Medio Ambiente

La paradoja de la bicicleta

Aunque muchos servicios públicos de alquiler de bicicletas están en crisis, la ciudadanía sigue pedaleando. En los últimos años, se ha duplicado su uso.

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18
septiembre
2023

Hace más de una década, la bicicleta se puso de moda. Su uso –saludable, cómodo y transversal para casi cualquier edad y en cualquier circunstancia– la convirtieron pronto en la punta de lanza de la movilidad verde urbana. Los colectivos ciclistas organizaban concentraciones y manifestaciones reclamando más kilómetros de carriles bici, además de sistemas de acceso público y a bajo coste. Y, en España, siguiendo el modelo de ciudades europeas como Ámsterdam, proliferaron los sistemas de alquiler público de bicicletas.

Sin embargo, tras la pandemia del coronavirus, la tendencia en el uso de la bicicleta se ha convertido en un nuevo punto de fricción. Tanto es así que, desde la Coordinadora en Defensa de la Bici, ConBici, han lanzado la reciente campaña #ConBiciNiUnPasoAtras con la que pretenden plantar batalla a la posibilidad de que siga reduciéndose la presencia y apoyo de este medio de transporte sostenible y accesible. ¿Qué está sucediendo? ¿Están desmantelando algunas ciudades su infraestructura ciclable?

Más allá de posturas políticas e ideológicas, los datos que publican periódicamente distintos organismos e instituciones, públicas o privadas son contundentes. Por un lado, en su boletín, la Dirección General de Tráfico (DGT) publicó en 2020 una noticia hoy clave: el uso de la bicicleta creció dos puntos en 2019 respecto de 2017, y eran más de 20 millones de ciudadanos los que afirmaron usarla con cierta frecuencia. La DGT analizó, en este caso, el uso de bicicleta tanto de alquiler público como de propiedad privada. Una tendencia respaldada por el Barómetro de la Bicicleta en España, dependiente del Gobierno de España, que reflejó en su informe de 2022 un aumento de 4,2 puntos en el uso de bicicleta en 2022 respecto de 2019. Es decir, la pandemia del coronavirus no ha mermado el empleo de este tipo de vehículo, sino que en un periodo de tiempo similar parece haber duplicado su uso debido al bajo coste en mantenimiento y su flexibilidad tanto legal como técnica en su utilización, además de la creciente concienciación medioambiental, entre otros factores.

El ‘Barómetro de la Bicicleta en España’ registra un aumento de 4,2 puntos en el uso de bicicleta en 2022 respecto de 2019

Por el contrario, los servicios públicos de bicicleta, casi todos ellos de gestión municipal, han mostrado signos de serio retroceso en su número de usuarios en los últimos años. Un ejemplo es el servicio Bizi de Zaragoza, la cuarta ciudad de España en número de habitantes, que ha perdido un tercio de sus usos en una década. Una tendencia que se confirmó en 2022 con una pérdida de algo más del millar de usuarios. El actual gobierno de la ciudad pretende remodelar el servicio en un intento por evitar su deterioro. Una situación semejante a la que se vivió en Barcelona con el alquiler de bicicletas por minutos: tras dos años de haberse repartido unas cuatro mil licencias entre diez operadores, en 2022 solo quedaron disponibles 2.000 bicicletas. Pero en 2017, el servicio público de alquiler de bicis de la ciudad de Valencia, Valenbisi, había perdido la mitad de sus usuarios en apenas tres años. En Madrid, a pesar de las reiteradas reformas, BiciMad ha perdido usuarios y vehículos disponibles en los últimos años. Lo mismo sucede en urbes como Valladolid, con un 22% de caída en 2022, Santander, Murcia o Cádiz, cuya oferta en bicicletas eléctricas perdió más de setecientos clientes en medio año.

No obstante, esta tendencia no es universal. En localidades como Bilbao, se espera récord de usuarios en este 2023. En Murcia, en cambio, agonizaba esta interesante oferta de movilidad en 2021. También es la situación de Pamplona, con récord anual de usos. Otro acontecimiento interesante es el de Cáceres, que acaba de recuperar el servicio de alquiler público de bicicletas.

¿Por qué el empleo de la bicicleta está perdiendo atractivo –al menos, como dicen los números de los servicios públicos de algunas ciudades– entre la población urbana, precisamente ahora que la conciencia por el cuidado del clima es mayor que hace una década? La respuesta parece residir en los propios servicios públicos. No es la bicicleta la que ya no es capaz de captar el interés de usuarios, sino su alquiler.

Hace una década, cuando desde plataformas ciudadanas reclamaban alternativas al transporte urbano rodado y, por supuesto, a los vehículos a motor particulares, no existían medios alternativos baratos y cómodos para el transporte individual. La llegada de las empresas privadas de alquiler de patinetes eléctricos, junto con el trabajo realizado desde las administraciones públicas para incentivar una extensa red de ciclocarriles en las principales ciudades del país, han incentivado que buena parte de la población comprase su propia bicicleta con la que realizar buena parte de los trayectos cotidianos con la seguridad de tener un vehículo a su gusto y en unas condiciones de seguridad bien conocidas.

Por otra parte, la implantación de Vehículos de Movilidad Personal (VMP) de buena autonomía, es decir, los patinetes, que se pueden tomar y dejar con flexibilidad y a bajo costo, se ha convertido en una opción interesante para las generaciones jóvenes quienes buena parte de sus miembros crecieron con patinetes como juguete en su infancia. Tampoco hay que olvidarse de que la motocicleta, en su variedad de tamaños, diseños y potencias, ahora también eléctricas, siguen consolidando un potente atractivo para la población.

La bicicleta sigue viva

A pesar de que en algunas ciudades los servicios que ofrecen bicicletas públicas han retrocedido en usuarios, el empleo de este medio de transporte sigue muy vivo. Desde ConBici siguen el estado de la red de alquileres públicos, llegando a la conclusión de que su mal funcionamiento sucede cuando se abandona un mantenimiento eficaz de los equipos disponibles y desde los distintos consistorios no se establecen objetivos a corto y medio plazo a conseguir. En cambio, cuando los servicios son renovados y atendidos, la respuesta de la ciudadanía tiende a ser favorable a su empleo.

Y, de hecho, organismos internacionales como la ONU siguen invitando reiteradamente a la elección de la bicicleta como medio de transporte con efectos positivos para la salud del conductor y del medio ambiente, ya que ocupan poco espacio, no contaminan, favorecen que un mayor porcentaje de población haga ejercicio físico y reducen la polución en las grandes ciudades, ayudando a que la calidad del aire mejore las perspectivas de vida de personas especialmente vulnerables, como enfermos crónicos, niños y ancianos.

A diferencia de sus alternativas eléctricas, que precisan de baterías con componentes escasos en nuestro planeta y que generan impacto medioambiental, sin considerar el coste del consumo eléctrico, la eficacia de la bicicleta reside en el componente humano y en el bajo coste de su reparación. La bicicleta parece contar en Europa con una salud de hierro y un corazón humano.

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