Cultura

«La literatura no es un monólogo, es una conversación continua»

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Asís G. Ayerbe
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06
junio
2023

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Asís G. Ayerbe

«Me puedo sentar a escribir prosa, pero la poesía no. No puedo sentarme ahí y decir “voy a escribir un poema”. Es que no puedo, no me sale. Y cuando lo intento hacer forzado, me sale fatal». «¡Ese es el problema, que la impostura se nota en poesía! Yo tampoco puedo escribir versos a la fuerza», respondo a Pilar Adón (Madrid, 1971), en un momento de nuestra conversación. La reconocida escritora y editora ha publicado recientemente la novela ‘De bestias y aves’ (Galaxia Gutenberg), merecedora, además de una profusa acogida por parte de los lectores, de varios premios hasta el momento, como el Premio Cálamo “Otra mirada” 2022, el Premio Francisco Umbral 2022 o el reciente Premio de la Crítica al Mejor Libro de Narrativa en Castellano que concede la Asociación Española de Críticos Literarios. Poco a poco, palabra a palabra, la conversación se adentra en el territorio de la literatura, el oficio de escribir, la vida misma.


Licenciada en Derecho, escritora de reconocido prestigio, poeta laureada, traductora reconocida del inglés y editora en Impedimenta, además de colaboradora en distintos medios culturales, ha dedicado toda tu vida a la literatura. Cuénteme, ¿cómo desembarcó del Derecho hasta dedicarse completamente a la literatura? ¿Cuál fue esta transformación?

Lo accidental fue el derecho, lo esencial era la literatura. Yo empecé a escribir desde muy pequeña (mis cosas, mis cuentos) y realizaba incluso pequeñas obras de teatro que luego representaba con mi hermano. Porque, ante todo, era y me sigo considerando lectora (fíjese que a día de hoy soy además escritora, editora y traductora).

Quienes amamos los libros somos, ante todo y por naturaleza, lectores.

¡Claro! Y de ahí va surgiendo todo lo demás. De la lectura continuada surge el amor por la escritura, el intentar producir en otros con tu imaginación lo que te han generado en ti. Entonces, yo lo que de pequeña quería era leer. No es que en mi casa hubiese una gran biblioteca. Mi madre tenía los típicos libros que daban en la obra social de algunos bancos, los libros de la colección Reno… En mi infancia no había tanto libro catalogado por edades como hay ahora: había colecciones de cuentos de la tradición noruega, que de esos sí tenía una colección entera, los libros de Los Cinco, pero incluso éstos eran ya libros más juveniles que infantiles. Pues bien, cuando era pequeña cogía los libros que tenía mi madre por el salón y me los leía todos. Yo, sobre todo, lo que quería era leer. No salía al parque, no quería jugar ni estar con otros niños más allá de lo que estaba en el colegio o en el patio del recreo. Así que me dedicaba a estudiar, a leer y a escribir mis cosas. Mi primer premio interesante lo gané con dieciocho años: lo promovía Radio Nacional de España. Escribí un cuento y gané como premio un viaje a Lisboa para dos personas.

¡Qué maravilla ganar un viaje al extranjero a esa edad!

¡Sí! Y luego llegó Derecho. Yo no quería estudiar Derecho, sino Imagen y Sonido, porque a mí me gustaba mucho la fotografía. Era de letras puras, en cuanto pude me quité las matemáticas y todas las ciencias. Me fui a estudiar Griego y Latín. Pero resulta que lo que yo quería hacer era de letras mixtas, una cosa muy compleja que si no eras de la opción concreta no podías acceder a la carrera. Yo tenía muy buena nota de Selectividad, pero no conocía esta peculiaridad. Así que en la solicitud de admisión de la universidad puse Imagen y Sonido primero, otros dos estudios que también eran de letras mixtas como opciones secundarias y, por último, Derecho, que era de letras puras.

«De la lectura continuada surge el amor por la escritura, el intentar producir en otros con tu imaginación lo que te han generado en ti»

O sea, que en su caso fue una carambola que acabase estudiando Derecho…

Fue una carambola absurda, porque podía no haberla incluido en la solicitud. Derecho fue fácil: solo tenía cuatro asignaturas chungas. Yo estudié en la Universidad Complutense de Madrid y enfrente de la Facultad de Derecho se encuentra la de Filología, así que me iba a su biblioteca y me dedicaba a escribir, a escribir y a escribir. Me pasé prácticamente toda la carrera de Derecho en la Facultad de Filología. Sí que es verdad que como soy muy estudiosa y constante saqué la carrera bien y me especialicé en Derecho Medioambiental, y aquí sí que tuve una duda…

¡Cuénteme, por favor!

No me duró mucho la duda, pero como también me interesa la naturaleza y el medio ambiente dudé si dedicarme más a ejercer el Derecho en mi especialidad. Pero enseguida comencé con la editorial, Impedimenta. Fíjese lo que son las cosas, porque al final, en mi literatura, hablo mucho de la naturaleza. Ahí ha habido una mezcla entre mi vocación y el Derecho Medioambiental.

Acaba de salir publicada su última novela, De bestias y aves. En ella, una mujer que huye de su pasado termina en Betania, un peculiar reducto donde las cosas no son como parecen. La angustia, el desamparo, la soledad y la necesidad de escapar del pasado están presentes y son claves no sólo en esta novela, sino en su obra narrativa anterior, como en Las efímeras. ¿A qué se debe esta fijación por los ambientes asfixiantes y los personajes que huyen de su pasado?

Pues la verdad es que a nivel biográfico no se lo sé decir. Sí que me he planteado esta cuestión montones de veces, pues como bien dice no está presente solo en De bestias y aves, sino que en Las efímeras ya aparece una comunidad utópica e ideal que desaparece, como sucede con todas las que son así, y yo termino hablando de personas habitantes de esa comunidad que se quedaron allí a pesar del fracaso, que permanecieron aisladas del resto del mundo. En la poesía aparece el aislamiento y en los cuentos están presentes casas aisladas en medio de la naturaleza donde viven comunidades de mujeres o mujeres solas que quieren que les dejen en paz. Ya con el primer relato que gané en Radio Nacional hablaba de un ser que se encerraba en una habitación. Se pasa todo el cuento encerrado en una habitación. Y mi primera novela transcurre en una casa rodeada de naturaleza. Las hijas de Sara también son unas hermanas que viven rodeadas de desierto, de naturaleza hostil…

Es interesantísimo cómo se repite este tópico en su literatura y qué lo motiva.

Sí, tiendo a pensar que los escritores al final siempre hablamos de lo mismo con distintas tramas y distintos personajes, pero hay motivos que perduran y que tiran de nosotros, y en mi caso es el aislamiento, el encierro, la huida. Eso es evidente. Y si tengo que buscar una razón, que no la tengo clara (lo mismo hablamos usted y yo dentro de diez años y le doy otra motivación), cuando yo era pequeña me metía debajo de la mesa de mi habitación básicamente para poder leer, para aislarme.

Una habitación propia, entiendo.

Yo tenía mi propia habitación y dentro había una mesa propia, pero era debajo de la mesa donde me ponía a leer.

¡Eso debía de ser muy bonito! ¡Y hasta tierno! La habitación propia, la mesa propia, pero lo importante, lo secreto, tenía su espacio debajo de la mesa.

[Risas] ¡Y tan secreto! Porque ya le digo yo que en las cuatro patas de la mesa ponía unas cuerdas, y en las cuerdas, trapos, para ocultarme más.

«Es una noticia maravillosa entrar a una librería y ver tantas novedades y tan distintas»

[Risas] ¡Ostras! Como construyendo una especie de castillo.

Una especie de cueva, más bien. Si yo hubiera nacido ahora quizás me hubieran acabado llevando mis padres a un psicólogo. Mis padres nunca, pero otros familiares, amigos de mis padres, sí que decían «pues esta niña no juega, esta niña tiene que salir más». Yo lo que quería era estar con mis libros y mis padres veían que yo estaba muy feliz con ellos. Sí tuve una querencia en aquel tiempo por tener una mejor amiga. A mí los grupos se me dan mal. En De bestias y aves, una de las motivaciones y de las dualidades, que hay muchas en la novela, es el enfrentamiento entre el grupo y el individuo. Este enfrentamiento es algo que me interesa mucho. Yo siempre quise tener una mejor amiga y, afortunadamente, siempre he tenido «mejores amigas» que saben entenderme y dejarme mi espacio. Entonces, como le digo, en De bestias y aves ese enfrentamiento expone las herramientas que todos tenemos para tratar de integrarnos en un grupo, aunque el grupo sea hostil, y era algo que quería trabajar en la novela.

A esta pregunta casi me la ha contestado ya. De la misma manera, sus personajes son peculiares. Buena parte de ellos son mujeres, pero no cualquier arquetipo femenino, sino personajes llenos de fuerza, de vigor y de oscuridad, colmados de condición humana, en los aspectos positivos y en los negativos. ¿Por qué esa preferencia hacia los personajes femeninos’ ¿Cuánto hay de exploración de la mirada de la mujer en sus personajes? ¿Y de la condición humana a través de ellos?

Que mis personajes sean mujeres (las protagonistas de mis libros, desde el principio, siempre han sido mujeres) no era en un inicio fruto de una decisión consciente. Ahora ya sí lo es. Recuerdo una entrevista que me hicieron hace ya unos años y la periodista me preguntó por qué todos mis personajes eran mujeres y le respondí lo mismo que a usted, que no me daba cuenta, que para mí era algo natural.

Precisamente le he hecho la doble pregunta porque tenía la intuición, al leer sus libros, que se trataba de un gesto natural, muy diferente del escritor o escritora que coloca un personaje femenino como parte del diseño de la trama. Se percibe muy bien en sus textos que sus personajes nacen de las necesidades de la propia narración.

Es eso, para mí es algo natural, y que sean mujeres representa para mí una visión universal: son mujeres porque es lo que me parece natural, insisto, pero se trata de un planteamiento tan universal como si se eligen personajes masculinos. Es un topicazo, pero siempre se tiende a pensar que lo masculino es universal y lo femenino es particular. Mi visión de la novela y las tramas que ofrezco son para mí universales y la narran personajes mujeres porque a mí me parece lo más natural. Sobre los temas que hablábamos. El miedo, el aislamiento, el deseo de estar en otra parte, la insatisfacción, la sensación de integración en un grupo desde la perspectiva del individuo. Todo esto es universal, no es parcial. Son cosas que nos suceden a todos por el hecho de ser humanos. La pérdida, el dolor ante la pérdida, también. En De bestias y aves es aún más evidente: hay una ausencia muy presente, Coro tiene la sensación de que su hermana está presente… Todo esto es universal, el dolor por la pérdida. Entonces, cuando mezclas visión de mujeres con ser humano, la imagen es universal.

De hecho, la sensación de encierro claustrofóbico también está muy presente en sus novelas y relatos. En algunos de ellos es mental; en otros, contextual, físico, como es el caso de Eterno amor (Páginas de Espuma), un convento. ¿Qué pretende aportar con esa tensión psicológica? ¿Es parte de su estilo literario, posee un origen más profundo y trascendente?

Sí, es esa relación entre tensión y generación de inquietud. Inquietud con una peculiaridad, y es el deseo de que el lector participe en la construcción de la historia, que no espere que se lo voy a dar todo masticado, como sucede muchas veces al sentarnos frente al televisor y ver una serie o una película y que una no tenga que aportar nada. En literatura, la impresión, la relación y el final, lo que queda una vez que has terminado de leer el libro, es mucho más intenso que en otros formatos narrativos. Yo, al menos, me lo planteo así. Considero que tiene que haber una aportación de la imaginación, también de elementos biográficos y emocionales del lector. Entonces, esa tensión de la que usted habla, que va de la mano de la inquietud, en muchas ocasiones, creo que deriva de esta demanda que yo le hago al lector para que participe en la historia. Evidentemente, hay lectores que están más dispuestos, otros que lo están menos. Pero para mí la literatura no es un monólogo, sino que es una conversación continua en la que escritor y lector aportan a la construcción del relato.

«El papel de los cuidados es esencial en mi poesía»

En ese diálogo que exijo es muy importante la participación de la imaginación del lector. Muchas veces ocurre que cuando vemos una película basada en un libro que hemos leído decimos que la película es peor que el libro. Yo creo que esto sucede porque en el libro nosotros hemos puesto voz a los personajes, les hemos puesto rostro, hemos imaginado los paisajes, y todo esto hace que la experiencia sea mil veces más rica que cuando te están dando la voz y el rostro de un personaje o te están poniendo las imágenes de un paisaje que ya te habías imaginado de otra manera. Ahí se genera una discordancia que siempre nos va a frustrar un poco al haber creado un universo propio como consecuencia de la lectura del libro.

Ahora le quería preguntar sobre su poesía. Creo que comenzó casi a la vez que la narrativa, sobre 1999 y 2001, respectivamente. ¿Puede ser?

Sí, de hecho, comencé a publicar mi primera novela con veintiocho años, y luego cuentos, más cuentos y novelas. Creo que usted comenzó con la poesía un poco más joven.

Sí, con veinticinco años.

Pues yo llegué a la poesía más tarde. Comencé con cuentos, con relatos, con novelas, y ya después publiqué los primeros poemas. Lo que sí que es cierto es que he estado compaginando poesía y prosa a lo largo de mi obra. Pero la poesía es un género que está ahí paralelo al de la prosa.

Precisamente por eso. En su obra poética aparece con mayor intensidad la cuestión de los orígenes, el peso del papel de la familia, la dureza de las relaciones interpersonales, el amor…Pienso en los poemarios Da dolor y Mente animal (La Bella Varsovia), pero también en los primeros, como Con nubes y animales y fantasmas (EH Editores).  ¿Por qué este contraste? ¿Considera imprescindible mirar al pasado para encontrar nuestra verdadera esencia? ¿Somos explicables sin la memoria?

Tiene toda la razón y, de hecho, es algo que también me cuesta formular en voz alta. Los primeros poemas que publiqué en otras editoriales distintas a La Bella Varsovia son más fríos, sin la presencia de los sentimientos y de los afectos humanos que aparecen en poemarios posteriores.

Existe en ellos un paisaje animal y vegetal muy poderoso que representa al ser humano, si mal no recuerdo.

Sí, sí, sí. Eso es. En aquellos poemarios estaba muy pendiente de la «verdad de los otros». Por ejemplo, de la «verdad» de escritoras a las que admiro, como Sylvia Plath, la «verdad» de Anne Sexton, también la «verdad» de Virginia Woolf, aunque ella no era poeta. Empleo la palabra «verdad» porque para mí «poesía» y «verdad» están muy vinculadas. Cuando comencé a escribir La hija del cazador y Mente animal me di cuenta de que no estaba hablando de mi verdad, sino de otras poetas a las que admiraba muchísimo. En ese momento rompí con aquella mirada. Empecé a hablar de mi verdad, y en poesía asimilo mi verdad al hecho autobiográfico. Hay en ella mucha autorreferencia. Y esto es algo que sólo hago en poesía, en narrativa, no. La narrativa trata de la «verdad» (también es muy importante esta palabra en el género), pero es la «verdad» de los personajes. En cambio, cuando escribo poesía no pienso en personajes, sino que pienso en la poeta, que soy yo.

¿Y qué papel tienen los cuidados en la construcción de nuestra identidad en la poesía? ¿Somos un relato que se escribe a lo largo del tiempo, esbozado por nuestros padres, hermanos, parejas y amistades?

En mi poesía, el papel de los cuidados es esencial. También están presente otros elementos, como miedos, el aislamiento, pero en poemarios como Las órdenes y Da dolor, que son los dos últimos, el rol de los cuidados es vertebral, el tema central, y ocupa este lugar a raíz de distintas experiencias autobiográficas. Y es curioso, porque escribí Eterno amor en las mismas circunstancias que Da dolor, donde también está muy presente el tema de los cuidados. Pero es la «verdad» de Coco, es la «verdad» del chico que cuida, que está encerrado en una habitación: no hay una «verdad» que invoque la memoria, no hay una presencia del recuerdo tan evidente como lo puede haber en Da dolor y en Las órdenes. En estos dos poemarios, los cuidados que están presentes son los de la poeta, mientras que los cuidados que aparecen en Eterno amor son los que pone en práctica el personaje principal que es esta mujer que el chico llama Coco.

Hábleme ahora, por favor, de su labor como editora. ¿Cómo ve este sector? ¿Considera que estamos viviendo un buen momento literario en España? 

Sí, pero ya llevamos años. La verdad es que soy muy optimista. Como lectora estoy muy feliz, ya que hay muchísimas novedades maravillosas. Hay una variedad increíble de temas, de géneros de voces nuevas… Ir a una librería y ver la mesa de novedades es una fiesta. Hay quien se queja porque dice que existen demasiadas novedades, que se está publicando mucho, pero para mí eso no es en absoluto motivo de queja, y fíjese que soy editora y sé bien cómo está la cosa. Quizás porque venza la lectora sobre la editora, para mí es una noticia maravillosa entrar a una librería y ver tantas novedades y tan distintas. Así que el sector yo lo veo bien. Creo también que los lectores que hay son muy lectores. No le digo que los lectores que sean multitud, sino que quienes son lectores leen muchísimo, son muy devotos, compran muchos libros y son muy entusiastas.

Para terminar, ¿qué le parece si hablamos de la confrontación entre el medio rural y el urbano? ¿Qué le aporta este contraste como escritora y como persona?

[Risas] Esta es complicada. Para mi literatura, el medio urbano no me inspira en absoluto. Echo la vista atrás y creo que solo tengo un cuento que transcurre en una ciudad, que es Madrid, y de toda mi obra ya no hay nada más que esté inspirado en un ambiente urbano. También le digo que el espacio en el que se desarrollan las obras que escribo no es un espacio concreto. Tengo una imagen mental del lugar donde se ubican todas las narrativas, pero no te podría decir que suceda en un espacio geográfico determinado. Sí es cierto que los espacios que imagino no tienen nada que ver con la ciudad, tiene más que ver con la naturaleza, pero esta naturaleza está literaturizada.

Una naturaleza utópica, que no posee lugar definido, por tanto.

Eso es. Podría dar descripciones geográficas y ambientales, porque conozco los lugares en los que me inspiro, sobre todo para no equivocarme, porque si hablo de encinas quizá no pueda nombrar los eucaliptos. O sea, sé perfectamente qué tipo de naturaleza y qué tipo de plantas existen en los paisajes de mis narraciones, pero son lugares mentales. Y, de hecho, me lo preguntan muchas veces los lectores. «¿Esto dónde sucede?». «Pues en la novela». No existe un lugar físico concreto en las que estén inspiradas mis narraciones, sino que es ficticio.

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