar, sino también en la velocidad, en cuánta gasolina estamos gastando, cuán eficiente es nuestra conducción, qué emociones experimentamos en el camino, o si disfrutamos más haciéndolo solos o en compañía.

De este modo, igual que probablemente el trayecto para llegar de un sitio a otro en coche será cada vez más eficiente a medida que se vaya realizando (se necesitará menos gasolina, se evitará la hora punta, se encontrarán atajos, etc.), el proceso de aprender a aprender podría convertirse en un fin en sí mismo y no solo en una manera de llegar de un punto a otro.

¿Cuántas veces personas altamente capacitadas han abandonado un proyecto porque no han entendido que aprender llevar tiempo?

En términos básicos, la curva de aprendizaje es una representación gráfica de la relación entre lo que se puede aprender y el tiempo que toma hacerlo, pequeño pero esencial detalle que tendemos olvidar y que se convierte en una fuente de frustración para estudiantes y profesores, como para cualquiera que pretenda aprender, ya sea a bailar bachata, cocinar una tortilla, programar, o acceder a la plataforma de nóminas de la empresa.

¿Cuántas veces personas altamente capacitadas han abandonado un proyecto porque no han entendido que aprender lleva tiempo? Muchos podríamos levantar la mano, especialmente en una sociedad frenética que genera expectativas absurdas y alimenta los dispositivos que nos rodean y que, literalmente, nos roban la atención.

Por eso debemos tener la máxima de la paciencia más presente que nunca en el aprendizaje, ya sea en el ámbito personal, social, de pareja, académico o laboral. Se ha de entender que el mero concepto de aprender es algo que se oxida o se engrasa, que depende de muchas circunstancias, y que nos merecemos tener paciencia tanto con nosotros mismos como con los demás, algo que crítico para el conseguir éxito de cualquier proyecto.

Para aprovechar el verdadero potencial de la curva de aprendizaje, que es diferente en cada caso y depende tanto de factores genéticos y socioculturales como de la práctica, lo que es indudable es que se debe reconocer el poder transformador de aprender a aprender. Esta habilidad no es innata: se cultiva a través del esfuerzo y el tesón, pero también requiere de una gran dosis de empatía, especialmente si estamos en el lado de los que ya dominan una tarea y no recordamos la pésima experiencia de «la primera vez».

Si comprendemos los estilos de aprendizaje, aplicamos técnicas de enseñanza efectivas (que siempre pasan por lo interactivo y nunca por ser un mero receptáculo de datos deslavazados) y vamos adaptando las maneras de aprender a los nuevos tiempos (antes se decía que «la letra con sangre entra», para definir un estilo de aprendizaje dictatorial y casi violento, mientras que ahora se está viendo, por ejemplo,  el enorme impacto que tienen las emociones en el desarrollo de nuevas conexiones neuronales), no solo seremos individuos, organizaciones y estructuras familiares y sociales más efectivas, sino que además disfrutaremos más del proceso de conocer cómo funciona el mundo, que pasará de ser una tortura a un gozo, y que es una de las cosas más maravillosas de las que disponemos como humanos.


Fabio Zamarreño es doctor en Psicología Organizacional, profesor y director del curso Transformaciones del Trabajo en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).

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