Ecotrends

La joya del atolón

Si se piensa en Maldivas, se visualiza un paraíso de playa y aguas cristalinas. Lo es, pero también es un entorno para descubrir una relación con la naturaleza sostenible y respetuosa.

1 / 10
¿QUIERES COLABORAR CON ETHIC?

Si quieres apoyar el periodismo de calidad y comprometido puedes hacerte socio de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año a partir de una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos).

COLABORA
14
junio
2023

Cuando se piensa en Maldivas, instantáneamente se genera la imagen del «paraíso» en nuestro cerebro. Sin embargo, y más allá de eso, el archipiélago es también un frágil ecosistema que se ve amenazado por el cambio climático y la subida del nivel del agua. Las estimaciones apuntan que podrían ser inhabitables en 2050 e incluso desaparecer antes de fin de siglo. Con una altura sobre el nivel del mar de 1,5 metros de promedio —y una máxima de 2,3 metros—, el país más bajo del mundo está en peligro, pero el crecimiento de sus corales podría ser una de las claves para asegurar su futuro.

La peculiar formación de sus arrecifes de corales –en collares o guirnaldas– ayuda. Todo empezó con una erupción volcánica, que creó una isla en cuyo perímetro empezaron a crecer los corales. Debido a la subsidencia de la isla –un proceso lento por el que se va hundiendo en el mar–, los corales van creciendo verticalmente, de manera que quedan siempre cerca de la superficie del agua. Así se formaron probablemente los 26 atolones del océano Índico que componen este diminuto país –298 km2– y que albergan las 1200 islas del archipiélago, de las que solo 203 están habitadas.

Vista del archipiélago de las Maldivas y su formación en «collares» desde el espacio. Foto del centro de vuelo espacial Goddard de la NASA

Al sur del archipiélago, en una de las islas más remotas, se encuentra el atolón de Laamu con su pequeña joya submarina: la isla de Olhuveli. Allí está uno de los arrecifes de coral más cercanos a la playa. Es un ecosistema repleto de vida. Los viajeros lo pueden descubrir con una simple inmersión con mascara y tubo de la mano de uno de los componentes del equipo de biólogos marinos del buque insignia del grupo hotelero Six Senses, Six Senses Laamu. Así, se pueden apreciar la mayoría de las especies que viven en estos mares: anémonas de formas y colores variados, peces payaso, peces loro –responsables en gran parte de la producción de arena blanca de este paraíso–, sepias, peces globo, tortugas marinas, rayas manta, barracudas y hasta tiburones de punta negra, entre otros. Todo esto ocurre a tan solo diez brazas del muelle del resort y sin necesidad de expertise previa.

Escena diaria del arrecife de coral de Olhuveli, isla huésped del Six Senses Laamu resort, un prodigio de arquitectura sostenible y respetuosa. Foto de Marteyne van Well©, su directora.

 

La isla tiene una política cero plásticos que mantiene a rajatabla gracias a su planta autónoma de desalinización del agua

Con tal riqueza a tan fácil alcance, la responsabilidad del equipo humano de Six Senses Laamu –constituido de comunidades locales– en la conservación y la minimización del impacto en el entorno es elevada. Son conscientes de ello y es la piedra de lanza de su actuación diaria. La isla tiene una política cero plásticos que mantiene a rajatabla gracias a su planta autónoma de desalinización del agua. Otra de tratamiento de aguas usadas convierte en compost la biomasa restante para repartirla entre las comunidades. Además, el hotel se autoabastece gracias al reciclaje de vidrio y a sus propios equipos de carpintería y costura, que también dan servicio a aquellos empleados que lo soliciten.

Uno de los múltiples e ingeniosos ejemplos de reciclaje del vidrio en el Earth Lab de Olhuveli

No es una cuestión de solo sostenibilidad: es una forma auténtica de vivir la naturaleza. De hecho, no verás ningún calzado durante tu estancia, sino que sentirás cada hoja, cada grano de arena y cada tabla bajo tus pies. Caminar es, junto con la bicicleta, la única forma de desplazarse por la diminuta isla. ¿Y cómo saber si un santuario de animales salvajes es ético? Simplemente porque no está permitido acercarse a menos de 2 metros de distancia y mucho menos tocarlos. Sí existe una monitorización, sobre todo para asegurarse de que las crías de tortuga de la playa llegan al mar, pero sin intervención humana.

Las etapas del coco, fruta esencial de la vida de los maldivos, es una de las actividades propuestas en los talleres del Six Senses.

En The Shell, el centro de educación medioambiental del resort recientemente inaugurado, los huéspedes y pequeños estudiantes de comunidades vecinas viven la experiencia inmersiva de la fauna marina. Es la sede de la galardonada iniciativa submarina MUI (Maldives Underwater Initiative) en colaboración con tres ONG’s: The Manta Trust, Blue Marine Foundation y el Olive Ridley Project. Juntas, crean sinergias para una mayor educación y sensibilización ambiental de los visitantes al mismo tiempo que se genera esa huella indeleble y positiva en el entorno.

Entrada al Earth Lab, el espacio de investigación y elaboración en torno a materiales naturales y reciclables.

Es una experiencia única, de las que se quedan marcadas para siempre.

Para saber más: sixsenses.com

ARTÍCULOS RELACIONADOS

Destino, turismo sostenible

Mariana Toro Nader

La industria turística se enfrenta a retos ambientales, económicos y sociales en su búsqueda de la sostenibilidad.

COMENTARIOS

SUSCRÍBETE A NUESTRA NEWSLETTER

Suscríbete a nuestro boletín semanal y recibe en tu email nuestras novedades, noticias y entrevistas

SUSCRIBIRME