Opinión

Que baje Dios a llenarnos la nevera

La sociedad percibe a las empresas como el único agente capaz de dar soluciones reales a los retos actuales. Tragados por las prisas, las obligaciones, las expectativas y las ilusiones frustradas, hemos depositado en terceros la fe para la solución a nuestro progreso como sociedad y eso es como esperar a que baje Dios a llenarnos la nevera.

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16
noviembre
2023

En 1804 Haití se independizó de Francia. Esclavos derrotando al colonialismo, personas con una fuerza inmensa: la de la superación y el logro de la libertad; ingredientes que iniciaban un nuevo proyecto de vida para las generaciones venideras. Un proyecto que, lejos de ir tirando, apenas ha movido su aguja de desarrollo desde entonces.

Del otro lado, Finlandia se independizó de Rusia en 1917. A pesar de la ventaja de más de 100 años que le lleva Haití, Finlandia ha logrado ser referente mundial en bienestar e igualdad de oportunidades, mientras que Haití es uno de los países más pobres del mundo que afronta desafíos imposibles hacia el desarrollo sostenible, a pesar de los esfuerzos de los propios haitianos, de la comunidad internacional y de algunas organizaciones no gubernamentales.

Haití y Finlandia, del altruismo al activismo. La muestra de lo que logra un altruismo unido al KPI del propio beneficio del altruista (miseria) versus el activismo de Finlandia conectado con un bien mayor, el de crear una sociedad sana y sostenible (calidad de vida).

Superficialidades aparte (nótese la ironía), el barómetro de confianza de Edelman de 2022 pone en el centro de mira a las empresas. La sociedad las percibe como el único agente capaz de dar soluciones reales a los retos actuales. Tragados por las prisas, las obligaciones, las expectativas y las ilusiones frustradas, hemos depositado en terceros la fe para la solución a nuestro progreso como sociedad y eso es como esperar a que baje Dios a llenarnos la nevera.

En las empresas, donde tanto nos gustan los KPI, tenemos muy claro los importes destinados a políticas de RSC, ESG, lo gastado en voluntariado, etc.

En las empresas, donde tanto nos gustan los KPI, tenemos muy claro los importes destinados a políticas de RSC, ESG, lo gastado en voluntariado, etc. Es una estrategia (más bien un proceso) fácil y permite tener un traje bien lucido de capital destinado al impacto social, aunque bien debería nombrarse paliativo social. Y es que, sea cual fuere el propósito de una organización, brillan por su ausencia las organizaciones cuya motivación principal al trabajar sus eses sea conectarse con un bien mayor al propio negocio, por lo que, lo destinado a la mejora de la sociedad, no pasa de tiritas para curar hachazos.

Y mientras las empresas tratan de encontrar el camino adecuado para un impacto real en la sociedad, el Gobierno se llena de conceptos y palabras, palabros y palabres que confunden al propio Chat GPT. Algún día a alguien se le ocurrirá revisar una enciclopedia para buscar el significado etimológico de la palabra sociedad y encontrará elaboraciones del castellano antiguo (casi lengua íbera) como colaboración, responsabilidad y unión, que se han perdido en la percepción contemporánea de la palabra: conjunto de personas que viven en un mismo lugar.

Que baje Dios a llenarnos la nevera es realmente cómodo, no lo vamos a negar, y de ilusión también se vive, que decía mi estimado Calderón de la Barca. Y, por si acaso, aquí estoy oliendo a tierra escarbando en la búsqueda de las patatas: hago un llamamiento a todas las organizaciones para que equilibren sus políticas sociales y las conecten con un bien mayor, un movimiento activista decidido, público y deliberado que nos devuelva el imán a nuestra brújula del bienestar, la colaboración, la cocreación, la reflexión, la conciencia, la unión y el bien comunitario.


Ízaro Assa de Amilibia es Global Diversity Manager de BBVA.

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