Sociedad

La revolución (tranquila) de las mujeres mayores

Aunque suelen vivir más que los hombres, las mujeres suelen hacerlo también en peores condiciones. Al menos hasta ahora: las tornas parecen comenzar a cambiar.

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30
septiembre
2022
Fotograma de Emma Thompson en ‘Buena suerte, Leo Grande’ (2022).

En nuestro país, las mujeres mayores de 65 años suponen el 12% del total de la población: una «gran minoría» formada por más de cinco millones de personas y que no para de crecer. Son mujeres más del 57% de las personas mayores de 65 años, un porcentaje que aumenta progresivamente con la edad, llegando a ser más del 60% de las personas mayores de 75 años y más del 70% de las personas mayores de 90 años. Cifras que nos deben hacer pensar que cuando hablamos de personas mayores lo hacemos, en gran medida, de mujeres mayores.

Se trata de mujeres que, si bien viven más años que los hombres (85,83 años frente a los 80,24 de los varones), sufren condiciones de desigualdad frente a ellos en muchos aspectos: menor nivel de formación, mayores tasas de analfabetismo, mayores tasas de enfermedades neurológicas, peor salud física, peores tasas de felicidad percibida y brechas de género en términos de pensiones. Y son mujeres que a su edad siguen siendo un pilar imprescindible para nuestras familias: el 18,4% de las mujeres mayores de 65 años es cuidadora de un familiar. Las mujeres viven más, pero lo hacen en peores condiciones que los hombres.

Además, en muchas ocasiones siguen sufriendo una doble discriminación: por ser mujeres y por ser mayores. De este modo, además de no ver reconocida su aportación a la sociedad como madres, cuidadoras, trabajadoras y, en definitiva, como sustento primordial para el avance social y laboral de la generación baby boom, sufren la absurda presión social de tener que mantenerse eternamente jóvenes, verse obligadas a demostrar permanentemente su valía profesional o sentir cómo se pone en tela de juicio su derecho a disfrutar de su vida sexual.

Las mujeres constituyen el 70% de las personas mayores de 90 años

No obstante, hay una nueva generación de mujeres mayores que desde hace un tiempo está llevando a cabo una verdadera revolución. Una revolución tranquila pero imparable, desprendiéndose de etiquetas y prejuicios y rompiendo todos los estereotipos que se esperaban de ellas, contribuyendo a construir un «nuevo modelo» de personas mayores.

Así, encontramos en el ámbito de la cultura figuras referentes que se han alzado como una voz contra el edadismo, como Frances McDormand, que con 65 años ha afirmado ser «una persona más orgullosa y poderosa que cuando era joven, mis arrugas son el mapa de carreteras de mi vida»; Emma Thompson, que con 63 años nos da un poderoso ejemplo al denunciar que «a las mujeres nos han lavado el cerebro para que odiemos nuestros cuerpos» y al retar a la industria cinematográfica –de cuerpos jóvenes y perfectos– con un desnudo integral en su última película. También encontramos a Jane Fonda, que a sus casi 85 años se ha convertido en una figura activista contra el cambio climático, que no tiene reparo a la hora de hablar del sexo después de los 80 años y que nos da su visión en positivo del envejecimiento con su idea del «tercer acto de la vida».

Un movimiento que también encontramos en la música, la literatura o las ciencias sociales, como vemos en casos como el de la cantante y escritora Patti Smith, que en 2010 y con 63 años relanzó su carrera como escritora y que hoy, a sus 75 años y plenamente activa en el mundo de la música, nos cuenta que «desde que me estoy haciendo vieja, no pienso tanto en la muerte. Pienso más en la vida». Lo mismo ocurre con la gran historiadora Mary Beard, que a sus 67 años publica nuevo libro y nos sigue regalando talento senior: «Me gustaría ser recordada como una vieja decente que dio lo mejor de sí misma e intentó cambiar lo que es injusto». O la premio Princesa de Asturias y figura del activismo medioambiental Jane Goodall, que a sus 88 años publicó El libro de la esperanza tan sólo hace un año.

Tal como afirma Victoria Camps, «tenemos que aprender a envejecer»

Este fenómeno también se encuentra en España, con ejemplos como los de la actriz Carmen Maura, que con 77 años sigue trabajando y que cuenta cómo le contestó a Pedro Almodóvar «opérate tú» cuando este le sugirió que se hiciera algún retoque estético para parecer más joven; la filósofa Victoria Camps, que a sus 81 años, en su libro Tiempo de cuidados, nos invita a tomarnos una pausa para repensar la vida, advirtiéndonos que «tenemos que aprender a envejecer»; o la también filósofa Adela Cortina, de 75 años, que reivindica erradicar la gerontofobia y el edadismo al ser «inmoral y poco inteligente».

Mujeres famosas que nos sirven como referentes, pero que son solo la punta del iceberg de un fenómeno que no se limita al de unas determinadas élites, sino que está formado por mujeres de todo tipo y condición: artistas, intelectuales, amas de casa, mujeres rurales. ¿Y cómo olvidarse de la conocida «abuela iraní», que ha tenido el valor de quitarse el velo en público jugándose el tipo para acompañar a sus nietas, que están liderando las manifestaciones?

Una revolución que no ha hecho más que empezar y que ha pasado de ser una revolución silenciosa a convertirse en una revolución con voz propia: la de millones de mujeres mayores que están cambiando el mundo poco a poco. Una revolución tranquila, pero que ya no parece tener vuelta atrás.


Pedro Vázquez es director técnico de la Fundación Doña María.

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