Ciudades

Ruralizar las ciudades

Trasladar a los núcleos urbanos algunas características que vuelven los pueblos más saludables es posible, pero sobre todo es recomendable: con ellas podremos tener una mejor calidad de vida, un aire más limpio y una menor temperatura.

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21
octubre
2022

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Beatus ille es una expresión latina que proviene de un poema de Horacio: se utiliza para alabar la vida tranquila y desprendida del campo, ajena a los problemas de la ciudad. No es casualidad. El mundo rural acostumbra a ser lugar de refugio cuando las cosas en las ciudades se ponen feas. Con el aumento de las temperaturas, este verano mucha gente ha mirado a los pueblos en busca de cobijo, lejos del asfalto abrasador y de las noches en las que no corre ni una brisa de aire. Al igual que pasó tras la crisis de 2008, cuando un espíritu neorrural invadía a muchos de los que se sentían ahogados en la ciudad e idealizaban el campo como vía de escape, hoy en día hay quien ve el destino rural como idóneo para huir y padecer algo menos las consecuencias de la crisis climática.

En los últimos años, por tanto, ha aumentado la demanda de vivienda en los pueblos, que en su mayoría solo ven cómo se llenan durante el verano y se vacían al acabar el periodo estival. La despoblación sigue siendo la tendencia habitual en la España vacía, y el desequilibrio territorial, un estado inmutable de nuestro país. Las ciudades no se van a deshabitar de la noche a la mañana y nunca lo harán del todo. Siempre habrá ciudades y gente en estas. El cambio climático seguirá avanzando, pero no hará que todo el mundo abandone las urbes en dirección al campo. No obstante, sería positivo para quienes habitan las ciudades que estas se «ruralicen»; es decir, que adquieran de los pueblos todas aquellas características que los hacen más saludables y habitables.

Más vegetación, menos temperaturas

En una ciudad pueden apreciarse grandes diferencias de temperatura entre una zona con vegetación a otra desprovista de cobertura vegetal. Según un estudio del Instituto de Ciencias Atmosféricas y del Clima, en Suiza, la variación de temperatura a este respecto es de 8ºC y 12ºC en Europa Central y entre 0ºC y 4ºC en el sur de Europa.

El hormigón, el pavimento o los coches contribuyen a generar el llamado efecto isla de calor, ya que elevan la temperatura de las ciudades. A pesar de ello, la vegetación, que es un elemento eficaz para reducir este efecto, se excluye en muchas ocasiones de los planes urbanísticos: durante décadas hemos visto cómo se eliminaba progresivamente de muchas zonas urbanas. En los años de aumento del calentamiento global, la vegetación será imprescindible para la habitabilidad de las ciudades, especialmente en la época estival.

Mejorar la movilidad, mejorar el aire

Sin duda, uno de los aspectos que más se valoran cuando dejamos la ciudad atrás y llegamos al campo es poder respirar aire limpio. «Ruralizar» las ciudades también pasa por eliminar o aminorar su polución. Aunque esta cuestión lleva años siendo un pilar fundamental en la política medioambiental urbana –e incluso objeto de sanción por parte de la Unión Europea en caso de sobrepasar ciertos límites de contaminación–, siguen siendo muy pocas las ciudades que consiguen unos niveles relativamente saludables. Aunque las ciudades solo ocupan un 2% de la superficie del mundo, son responsables de cerca del 70% de las emisiones de la actividad humana.

Para conseguir su reducción es imprescindible tener un sistema de movilidad que facilite y fomente formas de desplazamiento no motorizadas (como caminar o andar en bicicleta), buenas redes de transporte público o la garantía de una distribución de cercanía entre la vivienda y centros de trabajo, espacios cívicos, centros de salud, escuelas y zonas comerciales. Un ejemplo de ello es el objetivo de las llamadas «ciudades de 15 minutos», que apuesta por un modelo urbanístico que trata de reducir los tiempos de desplazamiento de los ciudadanos a un cuarto de hora. Se trata de un patrón pensado en la accesibilidad y la proximidad inspirado en pequeñas comunidades.

Más tiempo libre, más calidad de vida

«Ruralizar» las ciudades también es «ruralizar» la vida de sus habitantes. El estrés y las dificultades de conciliación son características que marcan la ajetreada vida urbana y determinan una gran diferencia con los ritmos en los pueblos. Es necesario implicar al ámbito laboral para que los trabajadores puedan tener una vida más saludable. Tener tiempo para dedicarlo a los seres queridos, a hacer deporte, a las tareas del hogar o a cualquier afición es fundamental para nuestra salud mental. En la era de la inmediatez y la vida acelerada, conquistar tiempo libre se convierte en una batalla imprescindible por el bienestar.

En las grandes ciudades es habitual hacer la compra a última hora, deprisa, en un supermercado o por internet, por falta de tiempo. Ir al mercado y comprar productos frescos y de cercanía en cada puesto lleva más tiempo, pero es más saludable. Cada vez se torna más difícil encontrar, por ejemplo, tomates que sepan realmente a tomate (y al encontrarlos en el supermercado, estos suelen ser los más caros). Fomentar el comercio de proximidad es promover que los ciudadanos tengan al alcance de su mano productos de mayor calidad, además de reducir la huella de carbono. El comercio de proximidad también es «ruralizar» las ciudades. «Ruralizar» las ciudades es, en definitiva, hacerlas más pueblo.

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