Sociedad

¿Por qué no existe una BBC española?

En Reino Unido, el servicio público de radio y televisión goza de prestigio internacional por su independencia frente a las distintas presiones políticas y comerciales. ¿Es realmente tan complicado imitar el tan admirado sistema británico?

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09
septiembre
2022

«¿Qué pasó con Anita Pastor?», preguntó el entonces presidente de Ecuador, Rafael Correa. «Ya no está», contestó algo incómoda la entrevistadora de Televisión Española. Y una nueva respuesta del político ecuatoriano: «Desde que se inventó la imprenta, la libertad de prensa es la voluntad del dueño de la imprenta». Aquel rifirrafe fue, probablemente, lo más llamativo de la Cumbre Iberoamericana celebrada en Cádiz en 2012, ya que incluso al otro lado del charco acusaban a RTVE, junto a la oposición de entonces, de acompañar al proyecto político del Estado vigente.

Varios años después, en 2016, el presidente Mariano Rajoy se pronunció sobre las carencias del servicio público de radiodifusión del país que gobernaba, y lo hizo precisamente en Radio Nacional de España: «Hay un tema en el que deberíamos ponernos de acuerdo todos los partidos, y es el poder tener una televisión pública independiente, financiada y que no sea objeto de disputas entre nadie, como puede ser BBC en el Reino Unido». Su voluntad reveló admiración hacia el producto extranjero y cierta desconfianza hacia RTVE como herramienta de comunicación, que no era –ni es– referente informativa en la comunidad hispanohablante; de hecho, actualmente ni siquiera es líder en España.

A pesar de ello, cuando todos los Consejos de Informativos de RTVE llevaron al Congreso un manifiesto para velar por el rigor y la independencia, el Partido Popular fue el único que no firmó a favor junto a un par de diputados de Unió. Las buenas palabras, como en tantas otras ocasiones, quedaron en nada. Pero ¿habría actuado de manera distinta otro partido político?

Si el presupuesto de ‘RTVE’ ronda los 900 millones de euros, el de la ‘BBC’ oscila entre los 4.500 y 5.000 millones

De hecho, ¿es la voluntad política «real» el requisito principal para conseguir una BBC en España? No. Para acercarnos a ese modelo se precisa de un presupuesto especialmente elevado: si el presupuesto de RTVE para 2022 rondaba los 900 millones de euros, el de la BBC oscilaba entre los 4.500 y 5.000 millones; es decir, cinco veces más. Una diferencia que, aunque no justifica un buen o mal producto per se, sí crea evidentes limitaciones: es demasiado optimista comparar el trabajo de 6.600 personas frente al de las 22.300 que tiene la corporación británica en plantilla.

Las cifras también se explican mejor con el modelo de financiación. En Reino Unido, todos los ciudadanos con televisión o radio (presentes en más del 95% de los hogares) han de pagar un canon de 170 euros al año para mantener la BBC. En España, RTVE nos cuesta 20 euros anuales o, lo que es lo mismo, el precio más bajo de los grandes medios públicos europeos. Ahora, este dinero no proviene de ningún canon ciudadano, sino de los fondos públicos pactados en los Presupuestos Generales del Estado. Así, de nuestro bolsillo se invierten en torno a 445 millones de euros. La otra mitad se recauda a través del resto de canales privados, que han de pagar una tasa por el uso del espectro radioeléctrico. ¿Estaríamos dispuestos a pagar nueve veces lo que pagamos por una información mejor?

La BBC es un gigante mediático que ha sabido recomponerse tras los casos más sospechosos de manipulación (como algunas coberturas de la guerra en Irak), y cuyo esfuerzo por permanecer imparcial le ha convertido en referente mundial. Por el contrario, a RTVE le cuesta desprenderse –ya sea en apariencia o no– del marbete de pastel político.

El futuro, no obstante, es incierto. Por lo pronto, el Gobierno británico ha decidido que en 2027 dejará de cobrar el canon para financiar la BBC, por lo que se especula que tendrá que virar hacia un modelo de negocio parcialmente privatizado y basado en la inyección de fondos públicos. Porque, ¿y si al final fueran ellos quienes copiasen nuestra controvertida forma de gestionar un servicio público de radio y televisión?

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