Sociedad

«Malo para la salud» o el pecado contemporáneo

El puritanismo secularizado que nos domina nos hace evaluarnos constantemente a nosotros mismos: ¿vamos bien o un nuevo pecado nos ha hecho desviarnos del rebaño?

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14
octubre
2022

El puritanismo, tal como defienden algunos, es cada vez más palpable en la sociedad actual, con postulados, indignaciones y exigencias que habrían parecido verdaderamente inauditos hace tan solo unos años. No son pocos quienes apoyan esta tesis, si bien hay un número de personas –aparentemente menor– que niega tal tendencia social, algo que, según sus críticos, probablemente sea por intereses políticos; es decir, que dicho puritanismo se radicaliza en la dirección política que es afín a dichas personas. Pero la notoriedad recibida es paradójica: cada día más cosas resultan escandalosas a una parte muy ruidosa, aunque no tan numerosa, de la opinión pública. 

Como el propio concepto sugiere, «puritanismo» hace referencia a una búsqueda de la pureza y la transparencia total; una transparencia, claro, de la que muy pocas personas pueden hacer gala, si bien en una sociedad en las que las relaciones se materializan ampliamente a través de las redes sociales parece que la exigencia de pureza y transparencia es cada vez más acuciante. No cabe duda de que el pecado –aunque quizás no con ese nombre– está hoy peor visto que hace una década.

No se puede negar, por otro lado, otro fenómeno social típico de la actualidad: la obsesión por la buena salud y por mantenerse joven y en forma. Una persona cualquiera posee actualmente toda una serie de conocimientos (más o menos acertados) sobre asuntos de salud que hace algunas décadas la mayoría habría ignorado por completo. También en términos de salud mental: gran parte de los menores de 30 años están adoptando toda una jerga que aplican a su vida sentimental, afectiva y emocional (aquella relativa a la «gestión de emociones» o «resiliencias»). No es casual que existan casos de centros educativos –generalmente anglosajones– que animen a los niños pequeños a autoevaluar en cada momento su estado anímico, poniéndose notas en relación con lo felices o infelices que se sienten: «Esta mañana me siento un 6 de 10».

Hoy quiere considerarse feliz a la persona por el simple hecho de parecerlo

Hoy parece surgir, así, un examen constante del yo en pos de un estado óptimo de salud y bienestar: una forma puritana –de religiosidad secularizada– por la cual alcanzar y manifestar un estado de bienaventuranza y felicidad. Por una parte se desea ser feliz, pero se intenta lograr tal propósito más por el parecer que por el ser: hoy quiere considerarse feliz a la persona por el simple hecho de parecerlo. Esto nos remite a ese célebre mandato norteamericano: fake it ‘till you make it («finge ser algo hasta que lo logres»).  

No sería extraño afirmar que lo que hoy es considerado malo para la salud pueda ser interpretado como pecaminoso, como aquello que nos hace engordar o todo lo que pueda provocar enfermedades a la larga (y, en gran medida, aquello que pueda reportar placer). Entra aquí un concepto muy asociado al puritanismo, que es la propia noción de culpa o la idea de «placer culpable». La autorregulación milimétrica de ese bienestar es un patrón de conducta sumamente extendido que parece asociado a ese fenómeno que el filósofo coreano Byung-Chul Han ha llamado la «explotación de uno mismo»: hoy uno es sumamente exigente consigo mismo porque ha interiorizado las descomunales demandas externas de una sociedad en la que el estado de precariedad laboral solo es superable a través de talentos y éxitos extraordinarios; donde uno solo se siente bien consigo mismo cuando es físicamente indistinguible con una celebridad de Hollywood; y donde la salud no solo es señal de deseo, sino indicador de que uno es verdaderamente feliz.

Así pues, todo lo malo para nuestra salud es identificado hoy, indirectamente, con el pecado, con aquello que mancha nuestra conducta e interfiere con nuestra condición de «bienaventurados». La obsesión de los últimos tiempos por la propia identidad tiene también su parte de culpa en este proceso, ya que supone la fijación con uno mismo, que sirve de base a muchos de los procesos referidos. El rechazo de todo lo considerado nocivo para nuestra salud, para toda nueva forma de pecado sanitario contra uno mismo, es un modo de potenciar aquello que identificamos con el yo en pos de una felicidad que nunca parece llegar del todo.

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