Pensamiento

La constancia abre la piedra

Desde los versos del poeta romano Ovidio hasta los vídeos de rutinas en internet, la constancia demuestra que importa más el trabajo sostenido en el tiempo, aunque parezca poca cosa, que los grandes esfuerzos realizados en un corto periodo.

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04
enero
2024

El poeta romano Ovidio fue exiliado por el emperador Augusto al mar Negro en el año 8 d. C. Allí pasó los últimos 9 años de su vida, en los que nunca perdió la esperanza de regresar a su hogar en Roma. Escribió dos conjuntos de poemas, las Tristes y las Epístolas desde el Ponto, composiciones elegíacas en las que lamentaba su destino y se dirigía en cartas sin respuesta a quienes permanecían en Roma, lejos de él.

En una de las cartas-poema, Ovidio habla de su tenacidad y de la constancia que está demostrando durante su exilio, que sin embargo no es suficiente: ya son 6 años en el mar Negro, dice, antes de explicar que incluso su enorme paciencia está siendo puesta a prueba. Aunque pone una serie de ejemplos (nos habla de la perseverancia y paciencia de Ulises en su viaje de regreso), hay un verso que, por su plasticidad, nos ha llegado con fuerza: «La gota horada la piedra».

Esta sentencia, que en la Edad Media se amplió y se fijó como «La gota horada la piedra, no por la fuerza, sino por la constancia», encuentra reminiscencias en el refranero español en frases como «gota a gota se llena la bota» o «gota a gota la mar se agota». El significado último de la sentencia es algo tan universal como fundamental: la constancia consigue grandes cosas, tanto para bien como para mal.

Decía Ovidio que «la gota horada la piedra, no por su fuerza, sino por su constancia»

Así, la tenacidad puede crear grandes problemas a base de pequeños males perpetuados en el tiempo. Una simple gota de agua abrirá un gran agujero en una piedra si cae continuamente durante muchos días, del mismo modo que una pequeña molestia puede hacerse grande si se alarga en el tiempo. Otra expresión popular para hablar de la constancia en términos negativos se refiere a la gota china, un tipo de tortura psicológica originaria del siglo XV que se utilizaba para enloquecer al torturado mediante un mecanismo muy simple: la caída de una gota de agua en intervalos constantes, durante tanto tiempo que el líquido se volvía insoportable.

Pero, por otro lado, es necesario decir que la constancia también puede conducirnos a conseguir grandes objetivos con relativa sencillez. Volviendo una vez más al acervo popular, es imposible no recordar la fábula de la cigarra y la hormiga de Samaniego, en la que una hormiga, con su constancia y su previsión, conseguía sobrevivir mejor al invierno que la perezosa cigarra, que lo había dejado todo para el último momento y por ello se veía desprovista de alimentos. Al acudir a otras grandes obras de la literatura veremos que muchos autores se han pronunciado a propósito de la importancia de la tenacidad; quizás uno de los mejores ejemplos es el dramaturgo inglés William Shakespeare en su pieza Los dos hidalgos de Verona: «Cielos, si el hombre fuera constante, ¡sería perfecto!».

Todos estos autores han sabido subrayar lo importante que es la constancia en nuestro día a día, especialmente cuando queremos adoptar un modus vivendi que nos ayude a conseguir nuestros objetivos. Si nos vamos al ámbito académico o laboral, la constancia es una de las más importantes soft skills, esas habilidades que hoy valoran tanto las empresas e instituciones y que no se aprenden en ninguna escuela, sino a través del trabajo sobre uno mismo.

A la hora de llevar a cabo una tarea, importa más el trabajo constante, aunque parezca poca cosa, que los grandes esfuerzos realizados en un corto periodo de tiempo. ¿No hemos recibido todos el consejo de un profesor que nos decía que era mejor estudiar 10 minutos al día y no toda la noche anterior al examen? ¿No están acaso llenas las redes sociales de vídeos con consejos para cambiar los hábitos en los que la premisa básica es que hay hacerlo cada día, sin fallar? Podríamos hablar, por ejemplo, de las rutinas de skincare o de gimnasio, pequeños pasos que con la suficiente tenacidad pueden llevar a grandes cambios en nuestro físico. Sin embargo, hay que añadir que, en casos como esos, sucede que a veces lo que debería ser algo positivo acaba convirtiéndose en una obsesión, y la constancia se convierte en una cárcel más que en una ayuda.

Volvamos a Ovidio. El poeta romano, en su carta desde el mar Negro, decía que «el tiempo devorador lo destruye todo». Las pequeñas malas acciones que se hacen constantes pueden suponer nuestra perdición, por ello, debemos enfocarnos en convertirlas en momentos positivos y hacer que la gota que cae constantemente juegue a nuestro favor, atravesando la piedra por donde nosotros queremos y necesitamos. Una lección básica de vida que, una vez más, aparece por primera vez en los clásicos, autores que siempre están de actualidad.

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