Opinión

La táctica Guardiola

En política, al igual que en el deporte rey, la clave reside en ocupar los espacios: el PP puede estar consiguiéndolo con mayor éxito a pesar de cierta incoherencia ideológica. Justo al contrario que el PSOE, cuya mayor coherencia ideológica no parece ayudarle a adentrarse en el centro y la derecha.

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05
julio
2023

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¿Cuál es la mayor diferencia entre el fútbol (o el baloncesto) de antaño y el de hoy? Mira un partido del Real Madrid o Barça de hace 25 años y uno de ahora (en categoría masculina o femenina). Compara el United de Beckham y el City de Guardiola. O los Chicago Bulls y Los Angeles Lakers de ayer con los Denver Nuggets y Miami Heat actuales. Es como si estuviéramos viendo deportes distintos. 

En las disciplinas por equipos, las jugadas son más rápidas e imprevisibles. A primera vista, el secreto parece estar en el poderío atlético de los Lebron James, Haaland o Putellas, en comparación con sus predecesores. Fruto de una mejor nutrición, unos entrenamientos más controlados y unas fórmulas más amplias de selección de deportistas, la capacidad física de los deportistas no para de crecer. 

Pero el progreso más importante no ha sido el de los deportistas individuales, sino el del juego colectivo: se ha revolucionado la ocupación de los espacios. Los equipos tratan de extender las posibilidades del terreno de ataque, buscando que el balón y las oportunidades de anotación emerjan en cualquier lugar de la cancha al tiempo que, en defensa, asfixian el espacio rival. Lo que hace mágico a los conjuntos dirigidos por Pep Guardiola no es la excepcionalidad de sus jugadores –que otros clubes también tienen, sobre todo si cuentan con la generosa financiación de los petrodólares–, sino de su juego, de ensanchar su zona de ataque y estrechar la del adversario.  

«Los resultados del 28-M y las encuestas del 23-J indican que los populares han ocupado un terreno de juego amplísimo en el espectro ideológico»

Eso mismo ocurre en la política: la clave del triunfo es ocupar el máximo espacio posible sin deshilacharse. La diferencia significativa entre la política de hoy y la de ayer no está en las mayores habilidades –intelectuales, retóricas o mediáticas– de los políticos actuales en comparación con los del pasado, a pesar de que muchos de nuestros representantes están mucho más preparados que sus antecesores, ya que se ha profesionalizado la formación de los cuadros de los partidos. Otra cosa es que los buenos políticos tengan luego los incentivos para quedarse o no. La divergencia relevante está, como en el fútbol, en saber jugar con los espacios. 

El PP de Feijóo está aplicando este manual guardiolista (de Pep y de María Guardiola) con éxito. Los resultados electorales del 28-M y las encuestas del 23-J indican que los populares han ocupado un terreno de juego amplísimo en el espectro ideológico que va de exvotantes del PSOE socialdemócratas en lo económico y liberales en lo cultural, a neoliberales económicos y ultra-cayetanos sociales que vivieron un romance fugaz con Vox y ahora vuelven al PP, pasando por casi todos los votantes y la intelligentsia de Ciudadanos.  

Es difícil apelar a un electorado tan plural. Son obvias las contradicciones entre el discurso de algunos dirigentes del PP, homologable al de muchos de sus correligionarios europeos que defienden impedir el acceso al gobierno de la extrema derecha (incluso aunque se acepten apoyos puntuales), y las acciones de otros, ansiosos por repartirse los gobiernos con Vox, y entregando un número significativo de consejerías autonómicas y vicealcaldías al partido de Abascal. 

De momento, Feijóo mantiene las incoherencias ideológicas sin perder credibilidad. Y eso es posible gracias a dos virtudes. Primero, el líder del PP delega responsabilidad en los barones, en los políticos que están sobre el terreno, como hacen los buenos entrenadores con los grandes jugadores. Obviamente, se imponen directrices desde Génova, pero parafraseando a Guardiola (Pep), Feijóo usa «la táctica para crear algunos patrones y que todos estén más cómodos» y así puedan «expresar su talento lo máximo posible». En segundo lugar, Feijóo intenta quitar gravedad a los asuntos. «Vamos a dejar que los días discurran», dijo en relación a las negociaciones entre las direcciones territoriales del PP y las de Vox.

Exactamente lo contrario le ocurre al PSOE de Sánchez. Es ideológicamente coherente, pero poco creíble más allá de su zona natural, el centro-izquierda. No es por escasez de méritos personales, pues es difícil encontrar un talento político más innato que el de Sánchez. Nadie argumenta ni comunica con su elocuencia y elegancia. Pero sólo juega en la banda izquierda, abandonando las incursiones por el centro y la derecha. Y en la política moderna, con eso no alcanza. Sánchez tiene una zurda de oro, virtuosa, pero insuficiente.

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