Opinión

La Ley Suprema

España destaca en algo intangible, una característica que solo valoramos en su justa medida cuando la perdemos: la seguridad, que, según dijo Cicerón, debe ser la ley suprema de una nación.

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05
octubre
2023

¿Por qué se vive tan bien en España? ¿Por la comida? Sí, es buena y variada. Cualquier región, incluso cualquier comarca, del norte o sur de la península puede tener un menú de delicias gastronómicas más amplio que el de varios países europeos en su conjunto. Pero en otros lugares también se come de maravilla, ya sea por méritos propios o por la adopción de ingredientes y recetas mediterráneas. Además, no solo de pan vive el hombre y la mujer. ¿Por el sol? Sí, también es importante, pero, con el calentamiento global, empieza a ser una molestia en determinadas fechas. ¿Por sus gentes, que diría Julio Iglesias? También, pero, aun valorando mucho nuestra idiosincrasia, Julio sigue residiendo en Miami.

Creo que realmente destacamos en algo intangible, una característica que es inodora, incolora e insípida, y que no es el agua, pero que, como el líquido elemento, solo valoramos en su justa medida cuando la perdemos: la seguridad. España es ese país en el que, a diferencia de lo que sucede en el 95% restante del planeta, una persona se puede sentir segura a cualquier hora del día en cualquier rincón del país. En casi cualquier sociedad occidental, incluso en aquellas más ricas y con mayor tradición democrática, existen lugares en los que, te dicen, es mejor que no entres. También ocurría en los aledaños de algunas ciudades españolas hace años, en aquellos «barrios chungos»; pero ya no. En la mayor parte de Europa hay distritos en los que prácticamente nunca entra una patrulla policial. En muchas ciudades americanas cualquier establecimiento, de un bar a un supermercado, tiene seguratas armados con pistola y pertrechados con chaleco antibalas. Y es un fenómeno creciente, que asociamos con las grandes metrópolis latinoamericanas, pero que se ha expandido. A pesar de que el crimen, en el mundo en su conjunto, está cayendo, encontramos cada vez más barrios «desconectados» de la institucionalidad pública. Hasta en la paradisíaca Escandinavia la segregación es un problema en alza.

España es diferente. ¿O era? ¿Estamos asistiendo a una pérdida progresiva de la sensación de seguridad ciudadana? Si miramos las noticias de estos meses y las comparamos con las de hace cinco o diez años, encontraremos un aumento notable de las referencias a asesinatos por violencia machista, agresiones sexuales, ciberacosos, pornografía infantil y, en general, delitos contra la integridad física y sexual de mujeres y menores.

A pesar de que el crimen, en el mundo en su conjunto, está cayendo, encontramos cada vez más barrios «desconectados» de la institucionalidad pública

Cuando aumentan las estadísticas de un crimen horrendo uno nunca sabe si es la peor noticia del mundo o el inicio de la mejor. Es decir, ¿suben las cifras porque se cometen más delitos o, al contrario, porque por primera vez la sociedad se está enfrentando a esa lacra y aumentan las denuncias y las investigaciones policiales? Creo que ambos fenómenos están sucediendo a la vez y, como sociedad, deberíamos ser capaces de distinguirlos para abordar el problema de relativa sensación de falta de seguridad.

Por un lado, y a raíz de las discusiones en torno a la Ley del Solo Sí es Sí, España entera ha pensado más sobre la libertad sexual, sobre qué es consentimiento y qué no. De esta reflexión colectiva no ha salido un consenso cerrado, unívoco e irrefutable, pero sí una mayor concienciación del problema que padecen, y han padecido históricamente, las mujeres y las personas más vulnerables, por edad o discapacidad. Y comportamientos que antes se veían normales ahora se denuncian. Ocurrió en otros países. En Suecia se produjo un repunte del 75% de las sentencias por violación dos años después de la puesta en marcha de ley de consentimiento sexual.

Por otro lado, no solo ha cambiado cómo vemos los hechos delictivos, sino que también han cambiado esos hechos. Algunos han aumentado. La banalización del sexo que favorecen las nuevas tecnologías, con el acceso rápido de los adolescentes a la pornografía o a apps que permiten montar videos sexuales deepfake, ha contribuido al crecimiento de delitos sexuales cometidos por los más jóvenes.

De nuevo, las cifras son preocupantes, pero no alarmantes. Seguimos viviendo en un país muy seguro. Pero hay que prestar atención a este problema. Dijo Cicerón que la seguridad (entendida en un sentido genérico) debía ser la ley suprema de una nación. Durante estos 2.000 años le hemos ido haciendo cada vez más caso. No cambiemos esa tendencia histórica.

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