Derechos Humanos
Haití: camino a la recuperación
Diana Valcárcel, de Unicef, vivió en Haití tras el terremoto que sacudió los frágiles cimientos de este país. En ese artículo arroja una mirada optimista, aunque cauta.
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COLABORA2013
Diana Valcárcel, especialista de Unicef España, vivió en Haití tras el terremoto que sacudió los frágiles cimientos de este país en enero de 2010. En ese artículo arroja una mirada optimista -aunque cauta- en torno al futuro de uno de los países más pobres del mundo.
Hace algo más de tres años, Haití vivió una de las mayores tragedias de su historia reciente. Fue el 12 de enero de 2010. Un terremoto de magnitud 7 en la escala Richter hizo temblar la tierra arrastrando a su población a una compleja crisis humanitaria y sumiendo al país aún más en la pobreza de la que ya antes adolecía. Haití era, antes del terremoto, el país más pobre de América Latina y Caribe.
El terremoto y sus terribles consecuencias, especialmente para la infancia, fue enseguida calificado por la comunidad internacional como una de las catástrofes más devastadoras de todos los tiempos.
Las cifras dan cuenta de la dimensión de la catástrofe: 220.000 personas murieron en el desastre, 300.000 resultaron heridas y más de 4.000 perdieron a algún familiar al quedar atrapados bajo lo que alguna vez fue su hogar, escuela o lugar de trabajo.
Un escenario desolador. Todo acabó destruido, arrasado, en ruinas. Los servicios sociales del país se vieron superados por la envergadura y voracidad del desastre, debiendo hacer frente de forma inmediata a las necesidades de los supervivientes, que quedaron expuestos a la desprotección y la vulnerabilidad.
El terremoto conmovió al mundo entero. De ahí que poco después del movimiento, la comunidad internacional tomó una decisión que resultó decisiva. Una movilización internacional que propició un movimiento solidario con pocos precedentes. Más de un centenar de países respondieron inmediatamente, enviando algún tipo de ayuda, desde equipos de rescate y asistencia, a alimentos y medicinas.
En un país donde el 43% de la población son niños, la protección de la infancia era claramente una prioridad. Además, en ésta, como en cualquier otra tragedia fruto de desastres naturales o crisis humanitarias, los niños han sido los más vulnerables entre los afectados.
Desde el primer momento, el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia, UNICEF, que ya trabajaba en Haití antes de que ocurriera esta tragedia, puso en marcha su dispositivo de emergencia para atender a los niños y sus familias de manera inmediata. Salvar vidas era la necesidad más imperiosa y el principal objetivo de UNICEF ante una situación tan devastadora.
Vidas como la de Jeanne, una joven embarazada de seis meses que perdió a su padre y a su marido durante el seísmo. Testigo directo de la tragedia, vio como la naturaleza se llevaba a sus seres queridos, dejándola sin su casa y sin medios para sobrevivir. Además, era seropositiva y había perdido su tratamiento antirretroviral durante el terremoto.
Como parte de la respuesta inmediata de UNICEF, se instalaron campamentos en los que se distribuía comida, enseres y agua, a la vez que se proporcionaba apoyo psicosocial. Fuera de los campamentos se llevaron a cabo múltiples programas orientados a la supervivencia y protección de los niños. Por ejemplo, a través de organizaciones locales se apoyó a personas con VIH para que continuaran su tratamiento. Intervenciones como ésta, permitieron a Jeanne dar a luz a una niña libre del virus. UNICEF también trabajó en la reunificación familiar de niños que habían perdido a sus padres tras el terremoto. Son solo algunos ejemplos de los resultados que se consiguieron para la población haitiana afectada.
UNICEF trabajó también con el gobierno en la coordinación de la respuesta humanitaria y en las actividades iniciales, aunando así una respuesta conjunta de todos los actores y organizaciones de ayuda humanitaria.
Tres años después de este dramático suceso, se han registrado logros en este pequeño estado de tan solo 9,9 millones de habitantes. Aunque sigue siendo uno de los países más pobres del mundo, situado en el puesto 158 de los 187 estados componentes del Índice de Desarrollo Humano del PNUD. Los avances conseguidos son una muestra más de las posibilidades de recuperación. Según UNICEF, desde el año 2010 la desnutrición aguda grave de menores de 5 años se ha reducido a la mitad; el acceso a servicios de saneamiento adecuados se ha duplicado; y el 77% de los niños asiste a la escuela primaria.
Es importante reconocer que la situación en el país sigue siendo de extremada vulnerabilidad: 358.000 personas viven todavía en campos de desplazados, sólo en la capital hay unos 500 campamentos; la gran mayoría de la población rural, la más aislada y por tanto más vulnerable, tiene acceso limitado a los servicios básicos; y las altas tasas de desempleo hacen que la población vea con incertidumbre su futuro más inmediato.
Los niños de Haití siguen necesitando nuestra atención y los esfuerzos deben continuar con el mismo grado de urgencia que hace tres años. Muchos niños y niñas siguen viviendo en condiciones inaceptables, muchos lactantes y menores de 5 años siguen expuestos a enfermedades que pueden prevenirse con vacunas, muchos siguen excluidos del sistema educativo convirtiéndose en víctimas de la violencia física y sexual, de la trata y la explotación y muchos adolescentes ven como las oportunidades pasan de largo.
La protección de la infancia y la cobertura de sus necesidades básicas sigue siendo una prioridad para UNICEF. La que fuera Representante en Haití durante el trabajo de apoyo a las víctimas del seísmo, Françoise Ackermans, considera que hay razones para ser optimistas, aunque el optimismo debe acompañarse de cautela, ya que la situación sigue siendo muy precaria para muchos.
Han pasado tres años y parece que Haití da pasos hacia adelante, pero sigue siendo imprescindible la ayuda de la comunidad internacional y de todos los donantes para no retroceder en el incansable camino hacia el desarrollo, el bienestar y la plena realización de derechos. Y en este esfuerzo, resulta fundamental la colaboración de toda la sociedad. De todos.
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