Salud

Piensa mal… ¿y acertarás?

Esta frase del refranero español refleja en realidad uno de los sesgos cognitivos más peligrosos que tenemos: ese que nos hace desconfiar automáticamente de las (verdaderas) razones de los demás.

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26
septiembre
2022

La psicología moderna es capaz de explicarnos cosas que el refranero español ya nos había enseñado, si bien también nos recuerda que este no siempre es infalible. Es el caso del resabiado «piensa mal y acertarás»: tiene su equivalente dentro de lo que la psicología llama sesgos cognitivos; se trata, concretamente, de la «falacia del peor motivo», por la cual atribuimos a alguien la peor intención posible para hacer lo que hace en cada momento.

Un concepto que casi parece resumir el espíritu con el que suelen afrontarse los debates en el actual espacio público, atribuyendo siempre al antagonista los motivos más detestables posibles. También incluye un cierto tono egocéntrico: si alguien está haciendo algo que no me gusta, será con motivos poco honestos, puesto que los míos sí son puros.

En 2020, los investigadores Joel Walmsley y Cathal O’Madagain publicaron un estudio en el que identificaban la falacia del peor motivo como un sesgo de negatividad. En el estudio, una serie de voluntarios, al presentarles una variedad de situaciones a través de viñetas, siempre atribuían al protagonista de la acción las peores intenciones moralmente posibles en cada momento. Esto ocurría, además, aún cuando ellos mismos admitían que tomarían otras decisiones y que aquella con la que se sentirían más cómodos no era, ni mucho menos, la que suponían que iba a seguir el personaje ficticio.

La primera conclusión, por tanto, es que se trata de un sesgo con motivos evolutivos o de supervivencia: si somos desconfiados, tenemos muchas más posibilidades de seguir con vida. Al igual que con otros sesgos negativos, este nos ayuda a prevenir catástrofes y a no fiarnos de los desconocidos.

La primera conclusión es que, si somos desconfiados, tenemos muchas más posibilidades de seguir con vida

La psicología cognitiva, en cambio, no concibe esta clase de falacias en los mismos términos, ya que señala cómo esa tendencia a los sesgos negativos, muy común en los seres humanos, no tiene por qué ser siempre la más adaptativa para cada situación. El psicólogo español Nahum Montagud, por ejemplo, ha publicado un extenso artículo advirtiendo que, si bien «prepararse para lo peor» tiene ventajas, cuando el sesgo se lleva al extremo, este puede llevarnos a atribuir culpabilidad o maldad a personas que eran inofensivas o incluso beneficiosas para nosotros.

Montagud, de hecho, pone esta falacia frente al llamado –en realidad un aforismo del escritor de ciencia-ficción Robert H. Heinlein– principio de Hanlon: no atribuyas a la maldad lo que pueda ser interpretado mediante la estupidez. Una idea que, en su caso, defendería que la realización de una acción perjudicial para otros normalmente es hecha sin que el sujeto sea consciente de sus consecuencias; también está relacionada con una cuestión de mera supervivencia: es mejor buscarse el menor número de problemas posibles y no reaccionar de manera agresiva o defensiva.

El filósofo e investigador Stephan Schubert, que trabaja desde la Escuela de Economía y Ciencias Políticas de Londres, ha dedicado varias reflexiones a la idea del «sentido práctico» de la falacia del peor motivo y sus implicaciones políticas. Schubert es defensor del llamado «altruismo efectivo» y opone a la navaja de Hanlon la mucho menos conocida «navaja de Hanson»: no atribuyas a la estupidez lo que puede ser explicado mediante el egoísmo inconsciente.

Schubert, así, no piensa mal de nadie, pero sí un poco de todo el mundo: ve mucho más probable que las personas tiendan más al autoengaño en cuanto a las razones por la que hacen algo que a la maldad. Si se atribuye el peor motivo posible a otros al plantearse las pruebas de los experimentos no es tanto por desconfianza hacia los demás como por cierto nivel de egocentrismo: uno tiende a verse a sí mismo como con mejores intenciones –más nobles y justas– que a los demás. 

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