Cultura

Kraftwerk y el misticismo de la electrónica

Las melodías pegadizas, los ritmos repetitivos y una estricta instrumentación minimalista son algunas de las características de la banda alemana, peculiar precursora de la música electrónica.

Artículo

¿QUIERES COLABORAR CON ETHIC?

Si quieres apoyar el periodismo de calidad y comprometido puedes hacerte socio de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año a partir de una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos).

COLABORA
05
mayo
2023

Artículo

Concluía la década de los sesenta cuando dos estudiantes de conservatorio, Florian Schneider y Ralf Hütter, se conocieron en Dusseldorff en un curso de música improvisada. Ambos iniciaron un proyecto originalmente llamado Organisation, embrión de la banda que, poco después, aunque aún no lo sabían, se conocería como Kraftwerk. La formación la completaron posteriormente Wolfgang Flür y Karl Bartos. Con un cono naranja y blanco como distintivo, empezaron a tocar en universidades, galerías de arte y cafés ante un público entre desconcertado y seducido.

Elegantes en su estética, impecables en sus formas, distantes y recelosos de la prensa: Kraftwerk maridaron la vanguardia con el pop comercial y crearon un sonido industrial hipnótico y seductor que celebraba el futuro digital que estaba por venir. Un elemento caracteriza principalmente a la formación: su continua investigación en las posibilidades de los medios electrónicos para generar música.

En sus tres primeros trabajos (Krafwerk I, Krafwerk II y Ralf and Florian), instrumentales, popularizaron la música electrónica y anticiparon géneros como el house, techno, dance y trance. Las melodías pegadizas, los ritmos repetitivos –con cierta tendencia a una monotonía vital– y una estricta instrumentación minimalista cuajaron de manera definitiva en su cuarto álbum, Autobahn, que por primera vez incluía voz en sus canciones. Era una voz que se asemejaba a los mensajes radiofónicos, sencillos, simples. «Interpol y el banco alemán, FBI y Scotland Yard/Interpol y el banco alemán, FBI y Scotland Yard/negocios, números, dinero, gente/negocios, números, dinero, gente/mundo de computadora/ mundo de computadora», escuchamos en un tema posterior, Computer World, publicado en 1981. Como excepción, los cuatros versos del Fausto de Goethe que incluyeron en ‘Kommetenmelodie’, cara B de Autobahn. 

«Somos obreros musicales», defendían desde Kratwerk en algunos de sus parcos mensajes a la prensa

Autobahn se abría con un corte de 23 minutos que hacía delirar a Bowie: un homenaje a la primera autovía europea, inaugurada en 1932, que unía Colonia con Bonn. Aunque aparentemente pueda sonar aburrido, lo cierto es que la pieza trataba de simular ese viaje: la velocidad, cierto tedio, la búsqueda de dial que inspire a quien conduce y un motor que está en marcha y que acompaña a los pasajeros durante todo el trayecto musical. El Duque Blanco tuvo varios encuentros con los miembros de Kraftwerk para hacer algo juntos, pero la idea se quedó estancada en el mero deseo. Lo mismo le ocurrió a Michael Jackson, que quiso que participaran en Thriller, aunque también a Iggy Pop y a tantos otros. Kraftwerk, de hecho, rayaba en cierta misantropía: nadie ajeno entró nunca en sus estudios, Kling Klang, vetado incluso a mujeres, para evitar distracciones. «Somos obreros musicales», solían decir en algunos de sus parcos mensajes a la prensa. Y como tales actuaban, con férreos horarios escrupulosamente respetados. La naturaleza de Kraftwerk es la antítesis del rock, tanto en concepción musical como en estilo de vida. Aunque también tiene sus cuitas: en 2015, a uno de los miembros, en mitad de un concierto, se le sorprendió consultando su correo electrónico. 

Fascinados por un mundo venidero en el que los robots faciliten la vida a los humanos y entronizando el papel de científicos e ingenieros como adalides de la posmodernidad, incluyeron en sus actuaciones sofisticados autómatas que, manejados por control remoto, bailaban las melodías en el escenario. Su quinto disco, Radioactivity, que apostaba con socarronería por la energía nuclear al tiempo que homenajeaba a las emisoras de radio, se editó –como ya sucederá en el resto de sus trabajos– en dos versiones, una en inglés y otra en alemán. En los años noventa, actuaron en un concierto organizado por Greenpeace contra la planta de Sellafield, en Reino Unido, en el que incluyeron un mensaje lanzado por un codificador de voz: «Sellafield producirá 7.5 toneladas de plutonio cada año. 1,5 kilos de plutonio producen una bomba nuclear. Sellafield liberará la misma cantidad de radiactividad al medioambiente que Chernóbil cada 4,5 años».

Los trajes a medida, el irreprochable corte de pelo de sus miembros, las voces autómatas, las piruetas electrónicas, los ensamblajes musicales, las luces de neón poblando su espectáculos y la reivindicación de los diseños constructivistas de El Lissitzky se hicieron tan populares como complejas fueron las computadoras que integraron en sus composiciones. Complejas hasta el punto de que durante cinco años les resultó técnicamente imposible actuar en directo: su instrumental pesaba toneladas. Después, consiguieron mantener la sofisticación con distintos ordenadores personales y un equipo mucho más ligero. 

Sus temas son recurrentes: los viajes, las máquinas, la tecnología como libertadora del humano, el sueño europeo… Cantaban en distintos idiomas, incluso construyendo frases políglotas no solo en alemán e inglés, sino también en ruso, italiano, rumano, polaco, portugués, francés, croata… y español. Una de las rarezas de la banda fue la edición española de Electric café, en 1987, que incluía dos canciones en castellano, Techno Pop y Sex Object. Aunque duraría poco: fue retirado por un error de fabricación (uno de los temas estaba dañado), y nunca se volvió a editar.  

Su último gran álbum, Tour de France, está inspirado en un sello húngaro de 1953, en el que se ve a un grupo de ciclistas descendiendo un puerto de montaña. En él, emplean la melodía de Sonata para flauta y piano elaborada por Paul Hindemith, compositor considerado exponente del «arte degenerado» por el régimen nazi. 

Durante casi los últimos veinte años, Kraftwerk se ha dedicado a limpiar su hallazgos iniciales y reordenar su obra, incluyendo de vez en cuando algún tema inédito, a modificar algunas de sus canciones y a seguir haciendo de la tecnología uno de sus ejes. En 2009, en la antigua fábrica de coches de Volkswagen, en Wolfsburgo, ofrecieron tres conciertos para ser disfrutados en 3D, con gafas especiales que se repartieron a la entrada. Kraftwerk, cuya traducción reza literalmente «central eléctrica», actuando en una fábrica de coches. Un juego de matrioskas. Ellos ya lo habían explicado: «La inspiración viene de los ruidos que escuchamos».  

ARTÍCULOS RELACIONADOS

COMENTARIOS

SUSCRÍBETE A NUESTRA NEWSLETTER

Suscríbete a nuestro boletín semanal y recibe en tu email nuestras novedades, noticias y entrevistas

SUSCRIBIRME