Ciudad saludable, sociedad saludable
Pese a que las ciudades españolas todavía afrontan grandes retos como la movilidad o la disponibilidad de los servicios de salud, actualmente continúan avanzando hacia el bienestar mejorando aspectos como las redes comunitarias.
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COLABORAEn 1857 se publicó el libro Madame Bovary, nació Alfonso XII y se estableció la Ley Moyano, que establecía la obligatoriedad de la asistencia a la escuela de todos los niños de 6 a 9 años en España. En aquellos tiempos, el 84% de la población de nuestro país vivía en núcleos rurales, algo que no empezaría a cambiar hasta 100 años después. Hoy, la situación es diametralmente opuesta: cerca del 84% de los españoles ya viven en la ciudad (entendido como localidades de más de 10.000 habitantes), lo que constituye un grueso de casi 40 millones de personas.
Las urbes han proporcionado, desde los años cincuenta del siglo pasado, numerosas oportunidades de empleo, educación y salud imprescindibles para la mejora de la calidad de vida y el desarrollo del territorio. No obstante, la vida en la ciudad también arrastra riesgos relacionados con la contaminación, la gestión energética, la crisis inmobiliaria y la última pandemia, entre otros. Estos factores ponen de manifiesto la necesidad de velar por la resiliencia post-covid, la creación de infraestructuras respetuosas con el medio ambiente y la promoción de hábitos saludables con el fin de mejorar nuestra salud. Ahora bien, esta salud debe ser entendida de una forma más holística; de una forma que trascienda su concepción como «ausencia de enfermedades». Tal como propone la Organización Mundial de la Salud (OMS), es un estado de completo bienestar físico, mental y social.
Todas las ciudades analizadas revelan rendimientos globales medio-altos
Fruto de esta necesidad surge el Índice de Salud de las Ciudades 2022, un estudio patrocinado por DKV en colaboración con la consultora IdenCity que evalúa el estado de salud general de la población, sus determinantes socioeconómicos y las políticas sanitarias en más de 50 ciudades españolas. Se estructura en 5 dimensiones: salud de la población, entorno, condiciones socioeconómicas y laborales, comunidad y servicios de salud. «Nuestro objetivo es que los resultados de este índice ayuden a contribuir a que las ciudades españolas sean lugares más saludables. Por ello, lo ponemos a disposición tanto de los decisores políticos como de los directivos de empresas e instituciones para que puedan utilizarlo en la toma de decisiones de manera que mejore la calidad de vida y la salud de las personas», apunta Josep Santacreu, consejero delegado de DKV.
A finales de octubre se ha presentado la segunda edición del estudio, que además de seguir la evolución de los indicadores de la del año pasado, contiene novedades como la introducción de perspectiva de género –en la que se ha hecho más hincapié–, el análisis del grado de digitalización en los trámites vinculados a la salud y la existencia de institutos de investigación en salud. ¿Y por qué investigar en género? El argumento que comparten tanto la OMS como los creadores del Índice es que «el género define expectativas y funciones sociales que influencian de manera diferenciada la afectación de la salud de las personas».
La presentación, moderada por Patricia Sánchez, directora de comunicación corporativa en DKV, ha contado con la ponencia de Josep Santacreu, consejero delegado de DKV; Jordi Hereu, exalcalde de Barcelona y presidente de Idencity; Odile Rodríguez de la Fuente, divulgadora científica; Mar Cerezo, responsable del proyecto en Idencity; y Silvia Donoso, experta en género.
Odile Rodríguez de la Fuente: «la salud del entorno es un reflejo de nuestra salud»
Los resultados de esta edición muestran una leve mejora de las ciudades hacia la consolidación de entornos más saludables, ya que ha subido la valoración en los servicios de salud, las condiciones socioeconómicas y las redes comunitarias. Concretamente, se ha pasado del 70,1% al 72,2% en el grado de cumplimiento de los objetivos fijados. Además, todas las ciudades analizadas revelan rendimientos globales medio-altos (entre el 65% y el 75% de los objetivos).
Ante los datos, Odile Rodríguez de la Fuente reflexiona que «la salud del entorno es un reflejo de nuestra salud». Y añade: «Antes, las ciudades se construían bajo la premisa de la cercanía de las personas a sus lugares de trabajo. Ahora, en cambio, nos estamos inclinando a pensar en el bienestar de la ciudadanía, y por eso es imprescindible otorgar una mayor resiliencia a los ciudadanos para todo lo que está por venir». Por otro lado, gracias a la inclusión de nuevas variables en materia de género, Silvia Donoso concluye que «hay diferencias evidentes entre hombres y mujeres. Por ejemplo, existe una feminización de la pobreza, es decir, las mujeres están más expuestas a sufrir pobreza económica». Para solventar este acontecimiento, la experta en género defiende que «las políticas públicas han de garantizar la igualdad, y solo así habrá equidad en salud».
A pesar de los datos, ligeramente optimistas, existe un gran margen de mejora en la cobertura efectiva de los servicios de salud y aspectos del entorno como contaminación, urbanismo y especialmente la movilidad, que precisa de una transición a modelos más sostenibles para contribuir activamente al impulso de la salud urbana.
En conclusión, el Índice de Salud de las ciudades 2022, reconoce el valor del entorno urbano como espacio donde se generan afectaciones particulares a la salud, pero también el papel central que la escala local tiene para impulsar políticas que fortalezcan precisamente el estado de salud de las personas. De este modo, los protagonistas de la presentación coinciden en que se debe coordinar la política pública y privada para que conjuntamente trabajen por la construcción de ciudades más sanas y, en consecuencia, sociedades más sanas.
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