Internacional

«La India ha sido el gran laboratorio de las relaciones y de las civilizaciones humanas»

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29
agosto
2023

El indólogo y doctor en Filosofía y Filología Sánscrita Òscar Pujol (Arbós, 1959) acaba de publicar una nueva edición y traducción de uno de los grandes clásicos esenciales de la humanidad, ‘La Bhagavadgītā (Kairós). En una apasionante conversación entre Zaragoza y Nueva Delhi dilucidamos acerca del elevado acervo cultural, filosófico e intelectual de la India, de la realidad moderna del subcontinente, de las muchas posibilidades que ofrece el yoga y, cómo no, del clásico imperecedero que es la Gītā.


¿Qué tiene la Bhagavadgītā que ofrecer al lector de nuestro tiempo?

Tiene una cosa muy moderna que ofrecernos y que es cómo conjugar la espiritualidad con la vida activa. Mucha gente posee un interés espiritual, pero no puede retirarse a una cueva o irse a un monasterio, porque tiene responsabilidades. Entonces, esa idea de que para encontrar el conocimiento y la liberación espiritual hemos de renunciar al mundo se viene mal con nuestros tiempos. Y seguramente ya se avenía mal en los tiempos de la Gītā, es decir, hace dos mil años: en aquel entonces ya se sentía la necesidad de superar la contradicción entre la renuncia al mundo y la actividad dentro de este mundo. La Bhagavadgītā nos ofrece unir ambas dimensiones y eso es muy original y muy interesante.

¿Qué tiene la India que la hace tan especial? La multitud de corrientes filosóficas y científicas que se han generado en el subcontinente tienen en común, salvando las diferencias, esta persecución de la «liberación personal» y este ascetismo. 

Hoy en día sabemos que desde hace treinta mil años antes de Jesucristo, la India era uno de los lugares más poblados del planeta. Y lo que hace tan especial a la India a lo largo de su historia ha sido haberse convertido en el gran laboratorio de las relaciones y de las civilizaciones humanas. Pensemos que la civilización india es, seguramente, la única existente cuyo hilo no se ha cortado desde hoy hasta prácticamente la época del Rigveda. ¿Cuántas civilizaciones pueden vanagloriarse hoy de eso, de adorar a los mismos dioses que adoraban hace tres mil años? Pienso que esa continuidad cultural hace de la India un caso único en la historia de la humanidad. La India es un lugar donde la gente ha sufrido y sufre y ha habido conflicto, una gran densidad humana y muchas transformaciones a lo largo de esos tres mil años de historia de la India. Las respuestas que han surgido para atender la cuestión del sufrimiento humano son las diferentes vías religiosas que nos ofrece el subcontinente. Siempre he pensado, aunque esto es solo una intuición, que a la India le ha tocado el curioso destino dentro de la historia de la humanidad de no perder el cordón umbilical con estas enseñanzas del origen, este vínculo capaz de traspasar los límites del tiempo y de los estratos sociales me parece sorprendente. Mucha gente piensa que la India es solo opresión, miseria y esclavitud, sobre todo lo piensan aquellos que siguen considerando que la religión es el opio del pueblo. No llegan a entender que el ser humano, sea rico o pobre, encuentra precisamente en la espiritualidad una trascendencia que le lleva a superar las miserias propias de la existencia humana que, como el Buda dijo muy bien, acaban por alcanzar a todo el mundo en forma de enfermedad, vejez y muerte.

«Ahora la India está buscando su lugar en el mundo: el país está experimentando un fuerte crecimiento económico junto con su riqueza espiritual, que no han desaparecido»

Los textos que nosotros consideramos mitología o textos sagrados desde nuestra perspectiva en la India son considerados libros de historia. ¿Cuál es la percepción que tienen los hindúes sobre su propia historia, literatura y corpus mitológico?

Como sabemos, la Bhagavad Gītā forma parte del Mahabharata, que es la gran épica de la civilización india, al igual que las grandes épicas de la civilización europea son la Odisea y la Ilíada, que nosotros tomamos como nuestra referencia cultural. El Mahabharata es el libro más extenso del mundo, con más de cien mil versos, y es el que conforma realmente la visión mitológica de los grandes dioses de la India. Otra cosa que me fascinó a mí la primera vez que viajé es que los indios viven sus mitos. Nosotros ya no creemos en nada. Hay gente muy creyente, es cierto, pero la mayoría de la población ya no creemos: celebramos la Navidad, etc., pero para nosotros son más hitos culturales más que ritos religiosos. Pero el indio sigue, en cambio, viviendo sus mitos con gran intensidad en forma de festivales, sin ir más lejos. Un aspecto que siempre me había preguntado en la India es por qué a los indios les gusta tanto la religión cuando nosotros, en cierta manera, la evitamos o huimos de ella. Puede haber muchas respuestas, pero una de ellas es por lo alegre que es la religión aquí. La gente vive los ritos con alegría, no con resignación o con tormento o con penalidades. Y otra cosa más que descubrí en la India es que para la persona que realmente cree, especialmente en el hinduismo, el mito es simultáneo y eterno.

 ¿Qué papel juega hoy en día la noción de samsāra y la liberación de este sinuoso camino? ¿Y el rol de la división social en castas?

La gente sigue conservando la noción de samsāra y la necesidad de «liberarse». Esto sigue presente y se sigue transmitiendo de generación en generación. Es evidente que ahora nos encontramos en un momento en que la India está buscando también su lugar en el mundo y el país está esperando y experimentando un fuerte crecimiento económico junto con esas nociones espirituales que no han desaparecido y que conviven con las preocupaciones mundanas de hoy en día. Siempre me ha llamado la atención de que aquí, a pesar de que las distintas escuelas filosóficas discuten mucho entre sí, prácticamente nadie, salvo los materialistas indios, disputan la teoría de la reencarnación. Incluso puristas jainistas. Entonces, la idea de que nos reencarnamos y que tenemos muchas vidas a lo largo de la cual vamos cumpliendo nuestra misión como seres humanos sigue estando igual de extendida que siempre. Esto no ha variado, forma parte del acervo básico de la India. Lo que sí ha cambiado es que hay ahora una nueva clase social, urbana, de gente joven que ha triunfado en el Occidente materialista, porque son grandes programadores o médicos, y que ahora quieren recuperar su tradición.

Han sentido vacío en su identidad, entiendo.

Exactamente. Eso está pasando como sucede en Occidente igual. Pasó en los años sesenta y surgieron las nuevas religiosidades occidentales. Aquí ellos se dan cuenta que tienen una tradición enorme que desean recuperar. Piensan que quizá se concentraron mucho estudiando ingeniería o informática y, de repente, quieren recuperar sus propias raíces. Y en cuanto a las castas, siguen existiendo, aunque políticamente no hay nadie que las defienda hoy en día en la India, salvo grupos muy extremistas, en todo caso. Pero en círculos espirituales, en círculos políticos, tanto sean partidos de izquierdas como de derechas, nadie pone en duda la injusticia de este sistema y de su anacronismo. El hinduismo contemporáneo no quiere ser un hinduismo de castas, sino uno igualitario, tanto en lo que respecta a los Intocables como en el caso de la mujer y de las otras sexualidades, también.

Cuénteme acerca de la diversidad social y religiosa de la India, por favor. Es un país polar: inmensas ciudades en regiones con climas dispares y pueblos y aldeas remotos, con creencias y costumbres propias, tan dispares. ¿Cuál es el secreto del equilibrio en tolerancia de la diversidad india? ¿Tiene cabida en el subcontinente toda clase de religiones y culturas?

La polarización entre el campo y la ciudad va más allá de las religiones, evidentemente. No tiene nada que ver con ellas. La India ha tenido una tradición de tolerancia de muchísimos siglos, desde antes de la llegada de los occidentales al subcontinente. En cierta forma, porque era más importante la «ortopraxis» que la ortodoxia. Es decir, cada grupo religioso, cada casta, cumplía con sus obligaciones, pero no se trataban de convencer al otro. Quizás en Occidente seguimos pensando que hay una solución válida para todos, y es el problema que hemos tenido y seguimos teniendo. Por el contrario, en la India se sostiene que hay múltiples soluciones. Esto lo comento porque la tolerancia en la India ha sido real. En el mundo moderno es, quizá, más difícil que antes esta convivencia, porque la religión se ha politizado a todos los niveles. Pasear por un barrio de Delhi da la sensación de estar en un país musulmán. Cristianos hay menos en India, pero hay sectas que no existen en ningún otro lugar del mundo, como la siríaca, del sur de Kerala. Problemas siempre hay, pero la convivencia es evidente. Habría que hacer una reflexión profunda sobre un secularismo o un laicismo no occidental que surge antes de la Ilustración y del propio impulso occidental. Yo soy un ferviente creyente de que todavía nos falta un paso más para alcanzar unos derechos básicos que sean realmente universales. Un diálogo en el que dejen oír su voz todas las culturas del mundo.

¿Cómo se observa Occidente y los avances tecnológicos desde la India?

La visión es diferente según quien mire, no existe una sola mirada de la India de España ni de España de la India. No obstante, la India se encuentra en un momento muy especial en estos momentos. Después de ser la gran ignorada durante los últimos doscientos años –todo el mundo habla de China, oirás muy poco hablar de India más allá de la espiritualidad y de su acervo– ahora sí está encontrando su lugar en el mundo. Hay una mezcla ahora de gran excitación aquí. «El mundo realmente nos está respetando y nos comienza a mirar como un socio de igual a igual», que hasta ahora no tenían esa sensación. Pues bien, ahora nos encontramos en un momento en que los indios, que habían sufrido de una profunda falta de autoestima, la están recobrando. Y se están dando cuenta de que no eran una civilización inútil y atrasada, ni retrógrada ni opresiva, sino que son una civilización como cualquier otra que había desarrollado grandes formas de sabiduría y de conocimiento desde el científico y hasta el político.

«En España, la visión de India sigue muy polarizada»

Es decir, que este es el gran reto geopolítico de la India actual, hablar de tú a tú al resto de potencias mundiales.

Es su gran reto en estos momentos, efectivamente. En España, la visión de India sigue muy polarizada. Tienes un 20% de personas que están enamoradas de la India espiritual, de la de la sabiduría, de la del yoga, y que les parece que la India es una especie de paraíso terrenal en donde el hombre alcanza un plano superior en su existencia. Luego existe la otra visión, que yo podría que representa al 80% de la población española, que ve a la India como una nación tercermundista, un país ignorante, fanático y religioso, de castas, etc. Las dos miradas son equivocadas. La India no es ni ingenuamente romántica ni cínicamente reduccionista una sociedad casi al borde del colapso y medieval. Ambas visiones son falsas y, de hecho, molestan al indio actual. La India es la quinta economía del mundo, la democracia más extensa del planeta y está llamada a cumplir un papel de gran importancia entre los actores internacionales.

Esta visión romántica, idealista, más bien, que surge a partir del siglo XIX, cuando se redescubre el budismo en Occidente, aunque desde la perspectiva zen, y se vuelve la mirada sobre la India (a través de Schopenhauer, Emerson, etc.), ¿nuestra mirada actual bebe más de los maestros europeos, que es más idealista, o del propio legado filosófico, religioso y cultural indio?

Sí, nuestra visión actual de la India bebe fundamentalmente del orientalismo del siglo XIX. Es cuando la India penetra en Occidente. Nuestra visión de la India viene de esa época con una segunda reencarnación en los años sesenta del siglo pasado a través del movimiento hippie, donde se actualiza esta visión romántica, desde una perspectiva más pop y adaptada a los estándares de consumo occidentales. Pensemos, por ejemplo, en el viaje de The Beatles a la India y las nuevas traducciones de la literatura india.

Regresando a la Bhagavadgītā, usted deja muy claro en el prólogo de su nueva edición y traducción que es un manual de yoga. ¿Se practica el yoga adecuadamente en Occidente? ¿Sigue los principios de las principales escuelas, de Patañjali y su Yogasūtra?

El yoga actual y el yoga de Patañjali son muy diferentes, no son el mismo tipo de yoga exactamente. El yoga actual es un producto de los siglos XIX y XX cuando se reformula el yoga tal y como lo conocemos hoy en día. Todas las escuelas de yoga de nuestros días toman como referencia el Yogasūtra de Patañjali. Entonces, yo en esto soy muy liberal, desconozco si las escuelas occidentales de yoga lo hacen bien o lo hacen mal. Es claro que se trata de un yoga diferente al de Patañjali, pero yo aquí sí que pienso que las personas que practican yoga en Occidente lo hacen por motivos fundamentalmente físicos: de salud, de belleza…

Ahí quería yo llegar.

Claro. Y a partir de ese principio físico comienzan a interesarse por todo lo demás que el yoga puede ofrecer. Mi sensación es que los profesores de yoga en Occidente tienen un gran deseo de integrar a Patañjali en sus clases. En mi libro de yoga que publiqué con la editorial Kairós [se refiere a Yogasūtra. Los afosimos del yoga] tenía esta intención y va por la séptima edición. Eso quiere decir que se está utilizando. Lo pensé como un manual para que los profesores hispanoparlantes de yoga contemporáneos que no hablan sánscrito pudieran acceder al yoga de Patañjali y ver al mismo tiempo las palabras sánscritas. Evidentemente, el yoga de Patañjali, tal y como se practicaba en su época, no podemos conocerlo, es imposible. Dependía de una iniciación, de una práctica, de unos maestros… Pero el impulso que poseen los profesores de yoga contemporáneos es la de ajustar sus enseñanzas a Patañjali, y para mí eso es suficiente y muy encomiable.

¿Cómo debe enfrentarse el lector español que no se haya sumergido antes en los textos filosóficos, literarios y religiosos indios?

Tiene que simplemente leerla. Primero, el lector debe leerla y dejar que la Gītā entre en él. Para eso debe escoger una buena traducción. Si se analizan las Gītā publicadas en español o en inglés van acompañadas de notas, de factores culturales, de introducciones… En la mía no he puesto notas expresamente porque pienso que hoy en día estamos en otra era. Si un lector se encuentra la palabra «Arjuna» y no tiene nota que la explique puede ir a Google y buscar quién fue Arjuna.

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