Agua
Los cultivos que necesitan menos agua
El agua será uno de los grandes retos del futuro. Lo es ya del presente. Pero qué se cultiva y cómo importará mucho para afrontarlo.
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Aproximadamente el 70% del consumo mundial de agua dulce se va a las prácticas agrícolas, pero en muchos países la eficiencia en el uso del agua es muy baja y su distribución resulta desigual e insuficiente para abastecer todas las necesidades hídricas de la sociedad. Por ello, el agua agrícola representa un factor clave en el estrés hídrico de muchos contextos, especialmente para aquellos países que tienen mayor riesgo de escasez. Además, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) prevé que las necesidades globales de agua para la agricultura aumentarán más de un 50% para el año 2050, debido al aumento de la población mundial.
España atraviesa desde hace tiempo un contexto de sequía donde la preocupación por el agua ha hecho saltar las alarmas no solamente técnicas, sino también políticas, económicas y sociales. Ante este desafío, son muchas las soluciones que se han empezado a considerar para, renunciando a la mínima pérdida o con los menores recursos posibles, sobrellevar esta crisis que puede ser momentánea o podría alargarse si las previsiones meteorológicas no mejoran.
Por ello, una de las opciones que se han barajado es promocionar aquellos cultivos que requieran una menor inversión hídrica. Algunos de los cultivos que requieren menos agua en comparación con otros son las legumbres (como frijoles, lentejas, guisantes y garbanzos), las calabazas y calabacines, las cebollas y ajos u otras labranzas como las espinacas, los olivos o algunas tipologías de tomates que son resistentes a la sequía. Sin embargo, ¿debe una región cambiar la agricultura para reducir los impactos de fenómenos del cambio climático como la sequía?
La respuesta es, como siempre, condicional. En primer lugar, hay que tener en cuenta que los cultivos de una zona no solamente representan una forma de subsistencia o explotación de la tierra para los humanos, sino que son parte de su ecosistema y hay otras especies, animales o vegetales, que dependen de ella. Así, alterar un tipo de conreo puede conllevar cambios importantes en la flora y fauna de su alrededor, por lo que se debe ser precavido y consciente de ello antes de iniciar transformaciones.
Legumbres, calabazas, calabacines o guisantes consumen menos cantidades de agua y algunos tomates son resistentes a la sequía
Los datos sobre las necesidades de algunos cultivos no son especialmente conocidos por parte de la población general. De hecho, la desconexión entre lo natural y lo social ha sido destacada por muchos pensadores en los recientes años, que alertan sobre como esta desconexión no solamente tiene consecuencias para nuestro conocimiento de nuestro entorno, sino también para nuestra salud y bienestar como especie. Por ejemplo, muchas personas desconocen que, para producir 1kg de arroz se necesitan unos 5.000 litros de agua, y que existen algunos cultivos que requieren más intensidad hídrica que otros, que pueden brindar oportunidades para algunos de nuestros retos futuros originados por la escasez de este recurso.
Además, más allá de la tipología de los cultivos, hay que tener en cuenta también la forma de conreo y explotación de la tierra: los métodos de riego eficientes, como el sistema de goteo, pueden ser también una forma de maximizar el uso del agua en las prácticas agrícolas. Además, hay innovaciones técnicas y productivas que pueden ayudar a una transición hacia sistemas más resilientes con los cambios que se avecinan y proteger, así, la productividad de nuestro mercado de demanda alimentaria y los ecosistemas y su biodiversidad.
Pero hay que tener en cuenta que las innovaciones técnicas son fruto de la capacidad, y que no todos los países –y mucho menos todos los actores del sector agrícola– tienen la misma capacidad de innovación debido a la desigualdad de sus recursos y posibilidades. Por ello, no solamente debemos seguir innovando a nivel tecnológico, sino también en su gobernanza para asegurar que nadie quede atrás en la carrera para la transformación del sector primario ante las nuevas necesidades sostenibles, y que las circunstancias presentes de algunos grupos no supongan un impedimento para su desarrollo y subsistencia en el futuro. Las oportunidades sociales del campo agrícola son muchas, pero sin la atención necesaria en la agenda de prioridades puede resultar en una pérdida no solo para el sector, también para las posibilidades de liderar la causa climática de algunos países y regiones.
En los próximos años veremos cómo los fenómenos climáticos se intensifican, y cómo conflictos socioambientales como las sequías serán mucho más frecuentes. Comprender las capacidades y oportunidades que puede aportar el sector agrícola mediante la expansión de conocimiento, inversión e investigación transversal en este campo no solamente es necesario, también una apuesta fundamental para el uso óptimo de los recursos y garantizar una mayor resiliencia para afrontar la crisis más grande de este siglo.
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