Economía

«No es que los jóvenes estén llamados a vivir peor que sus padres, sino a hacerlo en una montaña rusa»

Fotografía

Óscar Chamorro (Colpisa)
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13
marzo
2023

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Óscar Chamorro (Colpisa)

La palabra «crisis» ha sido el telón de fondo de la vida de las generaciones más jóvenes de nuestro país: primero fue la burbuja inmobiliaria, cuando parecía que levantábamos cabeza llegó el coronavirus y cuando todo iba a volver a la normalidad, Rusia invadió Ucrania. Vivimos en una crisis económica constante, con la incertidumbre instalada en la sociedad. El periodista José María Camarero disecciona en ‘Crisisfobia’ (Harper Collins) el momento convulso actual, se adentra en las incógnitas de la economía y da respuesta a esas cuestiones que nos afectan diariamente, para entender la crisis y aprender a evitar el desastre económico.


¿Qué es la crisisfobia?

La crisisfobia aúna una realidad y un deseo. La realidad es que tenemos miedo a la crisis, a la propia economía, a lo que puede venir… Esto lleva ocurriendo en el último año y medio. Es el miedo a la incertidumbre. Pero el término crisisfobia también es un deseo, un anhelo de perderle el miedo a la crisis y a la incertidumbre. Y, sobre todo, hay que perder el miedo a hablar de dinero y de cómo gestionarlo. Los españoles no estamos acostumbrados a hablar del tema ni a anticiparnos y tomar decisiones con nuestro dinero, sea mucho o poco. No hace falta cobrar mucho para preocuparse por el dinero.

En los últimos años hemos vivido en una crisis económica constante. ¿Realmente la gente tiene miedo a las crisis económicas?

Un alto ejecutivo de un banco me dijo en la crisis de la burbuja inmobiliaria que tenemos que acostumbrarnos a vivir en la incertidumbre. Estas crisis que han venido tan seguidas nos llevan a concluir que la economía es incertidumbre y que puede haber épocas mejores y peores, pero que nos tenemos que acostumbrar a vivir así. Esto no quiere decir que no vayamos a progresar, ni que las cosas no puedan mejorar. Por supuesto que pueden hacerlo y se pueden tomar decisiones para mejorar. Pero siempre va a haber algún atisbo de incertidumbre o de miedo que pueda golpearnos cuando menos lo esperemos. Y este es un cambio de chip en la cabeza que los ciudadanos ya hemos asimilado. No se trata de vivir continuamente con miedo, pero sí de tener en cuenta que no todo va a ir siempre hacia arriba, ni siempre a mejor. Si no que va a haber épocas buenas y malas; y que tenemos que anticiparnos en las malas tomando determinadas decisiones que amortigüen el impacto de esas épocas malas.

«Habrá pensiones para sobrevivir, no para vivir bien y esa es la diferencia»

Con este no parar de coyunturas económicas catastróficas, ¿están destinados los más jóvenes a vivir peor que sus padres?

Esta es una cuestión que, dependiendo del punto de vista con el que lo analices, puede llevar a contradicción. Ahora mismo es verdad que desde la perspectiva objetiva y técnica, en proporción, los salarios de los jóvenes son muy inferiores a los que podía tener la generación anterior. También las condiciones de trabajo no son las mismas, porque antes las carreras profesionales eran lineales, empezando cobrando poco de joven, pero siempre con una línea salarial que iba hacia arriba cobrando cada vez más hasta la jubilación; y ahora son montañas rusas. Pero claro, si a la generación que ahora tiene 60 o 70 años le dices que vivía mejor de lo que ahora lo hacen sus hijos, lo primero que te pueden recordar es que los tipos de interés hace 30 o 40 años estaban en el 20% y que los derechos laborales no estaban tan adaptados a la realidad como ahora. No es que los jóvenes estén llamados a vivir peor que sus padres, sino que están llamados a vivir en la incertidumbre, en una especie de montaña rusa. Cosa que antes no ocurría. Esa es la verdadera diferencia.

El gasto en pensiones supone cada vez más carga presupuestaria. ¿Los más jóvenes llegarán a poder cobrarla?

Habrá pensiones públicas, pero no parece que vayan a ser como las que hay ahora mismo en vigor. Tendremos la posibilidad de acceder a una prestación pública, pero debemos tener en cuenta que las cuantías que se manejan ahora posiblemente no sean tan elevadas en el futuro. Básicamente porque las cotizaciones que van a realizar los jóvenes, o que están realizando ahora, no son ni mucho menos como las que había antes. Antiguamente se cotizaba más y cada año se cotizaba mejor y, por lo tanto, daba más derechos. Ahora mismo, hay más épocas de paro, temporadas donde puedes perder el trabajo, épocas en que puede haber recortes… y eso llevará a unas pensiones menguadas. Estas servirán como un sustento o una base, pero los jóvenes tendrán que complementarlas con algo: o bien cuando llegue la edad de jubilación tienen una vivienda en propiedad, que es difícil también, o bien con otro tipo de ahorros… Habrá pensiones para sobrevivir, no para vivir bien. Esa es la diferencia.

En los últimos meses, decenas de noticias han mostrado como las compañías eléctricas «escondían» en sus webs las tarifas más baratas a los usuarios. ¿Hay algún sector que abuse especialmente de nuestra ignorancia?

En las últimas crisis hemos visto que se ha manejado a los clientes de forma discrecional. En primer lugar, fueron en los bancos y ahora las energéticas. Los bancos nos vendían productos que creíamos que no tenían peligro, pero luego se comprobó con las preferentes o las hipotecas con cláusulas suelo que escondían una serie de condiciones sobre las que no se nos advirtió. Eran productos legales, pero no se comercializó como se debería haber hecho, avisando de los riesgos que se asumían. Con las tarifas eléctricas y energéticas ha pasado prácticamente lo mismo. Quién no ha recibido una llamada diciendo «le propongo una tarifa más barata que la que usted tiene». No se trata solo de eso, se trata de averiguar otra serie de condicionantes sobre cuánto tiempo tengo que permanecer con esta tarifa, qué otros recargos tiene, qué pasará cuando la oferta promocional termine… Eso es de lo que no nos informan. Y en eso se ha abusado de la propia ignorancia que tenían los clientes. Es verdad que en la crisis de los últimos meses está habiendo un cambio fundamental en que los clientes están cada vez más formados con qué es lo que deben exigirle a una compañía cuando les ofrecen una tarifa. Y eso es lo importante, que la comercialización no sea en un minuto, con una llamada telefónica y que el cliente diga a todo que sí.

«La inflación impacta en todas las economías familiares, pero no lo hace igual en las casas que se cobra poco que en las que mucho»

En los últimos meses, hay una pregunta que ronda a muchos españoles: ¿cuál es la mejor tarifa de la luz?

En términos generales, la mejor tarifa de la luz es la tú puedas pagar. No se trata de que haya una tarifa buena para todo el mundo, cada hogar tiene su consumo y sus características. Sabemos que hay dos opciones: la tarifa regulada o la libre, de esta última hay muchas. La tarifa regulada es la que le convienen a quien pueda tener acceso al bono social, una ayuda de hasta el 80% del consumo muy importante, a la que mucha gente desconoce que puede acceder. Quién no tenga el bono social puede acogerse a la tarifa libre. Lo que es fundamental es que quien se acoja a una que pueda asumir.

¿Cómo va a afectar la transición energética a la factura de la luz?

La transición ecológica impulsará las renovables. Eso provocará que el precio de la energía baje y que seamos más independientes de otros países. Si disponemos de más renovables, no nos ocurrirá como ha pasado con los países que importaban materias primas de Rusia, algo que también puede pasar con otros territorios. Por lo tanto, apostar por renovables nos haces más autosuficientes y eso provocará una rebaja de los precios. El problema es que el camino hasta llegar a ese momento es costoso. Aunque el objetivo es llegar a una energía más barata, ahora estamos pagando más por tener en el futuro una soberanía energética y unos precios más eficientes y económicos. Si aquí tenemos sol, viento y otras condiciones climáticas, pues desarrollémosla, aunque durante el camino va a costar algo de dinero hasta que consigamos que baje la factura con las renovables.

Llevamos varias semanas oyendo hablar de «los gastos hormiga», ¿realmente evitar pequeños desembolsos superfluos puede ayudar a mejorar considerablemente nuestra economía?

Recortar en gastos superfluos no ayuda a ajustar considerablemente nuestro presupuesto, pero sí a tomar conciencia de que debemos preocuparnos por el dinero. Esto es como la regla de destinar el 20% de lo que cobremos al ahorro. Evidentemente, a una persona que cobra 1000 euros no le puedes decir que ahorre 200 porque es imposible; pero si en vez de 200 empieza ahorrando 20, luego 30, después 40 y luego 50, ha adquirido el hábito de ahorrar. Con los «gastos hormiga» pasa lo mismo.  Por quitarte un café al día no vas a mejorar tu presupuesto, pero sí te habitúas a tener más conciencia de que no puedes estar continuamente gastando y de que debes mirar un poco más por el dinero. Con el pequeño goteo es como uno se empieza a preocupar por el dinero, a decidir cuándo gastar y cuándo no. Y luego llegarán decisiones de futuro que puedan ajustar el presupuesto. Pero si no empezamos por lo mínimo, entonces nunca tendremos un ajuste considerable de presupuesto.

¿Qué papel juega la Unión Europea en toda la situación de inflación que vivimos? ¿Debería intervenir más para paliar la situación a la que se enfrenta la población?

En la actualidad, hay una contradicción. Por una parte, está el Banco Central Europeo subiendo los tipos de interés para que, resumiendo, suban las hipotecas, suban los créditos y no gastemos tanto dinero en nuestro día a día. Pero, por otra parte, estamos pidiendo a la Unión Europea que ayude a la gente que no puede llegar a fin de mes. Para mí lo que debería hacer la UE es ayudar a quienes más sufren la inflación. Porque poner más dinero encima de la mesa para todo el mundo lo que provoca es que la gente siga gastando, no tenga preocupación por los precios y esos costes se sigan retroalimentando y subiendo. Frente a las ayudas generalizadas, lo que hay que hacer son ayudas parciales, a quién más lo necesita. Desde luego que la inflación impacta en todas las economías familiares, pero no lo hace igual en las casas que se cobra poco que en las que se cobra mucho. Por lo tanto, todas las ayudas se deben enfocar al que menos tiene. Y eso complementarlo, más que con intervención del mercado, con que las grandes compañías que estén ganando más dinero arrimaren el hombro, aportando una parte de esos beneficios inesperados que están teniendo a las familias que lo necesitan, pero no toda la población. Intervenir los mercados puede ser ética y moralmente deseable, pero sabemos que desde un punto de vista práctico es una decisión tan difícil y complicada que hay hilar muy fino para evitar efectos indeseados.

 

 

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