Economía

La inflación para ‘dummies’

En estos momentos, ocho de cada diez españoles se sienten especialmente preocupados por la inflación. Es un fenómeno que cada cierto tiempo ocupa los titulares de cabecera y las conversaciones en la calle, pero ¿en qué consiste exactamente y cómo afecta a la vida cotidiana?

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18
mayo
2022

Si hay una palabra clave que se repite últimamente en los titulares, incluso fuera de las secciones de economía, es la de inflación. Protagoniza las noticias y se adueña de la mayor parte de los análisis. Incluso alcanza las conversaciones de la calle. Quien más y quien menos ya la ha mencionado mientras hablaba sobre los costes de la vida. Con resignación o con enfado, siempre se dice lo mismo: «Es por la inflación».

Este protagonismo recurrente se explica porque, efectivamente, la inflación se ha convertido en una cuestión crucial en nuestro día a día. Las cifras del Instituto Nacional de Estadística (INE) llevan meses advirtiendo de un patrón creciente: la última estimación salió hace unos días, situando la inflación del mes de abril en el 8,3%, un punto y medio porcentual menos que los datos del mes de marzo. Son datos agridulces, como recuerda la prensa económica, porque aunque se ha descendido en la comparativa mensual –lo que podría significar que se están corrigiendo algunos aspectos–, en la inflación subyacente las cosas siguen al alza.

Si bien la crisis del coronavirus ya había impactado en la economía global, ahora la guerra en Ucrania ha tenido un efecto directo en los costes de las materias primas y empujado todo al alza, inflación incluida. Más allá de lo que todo implica en términos de macroeconomía, los españoles han notado este incremento en el bolsillo. Las cuentas más recientes de la OCU indican, por ejemplo, que los precios medios de las grandes cadenas de supermercados han subido en un 9,4%, con crecimientos del 12,1% en el supermercado en el que más han escalado los precios y del 34% en el producto que más se ha encarecido. De hecho, la escalada actual está ya causando cierto pánico entre la ciudadanía: ocho de cada diez españoles reconoce que la inflación les preocupa, según cuentas de Deloitte, y eso afecta a sus decisiones. También, a la larga, podría tener un efecto en términos de precariedad, movilidad social o calidad de vida.

La inflación provoca que la capacidad adquisitiva de la población se reduzca poco a poco

Pero ¿qué es exactamente la inflación y por qué afecta a los costes de la vida cotidiana? Si se le pidiese a un ciudadano que lo explicase, posiblemente acabaría diciendo que es, simplemente, que «el dinero vale menos». Es decir, los ingresos que una persona recibe y los que posee sirven cada vez para menos porque la vida se vuelve progresivamente más cara. Como en esas promesas de amor de tarjetas y joyas, es un hoy menos que ayer pero más que mañana. 

Recurriendo a lo más básico, la explicación que incluye el libro de Economía de 1º de Bachillerato de SM aporta un resumen, claro y sencillo, de lo que implica: «una subida continuada y generalizada de los precios de una economía». Para los expertos económicos puede que sea un resumen demasiado simple, pero si lo que se busca es una explicación de la inflación para dummies, esta es una oración bastante acertada. Todo se vuelve progresivamente más caro y eso hace que la capacidad adquisitiva de la población se vaya reduciendo, puesto que lo que se puede adquirir con el dinero que se tiene es cada vez menos.

La escalada de la inflación está lejos de ser un fenómeno nuevo y, posiblemente, el ejemplo histórico más popular sea el de la República de Weimar. Entre enero de 1922 y noviembre de 1923, los precios en Alemania se dispararon de tal manera que en las tarifas de los productos se hablaba en cantidades de millones de marcos. Por supuesto, lo que valía un millón de marcos de 1923 estaba muy lejos de ser lo que lo hacía en 1921, antes del estallido inflacionario.

En Argentina, a principios de los 90, la inflación llevó a sus habitantes a refugiarse en monedas extranjeras

«A mediados de diciembre, un dólar valía más de siete mil marcos y medio kilo de mantequilla, que había costado 800 marcos en noviembre, entonces costaba 2.000», escribe Arthur R. G. Solmssen en Una princesa en Berlín (Tusquets), una novela sobre la Alemania de esos años, refiriéndose a la Navidad de 1922 como «una pesadilla» para «la mayoría de los alemanes». La inflación disparada llevó a que bajase el poder de compra, que en las tiendas hubiese colas o que los granjeros no quisiesen dar sus cosechas porque el valor del pago se esfumaba no bien lo cobraban. Los personajes de la novela de Solmssen insisten que «es como la guerra».

No obstante, este ejemplo no debe preceder al pánico. Lo que ocurrió durante los años de la República de Weimar fue algo histórico y desaforado. El propio libro ya mencionado de Economía de bachillerato, con sus explicaciones accesibles, afirma que «si los precios suben de forma moderada y prevista, sus efectos no serán importantes». De hecho, que los precios vayan subiendo es casi ley de vida en las economías. 

Lo peligroso es que la inflación crezca de forma inesperada y persistente o que se cruce la frontera de la hiperinflación (una subida de los precios por encima del 100% en un año), porque eso puede llevar a que los consumidores se refugien en monedas extranjeras –ocurrió en Argentina a principios de los 90– y que la economía afectada entre en una situación de crisis prolongada. Así, por ejemplo, la crisis del petróleo de los años 70 supuso un golpe para la economía mundial y para el bolsillo de los ciudadanos, uno que se prolongó durante años.

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