«La salud de las democracias dependerá del éxito al satisfacer las necesidades de la gente»

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07
octubre
2022

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Desde 1993 hasta agosto de este mismo año, Kenneth Roth (Nueva York, 1955) lideró la prestigiosa organización no gubernamental Human Rights Watch, que cuenta con un solo objetivo: defender las democracias y los derechos humanos de las personas en todo el mundo. Durante sus primeros años en la oenegé, el trabajo de Roth se centró en Haití, que en ese momento estaba saliendo de la sangrienta dictadura de los Duvalier, si bien posteriormente viajó por el mundo exigiendo ante todo tipo de líderes un respeto férreo hacia los derechos humanos. En esta entrevista, Roth analiza los desafíos superados y aquellos que, por desgracia, aún quedan por superar.


Trabajaste durante 30 años en el observatorio de derechos humanos Human Rights Watch. ¿Qué te llevó a elegir esa carrera? 

Creo que mi padre fue quien más influenció mi decisión, ya que tuvo que huir de la Alemania nazi cuando tenía 12 años: crecí escuchando historias sobre Hitler, por lo que ya desde pequeño era muy consciente del mal que los gobiernos podían llegar a ocasionar. Creo que fue eso sobre todo lo que me llevó a intentar prevenir no solo una maldad extrema como la de los nazis, sino también una enorme variedad de violaciones a los derechos humanos.

En las últimas tres décadas has sido testigo de situaciones espantosas. ¿Cuál de ellas te ha impactado más? 

Bueno, las más horribles son las situaciones de matanza a gran escala. Pienso, por ejemplo, en los genocidios en Ruanda o en Bosnia, así como en los bombardeos y en la matanza de civiles en Siria o en las que ocurrieron en Chechenia. Creo que estas situaciones de guerra son las peores. 

«Crecí escuchando historias sobre Hitler: desde pequeño ya era muy consciente del mal que los gobiernos podían llegar a hacer»

¿Alguna vez te sentiste tan frustrado por tu trabajo que pensaste en dedicarte a otra cosa?

No. La gente me pregunta: ¿te sientes frustrado por estar lidiando siempre con las situaciones tan terribles que le ocurren a otros? Y es cierto, la victimización de otras personas te afecta y te conmueve inevitablemente, pero tengo claro por qué escucho sus historias: tengo la capacidad de usarlas para generar presión y conseguir cambios; no es muy diferente de la situación de un médico: se podría decir que la medicina como profesión es deprimente, porque se debe lidiar con personas enfermas todo el día. pero no tiene que serlo, ya que con suerte el médico puede ayudar a esas personas a llegar a un estado más saludable. Yo siento algo similar con mi trabajo como activista de derechos humanos. Siempre lo he encontrado como un proceso energizante, no deprimente. 

Cuéntanos sobre algún momento en que te hayas sentido realmente en peligro. 

He estado en peligro varias veces. Una de mis primeras investigaciones para Human Rights Watch fue en Haití, poco después del fin de la dictadura de François y Jean-Claude Duvalier. El ejército quedó a cargo del país y accedieron a unas elecciones, y yo estaba ahí para monitorizar el proceso electoral. Unas horas después de haberse iniciado, los militares comenzaron a disparar a la gente para detener las elecciones. Pasaron el resto del día recorriendo las calles de Puerto Príncipe y disparando a cualquiera que se cruzara por su camino. Fue espantoso. Otra ocasión fue en Ruanda: habíamos escuchado que había habido una masacre, así que nos dirigimos a un lugar remoto en las montañas, donde encontramos a un par de supervivientes y los entrevistamos. Cuando nos íbamos, se nos acercó una patrulla del ejército, probablemente la misma que había cometido la masacre. Tuve un enfrentamiento durante dos horas con esa patrulla, hasta que por fin los convencí de que nos llevaran a su base. Luego nos liberaron, pero fue un momento tenso. Debo admitir, no obstante, que la mayoría de las veces me siento bastante seguro. Son los activistas locales los que se enfrentan a los riesgos más grandes. 

Una tendencia muy sorprendente es cómo los medios tienden a ignorar algunas violaciones terribles de derechos humanos mientras, en cambio, amplifican otras. ¿Cómo se explica esta asimetría?

Hay una antigua frase que dice que todas las noticias son locales, y en cierto sentido es verdad. Es más probable que un medio de comunicación cubra los acontecimientos de un país si se sienten identificados con los ciudadanos del mismo porque existe algún tipo de conexión. Además, hay algunos países que simplemente destacan más que otros. Es una triste realidad que se le está dando atención masiva a la invasión rusa en Ucrania porque muchos europeos se identifican con los ucranianos y porque Vladimir Putin, que es el actor principal del conflicto, es muy conocido, pero puede ocurrir una situación horrible en un lugar como Camerún sin que nadie le preste atención. O consideremos el caso de Venezuela: durante mucho tiempo estuvo en las noticias con una crisis que llegó a generar 6 millones de refugiados, pero desde entonces la situación realmente no ha cambiado demasiado. Y los periodistas necesitan noticias. Cuando la represión se mantiene igual, los activistas de derechos humanos tienen el desafío de descifrar cómo pueden presentar esa represión de una manera diferente para mantenerla en la noticia. Así podemos seguir presionando al gobierno para frenar el abuso. 

«Putin representa un regreso a lo que se conoce como guerra total, donde en lugar de proteger a los civiles se buscaba atacarlos»

Hace poco escribiste un impactante artículo donde afirmaste que la guerra en Ucrania no solo representa un reto militar, sino que también una amenaza para la democracia. ¿Por qué?

Putin y el ejército ruso están librando esta guerra sin ningún tipo de respeto a los Convenios de Ginebra, que regulan el derecho internacional humanitario y cuyo propósito es proteger a las víctimas de los conflictos armados. Putin está atacando a civiles y bombardeando indiscriminadamente ciudades y pueblos. De cierto modo, él representa un regreso a lo que se conocía como guerra total, donde en lugar de proteger a los civiles se buscaba atacarlos. Aún así, no creo que Rusia represente una amenaza tan grande a la democracia como China. Muy pocas personas se levantan por la mañana y dicen: «Me encantaría vivir en la autocracia cleptócrata de Vladimir Putin». Rusia no es un modelo atractivo. En cambio, Xi Jinping se presenta como un dictador que ha mejorado la economía y cuyo sistema es superior a los desafíos que conllevan la democracia y los derechos humanos. El mandatario chino está tratando de redefinir estos últimos para que tengan que ver únicamente con el crecimiento económico. Así que la invasión de Putin a Ucrania es un desafío para la democracia, pero es un desafío inmediato. No es un desafío ideológico como el que representa China. 

Otro país que resulta muy controvertido en términos de derechos humanos es Arabia Saudí. ¿Cómo interpretas la visita a ese país del presidente de Estados Unidos, Joe Biden?

Joe Biden asumió la presidencia diciendo las cosas indicadas. A diferencia de su predecesor, Donald Trump, que abandonó los derechos humanos y se acercó a un dictador tras otro, Biden aseguró que se dejaría guiar por los derechos humanos. Pero ahora Biden está intentando hacerle frente a Rusia y le preocupa la inflación, y por eso intentó convencer a los saudíes de que aumentaran su producción de crudo, lo que con suerte bajaría el precio de la gasolina. Ahora bien, yo creo que básicamente Biden vendió sus principios a cambio de nada: los saudíes en realidad ofrecieron un aumento mínimo de la producción de crudo; Biden visitó al príncipe heredero saudí, Mohammed bin Salman, cuyo gobierno ha asesinado al periodista Jamal Khashoggi, ha reprimido y encarcelado a cualquier crítico y ha bombardeado a los civiles en Yemen, por tan solo un poquito más de petróleo; no es inteligente. Y puedes imaginar que China dirá con gusto: «Estados Unidos habla mucho, pero si le das un poquito de petróleo abandona todos sus principios». No me parece que la decisión de Biden sea inteligente a largo plazo en esta lucha tan importante entre la democracia y la autocracia. 

Uno de los retos a los que se enfrentan las naciones democráticas del mundo es qué hacer con los dictadores que están atrincherados. Todo un sistema ha sido creado con estándares internacionales y políticas que fuerzan a los dictadores a quedarse en el poder. ¿Qué se puede hacer? 

Yo sé que ese es el argumento clásico contra la justicia internacional, pero los hechos no lo sostienen. Los dictadores se atrincheran porque les gusta el poder, la riqueza y el prestigio. Los dictadores no dicen: «Oh, me estoy cansando. Me quisiera retirar ya, pero si lo hago me procesarán en la corte penal internacional, así que mejor me quedo». Simplemente dicen: «Me quedaré todo el tiempo que pueda». Y en el momento en el que pierden la capacidad de mantenerse en el poder, ya sea porque se tornan muy viejos o muy represivos, la posibilidad de ser procesados criminalmente no crea ninguna diferencia. La idea de ofrecerle una amnistía a los dictadores para que abandonen el poder no refleja cómo operan realmente estos líderes. Por otro lado, si envías el mensaje de que al final los vas a perdonar, estás invitándolos a cometer atrocidades. Es un mensaje horrible. 

«Citando a Winston Churchill, «la democracia es el peor sistema de gobierno, a excepción de todos los demás que se han inventado»»

Te retiras en un momento en el que la democracia está bajo presión. Un momento en el que, de hecho, está declinando. En muchos países, este sistema de gobierno es una especie en peligro de extinción. ¿A qué crees que se debe este declive, esta disminución, estos retrocesos en la democracia a nivel mundial?

Citando al ex primer ministro británico Winston Churchill, «la democracia es el peor sistema de gobierno, a excepción de todos los demás que se han inventado». La democracia tiene la virtud de forzar a los gobiernos a hacerse responsables por sus ciudadanos, y eso es mucho mejor que la alternativa, que sería que los gobiernos solo fueran responsables por ellos mismos y se ayuden a sí mismos. Lo que hemos visto en todo el mundo es que las democracias no están logrando ofrecerles a las personas lo que quieren. No es un momento fácil para gobernar: aún estamos atravesando la pandemia de la covid-19, tenemos altos índices de inflación y cierta escasez de alimentos y, por si fuera poco, nos enfrentamos a una crisis climática que para ser mitigada requiere de grandes inversiones. No conozco ningún gobierno que esté abordando todos estos desafíos con éxito. Y a medida que aumenta la desigualdad y las personas caen en la pobreza, hay un rechazo hacia aquellos que están en el poder y una disposición a abandonar la democracia. La desesperación que provocan las deficiencias de este sistema de gobierno hace que la gente se vea más dispuesta a considerar las alternativas autocráticas, como las del presidente Nayib Bukele en El Salvador o el presidente Andrés Manuel López Obrador en México, incluso si saben que estos no tienen soluciones reales. Las personas se dan por vencidas y apuestan por intentar algo nuevo. A largo plazo, la salud de las democracias dependerá del éxito que tengan satisfaciendo las necesidades de la gente.

¿Cuál consideras que ha sido el mayor de tus logros liderando Human Rights Watch?

Cuando las personas me hacen esa pregunta, por lo general buscan que hable de nuestros grandes logros globales. Por ejemplo, Human Rights Watch ganó el Premio Nobel de la Paz por contribuir a que se firmara la Convención sobre la Prohibición de Minas Antipersona. También conseguimos que se firmara una convención similar para prohibir las bombas que se conocen como «de racimo» y otra para prohibir el uso de los niños soldados. Además, jugamos un rol importante en la creación del Tribunal Penal Internacional. Todos esos han sido avances globales significativos, pero la mayor parte de nuestro trabajo ocurre en un país a la vez. Hace aproximadamente dos años y medio, en la provincia de Idlib, al noroeste de Siria, había alrededor de tres millones de civiles bombardeados casi diariamente por aviones rusos y sirios. Era evidente que para detenerlo había que presionar al presidente de Rusia, Vladimir Putin, así que nos reunimos con quien entonces era la canciller de Alemania, Angela Merkel, y con el presidente de Francia, Emmanuel Macron, y los convencimos de que hablaran con él. En febrero de 2020 llamaron al mandatario ruso; para marzo de ese mismo año, el bombardeo había cesado. Turquía también jugó un papel importante en términos militares. Pero este es un ejemplo de cómo el tipo de presión adecuada puede marcar una diferencia, incluso cuando se trata de alguien como Putin, que en ese momento no quería poner en peligro sus relaciones con los principales países europeos.

Tu organización ha sido muy criticada en América Latina. Los líderes políticos la han acusado de ser una organización de izquierda y de ignorar las dificultades de gobernar los países de la región y las realidades institucionales. ¿Alguna vez has sentido que vuestro trabajo ayudó a las fuerzas antidemocráticas de derecha o de izquierda de América Latina?

En primer lugar, no somos una organización de izquierda. Somos una organización que se deja llevar por unos principios. Nosotros defendemos los derechos de todas las personas, ya sean de izquierda o de derecha. Y dudo que los gobiernos de Cuba o Venezuela digan que somos una organización de izquierda, pues los hemos criticado bastante. Diría que es una caracterización injusta. Si eres una organización sin fines de lucro de derecha o izquierda, defendemos tu derecho a existir. Si eres un periodista que trabaja para un medio de derecha o de izquierda, defendemos tu derecho a la libertad de expresión. Creo que eso es lo correcto. 

¿Cuáles son algunos de los asuntos que consideras que te quedaron pendientes por hacer? ¿Cuál es una tarea pendiente que no llegaste a cumplir? 

Déjame comenzar diciendo que la defensa de los derechos humanos es una tarea que nunca termina. Los gobiernos siempre se van a ver tentados a violar los derechos humanos, y por eso hace falta aumentar el coste de los abusos, para cambiar el análisis de coste-beneficio que lleva a los gobiernos a considerar que los abusos son políticamente rentables. Es un proceso interminable. Ahora bien, considerando las principales amenazas de hoy, me gustaría que el mundo finalmente le hiciera frente a China. Existen alrededor de 45 gobiernos que han denunciado al gobierno chino por las violaciones de lesa humanidad contra los musulmanes uigures en Xinjiang y, aún así, el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas jamás ha publicado una resolución condenando a China. Debemos lograrlo. En agosto de 2022, justo antes de dejar su cargo como Alta Comisionada de Derechos Humanos, Michelle Bachelet publicó un muy esperado informe sobre los uigures en China. Un informe que es clave para aumentar la presión a China. Y el gigante asiático es solo un ejemplo. Hay muchos problemas en el mundo. Siempre habrá trabajo por hacer.


Este contenido fue emitido en formato audiovisual por el programa de televisión ‘Efecto Naím’, una producción de Naím Media y NTN24. Forma parte de un acuerdo de colaboración de este programa con la revista Ethic.

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