Energía

El futuro de la energía: comienza la cuenta atrás hacia la descarbonización

Representantes políticos y empresariales debaten en un evento de Ethic sobre la reforma que acomete en estos momentos la Comisión Europea para diseñar un mercado eléctrico único capaz de afrontar los enormes desafíos climáticos, económicos y geopolíticos de nuestro tiempo.

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26
mayo
2023

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Como en el famoso cuento de Oscar Wilde, en el que el río se miraba en los ojos de quien se asomaba a él, al tiempo que le devolvía su imagen, en el sector energético se proyectan todas las crisis, pero también refleja sus soluciones. Los desafíos económicos, geopolíticos y, sobre todo, climáticos, impactan en nuestro mercado de la energía, básico para el funcionamiento de la sociedad y todos los agentes que la componen; y en paralelo, la transición hacia las renovables es la vía para combatir la espiral inflacionista, la dependencia de países en conflicto y el calentamiento global.

Los objetivos de descarbonización fijados en la Agenda 2030 (un 70% de la electricidad producida deberá provenir de fuentes alternativas a los combustibles fósiles) son sin duda un reto de magnitudes inéditas en nuestra historia reciente, por eso la Comisión Europea trabaja en una reforma del marco regulador que facilite la penetración de las renovables, acuciada, además, por la sacudida que ha provocado la guerra en Ucrania en el mercado único y favorezca el desarrollo de los precios fijos para los consumidores.

Recientemente, la Comisión Europea ha presentado su propuesta. Se trata de una propuesta de consenso mayoritario entre los Estados miembros que persigue una reforma quirúrgica, manteniendo el mercado único que ha funcionado bien y ha conseguido un desarrollo de energías renovables masivo en Europa; promoviendo los contratos de suministro a largo plazo (PPA) de energías limpias, así como la protección a los consumidores vulnerables impidiendo su desconexión y regulando una intervención parcial en los mercados en momentos de crisis declarada, que permitirá a los Estados miembros subvencionar a las pymes y consumidores hasta el 80% de los precios.

España se adelantó a la Comisión Europea con una propuesta rupturista de reforma integral del mercado eléctrico, que apuesta por una mayor regulación, planificación centralizada, comprador único y precios regulados para las renovables y nucleares, y en la que el esquema marginalista —el precio que se fija diariamente en el pool energético— pasaría a ser secundario, abriendo la puerta a que cada Estado miembro fijara sus precios de la energía.

Sea como fuere, vivimos un momento clave para el sector energético, cuyo futuro estará marcado por una reforma que lo adapte a la coyuntura actual y a los desafíos inminentes, materializados en la Agenda 2030. Como un reflejo de los intensos debates que están por venir para encajar las necesidades y preferencias de los Estados miembros en un cuerpo regulatorio único, estable y duradero, Ethic ha organizado La energía del futuro: España ante la reforma del mercado eléctrico, una jornada en la que expertos y representantes de la industria y la política han expuesto sus puntos de vista ante el reto que supone alcanzar un futuro dominado por las renovables que contenga los precios, reduzca nuestra dependencia energética y cumpla con el calendario de la lucha contra el calentamiento global.

Miguel Arias Cañete: «Por razones coyunturales, hacer reformas estructurales genera una inseguridad jurídica a nivel europeo, que no puede ser positiva»

«El gran reto de la nueva configuración del mercado para España es, sobre todo, en qué medida puede ayudar a la transición energética y, en definitiva, a la integración de las energías renovables dentro de los sistemas eléctricos de la manera más saludable posible, asegurando por un lado la rentabilidad de las inversiones en renovables y, por otro, un precio más competitivo para nuestra industria y más bajo para nuestros consumidores», resume Carmen Becerril, presidenta de la OMIE (Operador del Mercado Ibérico de Energía), y advierte: «Es arriesgado plantear ahora una reforma con una guerra a las puertas de Europa, pero sí es necesaria en lo que afecta a la transición ecológica, para integrar nuevas tecnologías que satisfagan la demanda de renovables».

En este sentido, Miguel Arias Cañete, excomisario de Energía de la Comisión Europea, considera que «la propuesta española —aunque el gobierno la haya presentado dos veces (una a través del gobierno y otra a través del parlamentario español Nicolas Gonzales Casares)— plantea, frente a la europea de consenso, una reforma estructural muy potente con un mercado solo nacional y muy regulado», y destaca: «Por razones coyunturales, hacer reformas estructurales genera una inseguridad jurídica a nivel europeo, que no puede ser positiva».

Con un razonamiento parecido Isabel García Tejerina, exministra de Medio Ambiente, opina que ese escenario la propuesta española no generaría «un clima inversor atractivo», ya que «menos mercado no es bueno para la construcción de Europa». La exministra recuerda que «la agenda de la sostenibilidad es una agenda de inversiones y la lucha contra el cambio climático, que pasa por una necesaria descarbonización, requiere inversiones milmillonarias por las que competimos en el mundo, que solo atraerá un mercado que ofrezca certidumbre, estabilidad, garantías y seguridad jurídica».

El futuro del sector pasa, efectivamente, por inversiones no solo en instalación de renovables, sino en las tecnologías que las acompañan, como por ejemplo, el almacenamiento o el hidrógeno verde. Una idea que comparte José Blanco, exministro de Fomento y ponente de Directiva Europea de Energía Renovables, para quien, sin embargo, la propuesta de Europa y la del Gobierno de España tienen cierta sintonía: especialmente en sus objetivos de favorecer los contratos a largo plazo y la penetración de las renovables, al tiempo que se arrinconan los combustibles fósiles. «En cualquier caso, la reforma del mercado eléctrico y todo el impulso a la descarbonización requiere de un consenso que permita garantizar estabilidad y dar certidumbre a las inversiones necesarias que permitan ese desarrollo del sector, y contribuir con ello a los objetivos que nos hemos marcado: solo una regulación que genere amplios consensos, y que sea homogénea en Europa sin excepciones nacionales,  permitirá avanzar y garantizar esas inversiones necesarias», argumenta.

José Blanco: «Solo una regulación que genere amplios consensos, y que sea homogénea en Europa sin excepciones nacionales,  permitirá avanzar y garantizar esas inversiones necesarias»

Respecto al borrador que ha presentado el Gobierno, Claudio Aranzadi, exministro de Industria y Energía, recuerda que el mercado marginalista es el único posible, y que «tanto la propuesta española como la de la Comisión lo avalan». El debate doctrinal, según el exministro, no puede tener lugar en un momento tan urgente y complicado: «No se deben contraponer los defensores del libre mercado y los de más regulación, sino determinar qué mezcla de regulación y mercado necesitamos, y resolver las señales de precios a largo plazo».

La reforma es necesaria para la descarbonización y para reducir nuestra dependencia de energética de los combustibles fósiles de los que Europa carece, pero el nuevo modelo debe ser continuista y no rupturista, una idea en la que coinciden todos los ponentes. «El sistema de contratación a largo plazo debe ser un pilar de nuestro mercado, como los PPAs o los contratos por diferencia voluntarios  [se acuerda un precio entre comprador y el Estado, que se liquida por diferencias respecto al precio del mercado]», opina Marta Castro Pérez, directora de Regulación de AELEC (Asociación de Empresas de Energía Eléctrica), y advierte:  «Hay que diseñar el sistema de liquidación eficaz, porque una mala regulación puede afectar la liquidez de los mercados a medio plazo».

La reforma en ciernes del mercado eléctrico va a tener implicaciones en la competitividad de la industria europea. Como respuesta a la crisis geopolítica y a la aprobación de la Inflaction Redaction Act en Estados Unidos (una ley promulgada en 2022 que, entre otras cosas, ofrece cuantiosas ayudas a las renovables), la Unión Europea puso en marcha un triple paquete de medidas para mejorar su posicionamiento en las cadenas de valor de materias primas y especialmente en las de tecnologías limpias críticas para la transición energética. Este movimiento incluye la adaptación del diseño del mercado eléctrico que nos ocupa, para favorecer una mayor estabilidad de los precios. «Lo que esperamos con esta reforma es que haya un impacto positivo, fundamentalmente en las inversiones en energías renovables, que creemos, es el factor crítico para avanzar en la transición energética, y a la vez, mejorar la seguridad del sistema energético europeo», apunta Jorge Fernández, coordinador de Energía en Orkestra (Instituto Vasco de Competitividad). «Lo que no podemos necesariamente esperar es una caída de los precios de la energía, porque el sistema europeo tiene una estructura que lo hace vulnerable y mientras tengamos dependencia de los combustibles fósiles, y en especial del gas natural, cabe esperar unos precios relativamente altos en el corto plazo en comparación con otras regiones del planeta».

Otro de los escollos que debe superar la reforma es la brecha, todavía existente, entre oferta y demanda. A día de hoy hay una enorme cantidad de potencia renovable en tramitación que tiene que estar instalada en dos años, y la demanda de electricidad no está incrementándose para alcanzar esos niveles de compra, como recuerda Juan Virgilio Márquez, director general de AEE (Acción Empresarial Eólica). «Tenemos que establecer mecanismos regulatorios que agilicen esta electrificación para que llegue al mismo tiempo que la generación, o de lo contrario, tendremos una situación en la que muchos proyectos van a tener que parar, o que dilatar en el tiempo su instalación, con lo cual vamos a perder una oportunidad».

Sin duda la cantidad de desafíos enfrentan a esta reforma a una complejidad ciclópea en la que, además, muchos países y agentes del sector deberán ponerse de acuerdo en tiempo récord. La politóloga Cristina Monge recuerda que la guerra nos ha hecho darnos cuenta de hasta qué punto dependemos de la energía, y conlleva por tanto la necesidad de aumentar la resiliencia del sector y proteger a los ciudadanos de un mercado volátil como el que estamos viviendo. «Pero sobre todo, no desviarnos del camino de la transición ecológica que marca el Pacto Verde Europeo, un reto al que nunca se ha enfrentado antes la humanidad». Y zanja: «Es la hora de la honestidad intelectual, debemos tener, ante todo, los mejores conocimientos posibles para abordar este desafío».

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