Cultura

Elogio del botijo

Símbolo rural por antonomasia, asimilado con lo sencillo y lo decorativo e incluso empleado en campañas publicitarias con cierta vis cómica. El botijo, ese objeto tan propio de los hogares españoles que ha quitado la sed durante cuatro milenios, esconde una potente iconografía y, sobre todo, mucha ciencia.

¿QUIERES COLABORAR CON ETHIC?

Si quieres apoyar el periodismo de calidad y comprometido puedes hacerte socio de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año a partir de una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos).

COLABORA
13
septiembre
2022
‘La soif (sed)’, de Boguereau (1886).

Milenario. Motivo de chascarrillos y refranes. Objeto de estudios científicos. Alegría del sediento. El botijo: símbolo, herramienta imprescindible del campesino y ejemplo de perfección intuitiva. Más allá de su vínculo con la tradición, ahora el botijo está de moda ante una crisis medioambiental que obliga, en ocasiones, a volver a mirar a lo tradicional, a lo sencillo, para dar con soluciones sostenibles. ¿Qué tiene que ofrecernos este icónico recipiente?

Quizá fue inventado por casualidad, pero lo más probable es que sea el fruto de la observación. En un alarde de inversión en I+D+I sin precedentes, los alfareros dieron, tras generaciones de mejora de sus recipientes, con la morfología ideal. Una boquilla para añadir el agua, la silueta más ancha en su centro y un orificio más pequeño, el pitorro, para beber. Pero no de golpe, sino de forma gradual. Para hacerlo perfecto le añadieron un asa en su cúspide. El resultado: ese botijo tradicional cuyo primer rastro arqueológico se remonta a la Cultura Argárica, del periodo del Bronce Antiguo, hace al menos 2000 a.C. Incluso se han encontrado piezas en la necrópolis de Puntarrón Chico, en Murcia.

El botijo lleva acompañándonos cuatro milenios. Todavía hoy es frecuente que los agricultores y pastores carguen uno para saciar su sed durante sus horas de faena en el campo. Ni las continuas guerras e invasiones, ni el paso de muy diversas culturas, ni los progresos tecnológicos han conseguido desbancarlo. ¿Cómo es posible? Es obvio que si el botijo sigue usándose es porque funciona, y lo hace con gran optimización. Pero hasta que no se plantearon esa misma pregunta los investigadores Gabriel Pinto y José Ignacio Zubizarreta, no existía una justificación científica que esclareciese su funcionamiento.

Con un sencillo experimento resolvieron sus dudas. Tomaron un botijo lleno de agua a 39ºC y lo mantuvieron en ambiente a la misma temperatura, con una humedad relativa del 42%. Siete horas después llegó la sorpresa: la temperatura del agua había bajado hasta los 24ºC. Quince menos que en su entorno exterior. También se había esfumado medio litro del agua que contenía. A partir de ese momento, el agua que aún contenía el recipiente comenzó a igualarse con la elevada temperatura del ambiente. Había sucedido un conocido proceso termodinámico. El agua del botijo se evaporó lentamente por contacto con el ambiente exterior, más seco, reduciendo así la masa de líquido y la temperatura que albergaban sus partículas.

Sin embargo, la respuesta se halla en el material del que está fabricado tradicionalmente, la arcilla. Dependiendo de su composición, las arcillas pueden alcanzar entre un 40 y un 60% de porosidad respecto del volumen de total del suelo. Es decir, la arcilla cocida del botijo actúa como una piel: impide que el agua se filtre, pero a través de ella se evapora. El mecanismo es idéntico a cuando sudamos.

Pinto y Zubizarreta desarrollaron así un modelo matemático propio para el botijo y lo publicaron en revista científica. Desde entonces, su trabajo sigue llamando la atención de la comunidad investigadora, que ha descubierto en objetos ancestrales como el botijo ejemplos de cómo utilizar materiales más sostenibles que los empleados actualmente para obtener una eficiencia equivalente, cuando no superior. Y una herramienta capaz de sudar y mantener fresco un bien cada día más escaso en nuestro planeta como es el agua dulce representa ahora mismo una lección maestra de arte, capacidad de resiliencia e inteligencia.

El botijo, historia de un país

Si hay un país por excelencia relacionado con el botijo es España. La peculiar pieza de cerámica es tradicional en casi todas las comunidades autónomas del país. Sin embargo, a través de la expansión de la cultura hispánica, el botijo es hoy pieza idiosincrática también en Latinoamérica.  Además, ha perdurado vinculado a la inclemencia natural de las regiones costeras del Mediterráneo y, más allá del uso para preservar agua fresca, el botijo también ha trascendido como una excelente pieza ornamental, incluso vinculada a creencias prehistóricas. Los expertos concuerdan en que, con el continuo sincretismo religioso, es fácil asimilar el vínculo del botijo a mitos, relatos y creencias populares.

Pero, además, el botijo es una representación de lo sencillo y todo lo vinculado con la tradición y el folklore regional. En unas ocasiones, desde un sincero afán por representar un modo de vida ibérico en contraste con el que manifestaba la población de otras regiones del planeta en una misma época. También ha sido objeto de la mirada artística y cultural: desde museos a exposiciones de arte moderno, de campañas publicitarias a delicadas pinturas que forman parte del patrimonio universal, como es el caso de las numerosas representaciones que aparecen en la obra de artistas como Joaquín Sorolla.

Pero también ha sido continuo objeto de bulla, cuando no de mofas. La existencia de la expresión «ser más simple que un botijo» y sus derivaciones demuestra que, ya desde muy antiguo, se ha visto a esta alfarería como símbolo de lo sencillo, de lo honesto e incluso de lo inocente. A fin de cuentas, no eran necesarios grandes conocimientos ni destrezas ni para fabricarlo ni utilizarlo. Ahora que sabemos que un botijo es un delicado trabajo de ingeniería, queda mucho que aprender y que disfrutar de un compañero de viaje que lleva refrescándonos desde el origen de la civilización.

ARTÍCULOS RELACIONADOS

La muerte de la verdad

Michiko Kakutani

El populismo y fundamentalismo se extienden por todo el mundo sustituyendo el conocimiento por la sabiduría de la turba.

COMENTARIOS

SUSCRÍBETE A NUESTRA NEWSLETTER

Suscríbete a nuestro boletín semanal y recibe en tu email nuestras novedades, noticias y entrevistas

SUSCRIBIRME