Sociedad

«El amor es una condición necesaria para concebir el futuro»

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18
agosto
2023

El escritor Juanpe Sánchez López (Alicante, 1994) tiene claro que en la vida no importa tanto lo que estás haciendo, sino con quién lo estás haciendo. El poeta e investigador alicantino sostiene esta teoría en su último libro, ‘Superemocional’ (Contintametienes), un lúcido ensayo que orbita entorno al amor y estudia cómo las relaciones están condicionadas por el entramado social, político y económico. Como ya hizo en su anterior obra, ‘Desde las gradas’ (Letraversal), el autor recupera la idea de la vulnerabilidad y el querer como defensa contra las formas neoliberales que imperan actualmente en las relaciones sentimentales. A través de postulados de autores como Eva Illouz, Judith Butler o Roland Barthes, de ideas de filósofos como Lévi-Strauss o Durkheim, y entremezclando capítulos de series como ‘Girls’ y letras de Lana del Rey, Juanpe Sánchez dibuja una genealogía del amor, pero también una conversación abierta con los lectores.


Destacas el lenguaje con el que nos referimos al amor, como si fuera un negocio. ¿Estamos convirtiendo las emociones en mercancía? 

Nos dicen continuamente que tenemos que gestionar las emociones y trabajar los «vínculos», y a mí me parece que hay cierta trampa en ese discurso que tiñe el amor de lenguajes donde parece que hablamos de mercancía. ¿Cómo vamos a trabajar las emociones? Me provoca rechazo esa idea de concebir las emociones como una empresa. Es como si lo empresarial hubiera conquistado el espacio del amor, como si hubiéramos desplazado el lenguaje del trabajo a nuestras relaciones. Esto lo explica bien Eva Illouz: nos hemos transformado en empresarios de nosotros mismos. Yo no quiero vivir para trabajar, nadie quiere seguir trabajando después de 40 horas semanales en un excel de emociones. Quiero vivir para invertir tiempo en las personas con las que disfruto de la vida, con las que decido irme de fiesta.

«Es como si lo empresarial hubiera conquistado el espacio del amor, como si hubiéramos desplazado el lenguaje del trabajo a nuestras relaciones»

De hecho, en el libro defines el amor como el deseo de «invitar a una fiesta», pero también de «alimentar y proteger». ¿Querer es cuidar? 

Es que para vivir bien tenemos que ser cuidados, y además creo que si amas a alguien eso se traduce en querer cuidarlo. La idea de la fiesta lo resume bien, querer a alguien es invitarle a una fiesta, porque es un sitio al que vas simplemente para disfrutar, sin pensar en sacar ningún rédito más allá del tiempo compartido. Invitar a una fiesta a alguien es fijar tu atención en esa persona, querer celebrar algo a su lado, escucharle hablar con atención. Además, una fiesta es una reunión en la que no estás haciendo nada productivo, y eso me parece un triunfo, sobre todo ahora que el foco del éxito está siempre establecido en el trabajo. En medio del dolor y de los obstáculos que siempre nos vamos a encontrar, me gusta esta idea de venir a la vida a disfrutar y sufrir lo menos posible.

Mencionas la vulnerabilidad como factor clave en las relaciones actuales. Sin embargo, hoy en día impera el discurso de que el amor no debería doler. 

Hay que diferenciar los mitos del amor romántico que crean estructuras desiguales y producen dinámicas de violencia, con el amor que nos vincula y por tanto nos hace dependientes los unos de los otros. Cuando nos relacionamos, no podemos controlar cómo actúan los demás, y por eso es imposible no sufrir, porque siempre habrá cosas que no nos esperamos, que nosotros haríamos distinto, y eso nos duele. El dolor siempre va a estar en una relación, pero no tiene que ser algo negativo o positivo, simplemente es una emoción más. 

Y sin embargo es curioso que triunfan cada vez más los discursos de autoayuda que reniegan de la dependencia emocional. ¿Estamos primando el individualismo? 

Hay mucha insistencia con esa idea de criticar la dependencia emocional que se atribuye al amor romántico, pero la verdad es que todos somos seres interdependientes; es algo que debemos aceptar. Estamos en una estructura social y, como tal, dependemos de la gente que nos rodea, desde nuestro jefe hasta nuestros amigos o nuestra pareja. ¿Qué hay de malo en asumir que en una relación de amor dependes del otro? Menos mal que es así. A mí me preocupa que se ponga poco en valor la implicación emocional, porque creo que este modelo de supuesta libertad individual es igual de dañino que las estructuras de dominación y opresión que tanto criticamos del amor romántico.

En este sentido, otro discurso que impera es el del amor libre, contraponiéndolo a relaciones que se catalogan como tóxicas. ¿La sociedad actual y su velocidad están destrozando la posibilidad de mantener relaciones duraderas?

No me gusta hablar de personas o relaciones tóxicas, porque al final si etiquetas una relación así estás impregnándola de un veneno que te va a matar y, por tanto, la posibilidad de mejorar esa relación, de comprometerte y perdonar se vuelve imposible. Pero sí reconozco que cuando hablamos de amor libre nos encontramos con ciertos peligros, porque al final estamos en una época veloz donde todo se está acabando continuamente, pensamos que el otro es intercambiable, sustituible, y parece que a menudo se intercambian las personas como cromos. Igual que el amor romántico imponía ese marco de que las cosas valiosas deben durar para siempre o que el amor todo lo puede, ahora es bastante gráfica la forma en la que cambiamos de pareja continuamente, porque además está esa idea de que quizá nos estamos perdiendo algo mejor que no conocemos aún. 

«No podemos controlar cómo actúan los demás, por eso es imposible no sufrir: siempre habrá cosas que no nos esperamos, que nosotros haríamos distinto, y eso nos duele»

Esto conecta directamente con la tecnología y el auge de aplicaciones de citas. ¿Dirías que este modo de relacionarse ha fomentado las relaciones líquidas?  

No hay que demonizar las redes. No han pervertido las relaciones, el mundo ya estaba pervertido de antes. A veces achacamos a las redes sociales el motivo de que todo sea efímero, cuando realmente solo son un reflejo de la sociedad. Nunca he usado una app de citas porque llevo ocho años con mi pareja, pero muchas de mis amigas las usan y creo que también es una forma de crear comunidad, de ampliar horizontes y de conocer a gente que no te cruzarías habitualmente en tu vida diaria. El problema realmente no es usar una red social, sino tratar a la gente con la que te relacionas como si fuera un cromo intercambiable.  

Algo que destacas es la forma en la que nos influye la mirada ajena sobre nuestros cuerpos, y destacas la teoría de Judith Butler al respecto. 

De Judith Butler tomo la idea de que el cuerpo no acaba en la piel, de que nuestro cuerpo también es la percepción que tienen otros. La percepción que tenemos sobre nuestro cuerpo está influida en lo que dicen o lo que piensan y expresan los demás sobre él. Cuando hablamos de la mirada ajena, en realidad también estamos hablando de nuestra propia mirada, porque es imposible concebirnos como entes individuales al margen de los demás. Y en este sentido, me gusta relacionarlo con el amor, porque creo que los cuerpos también se construyen a través de las emociones. Por ejemplo, antes de una primera cita, puedes sentir que tu cuerpo es un flan de los nervios. O incluso cuando estás empezando a salir con alguien, te preocupas de cómo ocupas el espacio y esa es otra forma de sentir el cuerpo. Y cuando rompes con alguien a quien quieres, cuando le echas de menos, ahí también se transforma tu cuerpo. 

El amor también está atravesado por un entramado económico. Cuando afirmas que amar es elegir, ¿esa elección no está viciada por contextos que se nos escapan?

Es verdad que a menudo las elecciones son por imposición. Pensamos que somos libres para elegir, pero estamos atravesados por muchísimos contextos que se nos escapan. Ya de por sí la idea del amor romántico está prefijado, igual que está prefijado el modelo de tener familia, pareja y trabajo como una estructura normativa que la sociedad espera de ti. Esa estructura crea ciertas expectativas y deseos que no son naturales, que han surgido por imposición cultural y social y que, sin embargo, se disfrazan de elección libre. Parece que todos queremos eso, cuando realmente nos han hecho creer que eso es lo que deberíamos desear.

«El modelo de supuesta libertad individual es igual de dañino que las estructuras de dominación y opresión que tanto criticamos del amor romántico»

¿Dirías que la precariedad influye en gran medida a la hora de establecer relaciones?

Claro, es inevitable. Tenemos tantas demandas en este sistema capitalista –desde el trabajo, hasta cultivarnos a nosotros física y mentalmente– y tan poco tiempo para ello que es difícil elegir libremente. Todo va tan rápido y hay tanta precariedad que, al final, incluso cuando descansamos lo estamos haciendo para reponer fuerzas y seguir produciendo. En este contexto es difícil cuidar las relaciones y dedicar el tiempo a lo que de verdad te importa. Por ejemplo, si vas al gimnasio quizá es porque ahora mismo te encuentras mal con tu cuerpo y crees que esa es la solución más accesible. Pero si te paras a pensarlo, quizá estás mal porque estás agotado, porque no tienes tiempo para disfrutar y estás estresado y eso repercute en tu cuerpo. Quizá eliges dedicarle tiempo al gimnasio y crees que es libre, pero es una elección entre comillas, porque está teñida de veneno. 

Hay algo que recorre tu ensayo y es la voluntad por afirmar que las relaciones terminan, pero su final no supone un fracaso, ni una pérdida de tiempo.

Para mí la gran pregunta que sostiene el libro es plantearme qué es lo que me hace querer vivir, y la respuesta es el amor. Si no eres capaz de responder a esa pregunta, significa que vives como un autómata. No quise proponer un libro rupturista donde planteara un cambio radical de estructura social, y tampoco un ensayo pesimista, preferí reflexionar y defender ideas esperanzadoras, como el hecho de que las relaciones terminan, sí, pero nos importan. Es importante tener respeto por tu pasado, por eso estoy en contra del discurso que ve imposible que dos ex novios se lleven bien. ¿Dos personas que se han querido y han compartido un trecho vital no pueden mantener una relación una vez que se separan? Es algo que no debería ser un problema o algo raro.

¿Si nos atenemos a brechas generacionales, ¿crees que ha cambiado la forma en que hablamos del amor?

Sobre todo, diría que ha cambiado la forma de entenderlo. Mis padres llevan juntos desde siempre y se quieren, pero es cierto que mi madre ha dependido muchísimos años económicamente de mi padre. Me pregunto cuánto depende la duración de una pareja con contextos así. También me gusta que ahora se haga más hincapié en la importancia de la familia que uno escoge: llamamos amor a las amistades, a los lazos que uno escoge cuidar.

«Para mí la gran pregunta que sostiene el libro es plantearme qué es lo que me hace querer vivir, y la respuesta es el amor»

¿Dirías que hay que ampliar lo que entendemos por amor? 

Creo que sí, sobre todo para producir cambios estructurales. Me gustaría desjerarquizar nuestro modelo de amor, porque el modelo actual sigue siendo tener una pareja con la que tienes expectativas de futuro y construir toda tu vida en base a construir esas expectativas. Además, casi siempre se entiende que debe de ser en una pareja de dos, en una pareja monógama. Eso se ve mucho a los treinta, cuando mucha gente tira para adelante por puro conformismo. También desatendemos otras relaciones como los amigos, que presuponemos que siempre estarán ahí y a los que, por tanto, no cuidamos con la misma atención. Evidentemente, la amistad tiene otros códigos que los de la pareja, pero creo que el amor tiene mucho que ver con construir una vida deseable y ahí hay que tener cuidado con las expectativas.

Un aspecto que planteas es la de entender el amor como un motor vital hacia el futuro. 

Quizá ni siquiera es un motor, directamente es una condición necesaria para concebir un futuro posible y deseable. A menudo entendemos el amor como una forma de relacionarnos romántica y sexualmente, con una persona o con varias, pero para mí debería ser una categoría que va mucho más allá. Es algo que nos permite relacionarnos con las personas y estructurar nuestras vidas, entendernos a nosotros mismos y darle un sentido al hecho de estar viviendo aquí y ahora. Cuando mis amigos me presentan a sus mejores amigos, para mí esos desconocidos ya se vuelven cercanos. Por eso me gusta mucho la idea de construir la vida teniendo en cuenta a las personas que te rodean y quieres, por encima de cualquier éxito laboral. Cuando decidí quedarme en España, lo hice porque aquí está la gente a la que quiero. ¿De qué me sirve el éxito o determinado trabajo si luego voy a estar amargado?

¿Dirías que la escritura es el mejor método para ordenar las ideas que presentas en el ensayo?

Ayuda a ordenar las ideas, claro, pero para mí escribir implica divertirme. Es verdad que he sufrido un montón con el ensayo, encontrando el tono adecuado, buscando el estilo… Siempre hay cierto sufrimiento, pero para mí la idea de escribir va ligada a un juego, a una conversación. De hecho, incluso cuando no tengo nada que entregar, escribo poesía por placer, porque lo asocio a pasármelo bien, a expresar lo que siento de un modo diferente a cómo lo haría en una situación cotidiana. 

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