Siglo XXI
¿Quién quiere controlar los recursos de la Luna?
La carrera espacial por llegar a la Luna ha vuelto a convertirse en una prioridad internacional. ¿Qué se espera encontrar allí y por qué ha crecido tanto el interés por nuestro satélite?
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El hombre pisó la Luna por primera vez en 1969. Fue, principalmente, un hito en la historia de la humanidad, pero además supuso un triunfo para Estados Unidos en la carrera espacial frente a la Unión Soviética. Hablar de una carrera por llegar a la Luna, por lo tanto, puede hacer que pensemos en la Guerra Fría y en el contexto de los años sesenta, en algo hace largo tiempo superado.
Pero lo cierto es que, 54 años después, alunizar en nuestro satélite sigue siendo una misión casi imposible. Y no solo para los humanos, también para las sondas. Un objetivo atractivo, pero desafiante (técnica y económicamente), que varios países quieren alcanzar antes de que otro se les adelante. Y, en esa pugna, India ha logrado colocarse momentáneamente a la cabeza.
El 23 de agosto, este país hizo historia con su misión espacial Chandrayaan-3 al conseguir aterrizar, por primera vez, en el polo sur de la Luna. Lo hizo con el cohete de lanzamiento más grande y pesado de todos los que despegaron desde allí, y estuvo 40 días viajando antes de lograr posarse «suavemente» en la superficie lunar. Una misión especialmente satisfactoria si se tiene en cuenta que su predecesora, el Chandrayaan-2, fracasó en la maniobra de desaceleración, o que poco antes las naves de la compañía japonesa ispace y la rusa Luna 25 se habían estrellado contra el satélite en su intento por alcanzar ese mismo polo. También si se contempla que el presupuesto destinado por India es inferior al de los otros tres países que ya han completado con éxito misiones lunares: Estados Unidos, Rusia y China. Y todos estos han aterrizado en el ecuador del satélite, no en los polos.
¿Por qué es tan difícil aterrizar en la Luna? Podría pensarse que más de 50 años después de que Neil Armstrong caminara por la superficie selenita, hacer llegar una nave sería un proceso rutinario. Pero la falta de atmósfera es uno de los principales desafíos. Cuando las naves espaciales aterrizan en la Tierra, utilizan la atmósfera para reducir la velocidad, algo que no es posible en la Luna. Por lo tanto, la desaceleración depende únicamente del motor. Y ahí cualquier mínimo error de cálculo resulta fatal. Como explicó Csaba Palotai, presidente del programa de ciencias espaciales en el Departamento de Aeroespacial, Física y Ciencias Espaciales del Instituto de Tecnología de Florida, «se tiene una única oportunidad». No es posible hacer ensayo y error, si la nave choca, habrá que invertir tiempo y dinero en lanzar una nueva sonda para intentarlo otra vez.
Además, en el espacio no es posible contar con un sistema de navegación por satélite que proporcione coordenadas de aterrizaje precisas. Por lo tanto, hoy, como hace 50 años, se depende únicamente de las computadoras del módulo de aterrizaje lunar para calcular la trayectoria.
La minería lunar está ya en el punto de mira: la NASA espera comenzar a excavar suelo lunar en 2032
Por último, hay que tener en cuenta que, inicialmente, en la llegada a la Luna, la prioridad era vencer en la carrera espacial, y no tanto crear una estructura que facilitara un acceso sencillo y continuo para futuras operaciones. Posteriormente, el objetivo principal para llegar a nuestro satélite fue la investigación, y la cantidad de recursos que se pueden, o quieren, dedicar a esto no son los mismos que para ganar la Guerra Fría. Y aunque muchos costes para acceder al espacio se están abaratando, enviar un cohete a la Luna (sabiendo que un tercio de las misiones fracasan) sigue siendo inasumible para muchos gobiernos y empresas privadas.
El interés por alunizar, sin embargo, ha crecido en los últimos años. Y en concreto, por llegar al polo sur del satélite. Es una cuestión de prestigio, de investigación, pero también de búsqueda de recursos. El polo sur de la Luna es de especial interés debido a la muy probable presencia de agua congelada. Esto, como explica la NASA, podría ser de gran utilidad en futuras exploraciones, ya fuera como agua para beber, para enfriar el equipo o incluso para utilizarlo como combustible y producir oxígeno.
Además de hielo, la agencia estadounidense cree que el polo sur de la Luna también cuenta con zonas con abundante luz solar. Debido a la inclinación del satélite, hay áreas que reciben durante más de 200 días terrestres la luz directa del Sol, que podría ser utilizada para proporcionar energía a las misiones espaciales.
Otros recursos presentes en la Luna (aunque en este caso, no solo en los polos) son los minerales como el hierro, el silicio o el magnesio. Y también el helio-3, un isotopo muy raro en la Tierra, que podría proporcionar energía nuclear limpia en un reactor de fusión. Y de hecho, la minería lunar está ya en el punto de mira: la NASA espera comenzar a excavar suelo lunar en 2032.
Los planes de Estados Unidos son probablemente los más ambiciosos (con su programa Artemis quiere desarrollar una presencia humana en la Luna a largo plazo, sirviendo además como palanca para llevar al ser humano a Marte en la próxima década), pero no es el único país que sigue dando pasos para conquistar este cuerpo celeste. Japón podría ser el quinto país en aterrizar en la Luna. Lo intentará con la nave SLIM, que partió en septiembre, y confía en llegar a la superficie lunar en unos cuatro o cinco meses. China, por su parte, espera recolectar muestras del otro lado de la Luna en 2024 y ha anunciado que planea enviar a sus primeros astronautas y construir una estación internacional de investigación en la próxima década.
Tras años de relativo abandono, la Luna ha vuelto a convertirse en el centro de todas las miradas para las distintas agencias espaciales, probablemente porque la perspectiva de lograr explotar económicamente el satélite se ve ahora más cercana.
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