Salud

La ‘gig economy’ está acabando con nuestra salud

Burnout, fatiga, dificultades para separar vida privada de vida laboral… Los nuevos modelos de trabajo que ha traído el siglo XXI tienen un coste en la salud de los trabajadores.

Ilustración

Freepik
¿QUIERES COLABORAR CON ETHIC?

Si quieres apoyar el periodismo de calidad y comprometido puedes hacerte socio de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año a partir de una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos).

COLABORA
29
marzo
2023

Ilustración

Freepik

Antes de la crisis de 2008, nadie había oído hablar de la gig economy. Pero aquel año el mundo colapsó como lo conocíamos, el mercado laboral se reseteó e impulsó la gig economy o economía bajo demanda. La innovación tecnológica permitía que una plataforma ofreciera servicios que podían ser ejecutados por profesionales disponibles en ese momento. Acabado el servicio, el profesional podía elegir otro o esperar. Y empezaron a aparecer nombres como Uber o Deliveroo.

Las ventajas eran más que evidentes: mayor flexibilidad sin relación laboral con la empresa, decidiendo cuándo trabajar y cuando no, lo que permitía convertir este tipo de trabajos en un extra o impulsar la conciliación familiar. Pero la realidad ha dejado visible la otra cara de la moneda: los profesionales trabajan para unos algoritmos que penalizan si rechazan trabajos y la presión aumenta para hacer entregas o terminar servicios en el menor tiempo posible para aceptar el siguiente. La competencia con otros profesionales para el mismo servicio es palpable y a esta ecuación se le suma una nueva variante: la satisfacción del cliente, de la que también depende tener más o menos ingresos económicos.

Así, la llamada flexibilidad dio paso a la precariedad: no existe el límite entre el trabajo y el descanso. La hiperconectividad es total, pendientes de una app que establecerá el trabajo de hoy y, por tanto, unos ingresos de mañana que, en muchos casos, no llegan al salario mínimo. Las consecuencias de estas condiciones de trabajo ya no son solo físicas, sino también psicosociales. ¿El predominante? El estrés, que es intrínseco a este tipo de trabajos.

La hiperconectividad es total, pendientes de una app que establecerá el trabajo de hoy y los ingresos del mañana

Parte de ese estrés como trabajadores de plataformas viene de una «supervisión constante del trabajo, con dispositivos de monitorización y geolocalización que permiten conocer su situación exacta, y sometidos a sistemas de reputación o valoración del trabajo», detalla la profesora Marta Fernández Prieto, profesora de Derecho del Trabajo y Seguridad Social en la Universidad de Vigo. Lo hace en su artículo Riesgos psicosociales del trabajo a través de plataformas digitales, donde también recuerda que trabajar en la llamada gig economy es someterse a la constante recopilación de datos del rendimiento, de los que dependerá sus encargos futuros.

El estrés crónico al que están sometidos estos trabajadores puede llegar a provocar patologías tales como el burnout o síndrome del trabajador quemado que trae como consecuencia agotamiento, fatiga crónica, dolor de cabeza, problemas para conciliar el sueño, úlceras y desórdenes gastrointestinales e hipertensión, entre otras. También provoca ansiedad, impaciencia e irritabilidad o sentimientos depresivos.

Este tipo de trabajadores sufren «la imposibilidad de conocer con anterioridad cuál va a ser su carga de trabajo» y, por tanto, «sus ganancias», un factor más que influye en la salud mental, según relata Silvia Fernández Martínez, investigadora postdoctoral en el área de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social de la Universidad de Alcalá en Los riesgos psicosociales en el trabajo realizado mediante plataformas digitalesLa ausencia de una conciliación entre la vida profesional y personal aumenta también el riesgo de padecer depresión y de que esta se perpetúe en el tiempo. El problema de someterse a los dictados de la gig economy es que es imposible ausentarse del trabajo para recuperar la salud sin ver comprometidos los ingresos.

Nomofobia y ningufoneo

Otra de las consecuencias de estar en la rueda de un trabajo que depende de los algoritmos es la dependencia absoluta del móvil, la herramienta de trabajo que permite tener acceso a las entregas y los ingresos y, por tanto, la necesidad de conexión permanente. Y aquí la profesora Fernández Prieto, de la Universidad de Vigo, introduce dos palabras derivadas de la adicción a las nuevas tecnologías que ya sufren estos trabajadores: nomofobia, o miedo de pérdida de comunicación o conexión con la plataforma, y ningufoneo, atención obsesiva al dispositivo para no perder un encargo. Y ambas atraviesan a los trabajadores de la gig economy.

El problema de someterse a los dictados de la ‘gig economy’ es que es imposible ausentarse del trabajo para recuperar la salud

De hecho, la forma misma en la que se organiza el trabajo aumenta el riesgo de padecer ambas adicciones. Las plataformas pueden llegar a hacer sentir culpable al trabajador si se desconecta y «dedica su tiempo a su vida personal», porque «está perdiendo encargos y reduciendo su puntuación en la plataforma», recuerda Silvia Fernández Martínez, por lo que la línea entre el trabajo y el descanso acaba desdibujándose y aumentando los riesgos psicosociales de la falta de descanso.

Son trabajadores precarios que no tienen asegurado el pago y que carecen de protección social en muchos casos. Están aislados de la compañía y es difícil que puedan resolver problemas de manera fácil y ágil con alguien superior. Están expuestos, además, a sufrir mobbing, pero no solo de la plataforma que les obliga con sus condiciones a ser más efectivos, sino de los clientes, de quienes depende el siguiente encargo; una mala valoración les hace caer en el ranking de trabajadores más valorados.

Además, frente a un conflicto con el cliente, los trabajadores no reciben apoyo de la empresa, pero los usuarios sí pueden llegar a percibir descuentos o recompensas para que no abandonen la plataforma. «Están sometidos a un acoso global, virtual y potencial mucho más intenso que el resto de trabajadores, por lo que el mobbing aparece sobredimensionado y al tiempo diluido», apunta desde el departamento de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social de la Universidad de León, Henar Álvarez, en su artículo Los retos de la economía colaborativa en la prevención de riesgos laborales.

Este tipo de personas que trabajan con plataformas pertenecen a lo que varios autores han llamado la nueva clase social, el «precariado» colaborativo o tecnológico (e-precariado), o también «legiones de esclavos del clic», personas que dependen de la valoración de un cliente para seguir trabajando y que no tiene horarios ni ingresos mínimos. Una situación de vulnerabilidad con la que tienen que enfrentarse cada día personas que ya están en la línea de la precariedad: a este tipo de plataformas suelen acudir jóvenes o personas vulnerables, como inmigrantes que, en muchos casos, carecen de papeles para poder trabajar y son subcontratados por otros trabajadores de las plataformas.

¿Son estas situaciones propias del siglo XXI y las nuevas tecnologías, que han llegado a un mercado de trabajo que no estaba preparado? Quizá los miembros que componen la gig economy no disten tanto de los mineros escoceses del siglo XVIII o eso es lo que apunta el profesor Keith Bender, de la Universidad de Aberdeen en Escocia.

En el siglo XVIII, Adam Smith destacó que los mineros cobraban según su trabajo, su desempeño, y se dio cuenta de que estos mineros eran capaces de trabajar «hasta los huesos» para ganar más dinero con unos efectos negativos para su salud. «Este vínculo entre la remuneración y el rendimiento y la salud ha sido muy poco estudiado desde Smith», apunta el profesor Bender. Así que la Universidad de Aberdeen lleva tres años realizando un estudio donde quiere ver esos vínculos entre rendimiento, estrés y salud. Economistas y psicólogos trabajan juntos vigilando la hormona del cortisol, vinculada al estrés, en personas que trabajan para las plataformas en comparación con trabajadores que reciben un salario. Los resultados aún no se han publicado pero serán claves para determinar las relaciones laborales del futuro.

ARTÍCULOS RELACIONADOS

COMENTARIOS

SUSCRÍBETE A NUESTRA NEWSLETTER

Suscríbete a nuestro boletín semanal y recibe en tu email nuestras novedades, noticias y entrevistas

SUSCRIBIRME