Cultura

«La moral burguesa para las mujeres fue un hachazo, peor que la del Antiguo Régimen»

Artículo

¿QUIERES COLABORAR CON ETHIC?

Si quieres apoyar el periodismo de calidad y comprometido puedes hacerte socio de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año a partir de una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos).

COLABORA
02
noviembre
2023

Artículo

Como secuela de su exitoso ensayoLas olvidadas’, Ángeles Caso (Gijón, 1969) regresa con un ensayo en el que vuelve a rescatar biografías de mujeres excepcionales, en esta ocasión acotadas en los siglos XVIII y XIX, a caballo entre la crónica, la historia y el feminismo. Pintoras como Élisabeth Vigée Le Brun o Adélaïde Labille-Guiard; ilustradas como la duquesa de Osuna; científicas como la marquesa de Châtelet o Ada Lovelace y revolucionarias traicionadas, como Olympe de Gouges y Mary Wollstonecraft, son convocadas en una investigación que traza una línea genealógica que entronca con nuestros días. El resultado, Las desheredadas (Lumen, 2023).


En su libro habla de «las desheredadas», pero más bien, ¿no seremos nosotros los desheredados, que nos hemos perdido el auténtico legado de estas mujeres?

Es verdad, tenemos este vacío enorme, no solo en cuanto a nuestro conocimiento del pasado, del pasado de nuestra sociedad, de la historia, sino también de nuestro pasado individual, familiar… la ausencia, lo borrado, el agujero negro al que han sido arrojadas las mujeres nos ha dejado huérfanos, nos hemos perdido mucho al no saber de ellas.

¿Cuál ha sido el criterio para hablar de estas mujeres a las que dedica el libro? ¿Por qué rescatar la figura de unas y no de otras, por qué la duquesa de Osuna y no, por ejemplo, la condesa de Chinchón?

No puedo hablar de todas, ojalá… El criterio que he seguido, sobre todo, es la cantidad de información de que se disponía de ellas, y también un criterio personal, ya que me interesaba personalmente hablar de algunas de ellas, porque me resultaban muy interesantes… A pesar de todo, he tratado de mantener una mirada objetiva, aunque es difícil evitar que dediques más tiempo a aquello que te interesa más. En general, he quedado bastante satisfecha con el resultado final.

En España se observa una gran laguna en cuanto a mujeres que se dedicaron a determinados ámbitos como ciencia, pintura, escultura… como si la Ilustración no hubiese calado en nuestro país. ¿Eso se debe al papel de la Iglesia, pese a que hubiera algunas figuras, como el padre Feijoo, muy modernas?

A partir del XVIII, España se va alejando culturalmente del resto de Europa y eso se nota en algunas disciplinas, especialmente en el caso de las mujeres. Los datos de alfabetización del siglo XIX en nuestro país comparados con países vecinos sonrojan, son muy bajos y, en lo referido a mujeres, escandalosos. A partir del XVIII, Europa sigue un camino de avance y progreso, de cierta igualdad, pero España se queda atascada en un pantano debido, sobre todo, a la influencia de la Iglesia católica. Cuando investigas este periodo te das cuenta de que España siempre va por detrás, siempre atufa a ranciedad. A esto se añade que el proceso de investigación de género también ha ido más lento, ha costado más, ha habido una mayor resistencia, en las becas de investigación, en quienes dirigen tesis doctorales, en quienes están al frente de los departamentos… aunque es verdad que se está trabajando mucho y bien, tenemos todavía un decalage respeto de otros países. Tal vez nuestro panorama fue más desértico porque lo fue de verdad y, tal vez, porque aún nos falta avanzar en la investigación.

¿De qué modo la burguesía, que pareciera representar la igualdad y la liberación femenina, también lastró la posición social de la mujer?

La teoría que sostengo es que la sociedad burguesa, que surge a partir de la Revolución francesa y que se extiende por toda Europa, originando los procesos de democratización y la implantación del liberalismo, perjudicó sin embargo enormemente a las mujeres, más que la sociedad anterior, lo que conocemos como Antiguo Régimen. El Antiguo Régimen era misógino, pero al tiempo reconoce el poder, la actividad, la inteligencia de la mujer. Pero la burguesía esconde la misoginia y envuelve a la mujer en una especie de caramelo en el que la mujer no peca, no conoce el vicio, no tiene cuerpo, es el ángel del hogar y está al servicio de la vida doméstica. El ideal franquista de la mujer está tomado del ideal de la mujer construido en el XIX, justo cuando nace la Historia como disciplina moderna y se construye desde la mirada masculina, para la que la mujer no ocupa ningún lugar más allá del doméstico. La moral burguesa para las mujeres fue un hachazo, fue peor que la del Antiguo Régimen.

Es exactamente la imagen que ofrece la Iglesia de la mujer…

Sí, la Iglesia se alinea con la burguesía en ese relato de ángel del hogar. Antes nos la había presentado como Hija de Eva, la tentada por el demonio, etc., pero, aunque a regañadientes, admitía la valía que tenía. Con la llegada de la sociedad burguesa, cambia y envuelve a la mujer en un halo de inexistencia, de dulzura perpetua, de sumisión. Ese modelo, el de la mujer como ser dulce, sumisa, callada, es muy moderno.

La escritora romántica Carolina Coronado, de quien también habla en el libro, alude a una «hermandad lírica». Antes las escritoras eran pecios, pero a día de hoy, ¿existe algo así entre las mujeres, esos vasos comunicantes?

Sí, vivimos un momento en el que las redes femeninas y feministas son muy importantes y poderosas, y llevamos muchos años haciendo frente a un patriarcado y un machismo inherentes en la sociedad y nos apoyamos muchísimo. Basta mencionar el tema de Rubiales. Hay una reacción generalizada en contra del abuso, ante cualquier atisbo de machismo o de violencia. Y eso afecta también a las escritoras, sobre todo a las jóvenes, en un mundo, el de la escritura, en el que pese a todo hay mucha competitividad.

«Se nos ha menospreciado tanto que igual si cito a Emily Brönte como referente literario piensan que soy una cursi»

Entrevisto a muchos escritores y tengo la experiencia de que ellos citan muchísimos más a otros maestros y compañeros que ellas.

Es cierto que tengo buena relación con casi todas las escritoras de mi edad, pero no una amistad. Esto que dices puede deberse a que nos cuesta reconocernos en nuestra propia genealogía. Por eso libros como el mío siguen siendo muy necesarios, porque nos robaron la genealogía cultural y nos cuesta reconstruirla y ser conscientes de que la tenemos. Me siento hija de Homero, Homero fue de mis primeras lecturas, lo releo todos los años, pero también soy hija de Safo y de Enheduanna, la primera persona que firmó un texto literario y que fue, precisamente, una mujer. Nos las han escondido tanto que nos cuesta hacernos conscientes de esa genealogía. Se nos ha menospreciado tanto que igual si cito a Emily Brönte como referente literario piensan que soy una cursi.

¿Qué explica que genios como Paul Claudel, su hermano, o Rodin, su amante, sojuzgaran a alguien tan brillante como ellos, Camille, por el hecho de ser mujer?

Las rebeldes pagaron un precio altísimo… Camille terminó encerrada de por vida, y no fue la única a la que encerraron.

… a la pintora Ángeles Santos, también, por su vida disoluta…

Poco tiempo, pero sí, y a Leonora Carrington, en Santander…

… con el maquiavélico doctor Morales…

Terrible. Son muchas las mujeres que, cuando rompían la norma, sobre todo si venían de buenas familias, que asumían esa construcción de lo femenino tan férrea, acababan encerradas porque sus familias no sabían qué hacer con ellas. El caso de Camille Claudel es terrible, tanto por su madre como por su hermano, que ni siquiera fue a su entierro. Nunca le perdonaron que se hubiera saltado la moral burguesa y católica. ¡A saber cómo era la vida privada de Paul Claudel!, pero igual no era intachable, como quiere transmitir con las recriminaciones a su hermana.

¿De dónde surge la voluntad y el coraje de estas mujeres a pesar de tener todo y a todos en contra?

No lo sé, me lo pregunto constantemente. Para mí son heroínas. Me las imagino de niñas muy activas, muy inteligentes, con muchas ganas de aprender y explorar el mundo, sensibles, con mucho talento, y ya de adultas con esa fuerza que les nace de niñas y que perdura en ellas y les permite enfrentarse con normas, reglas y muros. Pero, insisto, hay que ser heroicas. Me producen admiración: si nosotras lo tenemos complicado, fíjate ellas. Y ellas de las que sabemos, pero cuántas habrán quedado en el olvido, porque de los hombres tenemos todo tipo de referencias, tanto si eran genios, como si eran buenos o mediocres.

¿Por cuál de todas estas mujeres que deambulan por su ensayo tiene especial querencia?

Admiro y adoro a Pardo Bazán. La descubrí de pequeña, con trece o catorce años; como mi padre era catedrático de literatura me dijo que la leyera, y me dio Los pazos de Ulloa. Me quedé fascinada, creo recordar que lo cogí con prejuicio, precisamente por ser una mujer, pero me quedé prendada. Ya había leído a Clarín, Galdós, Flaubert, Stendhal, Balzac… Me enamoré de su escritura, en especial de sus relatos, son extraordinarios, de lo mejor que hay en España. Con el tiempo, descubrí el personaje, la persona y la lucha que emprendió, siendo al tiempo conservadora en lo político, porque era monárquica y católica, pero tiene una vida fascinante en la que lucha por la causa feminista. Es una mujer extraordinaria que estuvo muy sola.

Galdós no estuvo a la altura, resultó al respecto un tanto tibio…

Lo fue.

«En mi cabeza no había distinciones entre un hombre y una mujer a la hora de escribir, pero comprobé que muchísimas personas no leían a mujeres por el hecho de serlo»

Cita en el ensayo el caso de Muñoz Molina, quien reconoce que no leyó a Virginia Woolf hasta los cincuenta años porque era una mujer.

Ese prejuicio contra la literatura escrita por mujeres era enorme, todavía existe. Aquel artículo me marcó, porque yo siempre había creído que eso no existía, porque en mi cabeza nunca hubo distinciones entre un hombre y una mujer a la hora de escribir, hasta que dos amigos míos, un cantante de rock y un publicista me dijeron eso mismo, que ellos no leían a mujeres… y a partir de ahí comprobé que era verdad, que había muchísimas personas, mujeres incluidas, que no leían a mujeres por el hecho de serlo. Entonces fui prestando atención, y descubrí, por ejemplo, el tono de la crítica literaria cuando hablaba de escritoras. Yo misma he vivido cosas inimaginables de haberme tratado de un hombre.

¿Por ejemplo?

Recuerdo cuando gané el premio Fernando Lara, que recogí en Sevilla, una crónica de un periódico de tirada nacional, escrita por una mujer, que hablaba de mi escote… y, sin ir más lejos, tenemos el caso de J.K. Rowling, que tuvo que usar iniciales para que no se supiera que era una mujer.

Y ahora la acusan de transfóbica y de no sé cuántas cosas más…

Eso me hace pensar en una escena de La vida de Brian en la que un grupo de palestinos que conspiran por la liberación de su país terminan riñendo. Al final, se crean pequeñas sectas que anteponen los matices de las diferencias a aquello que las une, no solo en la lucha feminista, también en la obrera, la ecologista…

¿De este libro qué ha aprendido de usted misma?

Ja, ja, ja, pues… que me ha hecho mejor persona, me ha esponjado. Cuando me puse a escribirlo, estaba en un momento difícil, y creo que su escritura me ha dulcificado, estas vidas me han conmovido, sobre todo pensar cómo, tiempo después, seguimos luchando, aunque, por fortuna, no lo tenemos tan difícil como lo tuvieron ellas. Sí, me ha venido bien escribir este libro.

Estas mujeres, ¿eran conscientes de lo que hacían, del lugar que ocuparían?

Algunas sí, no todas. Pardo Bazán era muy consciente, desde luego. No tanto Camille Claudel, por ejemplo, aunque no tenemos documentos de primera mano para afirmarlo con rotundidad. Desde luego sí tenían conciencia mujeres como Olympe de Gouges, que escribió la Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana, base elemental de la lucha feminista. Esas mujeres sansimonianas, como Flora Tristán, se dan cuenta de que están contribuyendo a una causa que perjudica a las mujeres, y se plantan. Vienen a decir que «las mujeres no podemos seguir siendo las proletarias de los proletarios», y defienden su causa con uñas y dientes. Les debemos muchísimo.

¿Alguna mujer que, a su pesar, se haya quedado fuera de este estudio por falta, como decía al principio de esta conversación, de información suficiente?

Sí, algunas pintoras españolas, por ejemplo, Aurelia Navarro, interesantísima. Hay un autorretrato suyo en El Prado, desnuda, como homenaje a la Venus del espejo, de Velázquez, y acabó encerrada en un convento, probablemente llevada por su familia, aunque no se sabe. Hay otra obra suya en manos de sus descendientes, pero no la hacen pública. También María Luisa Puiggener, nacida en Jerez, otra pintora interesantísima, muy social, centrada en mujeres mendigando, pasándolo mal…

ARTÍCULOS RELACIONADOS

COMENTARIOS

SUSCRÍBETE A NUESTRA NEWSLETTER

Suscríbete a nuestro boletín semanal y recibe en tu email nuestras novedades, noticias y entrevistas

SUSCRIBIRME