Medio Ambiente

«La ciencia tiene que aprender a hacerse valer»

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31
marzo
2022

El ecólogo Fernando Valladares lleva 30 años defendiendo la naturaleza y denunciado la degradación de los ecosistemas por efecto de la acción humana. Aunque a veces tiene la sensación de vivir un ‘Día de la Marmota’ donde las advertencias de la comunidad científica se repiten una y otra vez sin terminar de provocar el efecto deseado, no está dispuesto a arrojar la toalla. No obstante, este investigador del CSIC y profesor asociado en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid cree que quizá haya llegado la hora de que los científicos abandonen el tono ‘tremendista’ y viren su discurso hacia planteamientos más positivos capaces de conectar a la sociedad con soluciones concretas. 


¿Dedicarse al medio ambiente es en la actualidad una fuente disgustos?

Hay algo de cierto en eso. Por ese motivo yo trato de ir un poco a contracorriente y me empeño en encontrar razones para el optimismo entre tantas malas noticias. Y aunque, objetivamente, esas buenas noticias no abundan, creo que es muy importante agarrarse a esos brotes de esperanza para recordarnos que vale la pena seguir trabajando por el medio ambiente.

Entre ese optimismo también hay, inevitablemente, momentos de desánimo.

Lo más frustrante es esa sensación de deja vu, de que me paso la vida recordándole a la gente cosas que ya he contado antes. A veces, en una ponencia o presentación recurro deliberadamente a la misma diapositiva o al mismo informe que ya usé años atrás para hablar de ese mismo tema. Así recalco el hecho de que en cuestiones climáticas seguimos en una situación muy parecida a la de hace dos décadas. Pero si tengo que seguir recordándolo otras dos, lo haré sin dudarlo.

«Las alertas climáticas siguen viéndose como algo lejano porque el ser humano tiende a evitar hacer frente a los problemas que aún no tiene delante»

¿Por qué avanzamos tan lentamente?

Por una combinación de factores. En primer lugar, las alertas climáticas siguen viéndose como algo lejano porque el ser humano tiende a evitar hacer frente a los problemas que aún no tiene delante. Aunque sepa lo importante que es prevenir. Esta tendencia a reaccionar solo a posteriori es algo que llevamos haciendo desde hace miles de años. La diferencia es que ahora disponemos de conocimientos científicos suficientes para anticipar esos escenarios, pero no le hacemos suficiente caso a la ciencia. La ciencia tiene que aprender a hacerse valer.

¿Qué puede hacer un ecólogo para luchar contra el cambio climático?

Hay numerosos frentes a los que atender, y cada uno debe elegir aquellos en los que crea que puede aportar más valor. Investigación, ciencia, observación, monitoreo, divulgación… Esta última función es fundamental, ya que se trata de trasladar esa actividad científica a la sociedad y a los responsables políticos. Y si esas vías ‘correctas’ y diplomáticas no funcionan, porque suelen tener un recorrido corto y de escaso impacto, también esta la opción de practicar el activismo y la desobediencia civil.

¿Los científicos se sienten suficientemente escuchados?

Se nos escucha bastante. Pero casi tanto como nos escuchan, nos ignoran y nos olvidan después. Lo hemos visto durante la pandemia y las sucesivas olas.

¿Por qué cree que sucede?

Quizá haya llegado la hora de que los científicos y los que somos los ‘cenizos’ oficiales del medio ambiente cambiemos nuestra narrativa para que el mensaje llegue mejor. Es decir, que no nos limitemos a hacer diagnósticos tremendistas –por más que la situación sea tremenda– e incorporemos a ese discurso piezas de optimismo para que no sean todo malas noticias. También necesitamos un análisis científico que no se quede solo en los datos, sino que impulse acciones concretas para resolver problemas específicos y establezca un nuevo marco de conexiones que ayude a entender la cuestión medioambiental desde una perspectiva más amplia.

¿Qué tipo de conexiones?

Las que existen entre el medio ambiente y elementos como la energía, los combustibles fósiles, la acción política, las pandemias, nuestro modo de vida y muchos otros elementos que forman parte del problema. Si no somos capaces de comprender y de explicarle a la gente esas conexiones, seguiremos dando palos de ciego y poniendo parches sin resolver el fondo de la cuestión climática.

«Los defensores del medio ambiente no deberíamos limitarnos a hacer diagnósticos tremendistas»

Desde tu punto de vista y conocimiento, ¿cómo está alterando la acción humana los ecosistemas?

Afecta sobre todo a su funcionamiento, a los procesos ecológicos. Debemos ser conscientes de que a naturaleza funciona peor cuando está contaminada: hay pérdida de biodiversidad porque desaparecen especies y, además, contamos con un clima que cambia demasiado deprisa. Esto implica que los ecosistemas no tengan tiempo para adaptarse a estos tres efectos indeseables, lo que pone a la biosfera y al propio ser humano contra las cuerdas. De ese desastre nosotros somos, al mismo tiempo, los causantes y los principales perjudicados.

En este sentido, ¿hasta qué punto las pandemias y los eventos climáticos extremos son calamidades ajenos a las actividades humanas?

Son eventos de una escala tan grande que muchas personas tienden a pensar que simplemente pertenecen al ritmo de la naturaleza y que, frente a eso, poco se puede hacer. Pero se indaga en las causas es fácil observar que la acción de ser humano está directamente relacionada con su origen. Por ejemplo, el hecho de que estemos alterando los ecosistemas y acabando con especies hace que haya ahora más posibilidades de enfermedades zoonóticas. Y ser conscientes de ello es el primer paso hacia la solución.

¿La forma de hacer política actual es la más adecuada para abordar un problema de largo recorrido como es la emergencia medioambiental?

A los políticos hay que exigirles que hagan política de calidad, y eso es difícil de alcanzar cuando solo se mira al corto plazo. Las medidas de inmediatas deben encajar en una estrategia de largo recorrido y siempre bajo criterios de calidad. ¿Qué quiere? Que no basta con que una ley sea útil; tiene que ser buena. Hay que pensar menos en quién se colgará las medallas y tratar de hacer bien las cosas con independencia de quién gobernará mañana. Porque en materia ambiental no podemos permitirnos hacerlo mal.

Sin abandonar la política. ¿Qué opina de la Ley de Cambio Climático española?

Se queda corta en muchos aspectos. Plantea unos objetivos de reducción de emisiones del 23% cuando en Europa se está yendo a objetivos superiores al 50%. Y no se atreve a pararle los pies a determinados sectores muy intensivos en carbono. Eso debe mejorarse en sucesivas versiones. Aun así, a la Ley de Cambio Climático hay que aprender a quererla. Porque, aunque es insuficiente, también es imprescindible.

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