Internacional

Bienvenido a los Estados fallidos del mundo

Esta clase de países ha sufrido un lento aumento en los últimos años, y las causas son varias: guerras, corrupción, profundas divisiones internas o conflictos étnicos sin resolver. Los informes, no obstante, son claros: cualquier nación puede acabar cayendo dentro de esta desgraciada categoría.

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29
septiembre
2022
Soldados de Uganda juegan al fútbol con un adolescente somalí.

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Es conocida la capacidad de resistencia ante la adversidad que tenemos los seres humanos, así como la capacidad para adaptarnos y asumir unas circunstancias muy concretas como si fuesen globales. Por eso en Europa y en el continente americano estamos acostumbrados a habitar sociedades desarrolladas: Estados solventes y capaces de garantizar la seguridad de sus ciudadanos, derechos humanos ampliamente reconocidos, sistemas democráticos que permiten una saludable participación social. 

Pero este no es el único modelo que existe. Son multitud los Estados del planeta que se consideran fallidos; es decir, que no son capaces ni de preservar ni de ofrecer una calidad de vida digna para sus habitantes. De los 194 Estados soberanos reconocidos por la ONU, al menos 30 se encuentran clasificados en situación de alerta según el estudio realizado por el Fondo para la Paz de Estados Unidos. Pero ¿cómo llega a convertirse un Estado en uno fallido?

El ‘top ten’ del desastre

En el tour por los países más frágiles del mundo aparece una mezcla de Estados surgidos del legado colonial (no siempre occidental), países desdibujados por diversidades nacionales en eterna disputa o territorios azotados por el sadismo de la guerra.

Yemen, el país más pobre de Oriente Próximo, lidera la clasificación con un Índice de Desarrollo Humano (IDH) de apenas 0,455 (de un total de 1). A pesar de que la nación está situada en lo que se considera uno de los centros civilizatorios más antiguos del planeta, ubicación del célebre Reino de Saba, el actual Estado arábigo hace aguas en protección de los derechos humanos y las libertades de la mujer, en la capacidad administrativa del gobierno y en el control territorial. La nación, que se unificó tan solo en 1990, se encuentra inmersa desde 2015 en una compleja guerra civil que desangra el país. 

Yemen apenas cuenta con el control territorial de su país, estando envuelto en una guerra civil que ya se remonta a 2015

Sigue la lista Somalia, país nacido de la unificación de territorios coloniales en manos de distintos países europeos. A pesar de los iniciales esfuerzos desde los años sesenta por extender la alfabetización de la población y mejorar la vida de sus habitantes, los continuos golpes de Estado y dominios militares sobre el territorio siguen convirtiendo al país africano en uno de los más inestables del mundo. En la actualidad, el legítimo gobierno somalí no controla la integridad de los territorios y al enfrentamiento armado contra grupos opositores o rebeldes, amén de la piratería ejercida desde sus aguas, se suma una profunda crisis alimentaria que adolece a sus habitantes desde 2011, tal y como señala la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

Cierra este trágico podio Siria, azotada por la violencia de la guerra de los últimos años. Aunque Bashar al-Asad continúa liderando el país tal como lo hacía antes del conflicto civil, el territorio ha quedado desvertebrado y destruido, las infraestructuras muy dañadas y la sociedad dividida, sin contar con los más de cinco millones de refugiados –y más de seis millones de desplazados internos– que se vieron obligados a huir del país para salvar la vida, según ACNUR. 

Los cinco siguientes Estados se encuentran todos en el continente africano. Sudán del Sur, República Democrática del Congo, República Centroafricana, Chad y Sudán se caracterizan por compartir un muy bajo nivel de desarrollo social, altas tasas de corrupción gubernamental, profundos desequilibrios sociales y luchas armadas. También hay una fuerte conflictividad social interna, fruto de diversas etnias y enfrentamientos religiosos –como los que dividieron Sudán en dos países a causa del islam y el cristianismo– y la explotación inmisericorde de recursos, como diamantes, metales preciosos o los elementos químicos conocidos como «tierras raras», de escasa presencia en la corteza terrestre y gran valor para la fabricación de baterías, teléfonos móviles y ordenadores.

Por último, el informe menciona a Afganistán y Zimbabue, y aunque ambas naciones han mejorado su posición en el último año, el país asiático –hoy en manos de los talibanes– adolece especialmente la retirada de las tropas de la coalición norteamericana. A pesar de algunos esfuerzos occidentales por intentar establecer mejoras sociales, de género, educativas y de derechos humanos, estas nunca llegaron a materializarse con solvencia en la práctica, marco legal al margen. En el caso del país africano, más allá de las décadas sufridas a manos de un gobierno considerado dictatorial en Occidente y un intento de alzamiento militar en 2017, su inestabilidad se debe a la corrupción administrativa y la escasa gestión en beneficio de la población.

Una advertencia para el mundo desarrollado

El estudio del Fondo para la Paz no se limita a un análisis de la multitud de naciones existentes, sino que año tras año destacan rasgos que consideran meritorio mencionar.

Alemania y España figuran entre aquellos que sufren descensos preocupantes en la calidad de sus Estados

Algunos de ellos afectan a países de indudable prestigio democrático y estabilidad institucional, como es el caso del propio Estados Unidos, en relación al cual se advierte en el último informe del aumento de la fragilidad institucional y social tras sucesos como la muerte de George Floyd, la polarización ideológica durante el gobierno de Donald Trump y el asalto al Capitolio en 2021, hechos considerados graves desde la organización. 

En Europa, por ejemplo, Alemania y España figuran entre aquellos que sufren descensos preocupantes en la calidad de sus Estados debido a la crisis económica provocada por la pandemia de coronavirus, los efectos del confinamiento general de 2020 y el auge de grupos políticos considerados como radicales en el informe. 

Otros casos son el de El Salvador, donde se subraya la mala gestión de la pandemia, el Líbano, con un fuerte hundimiento económico y caos social, y Tayikistán, donde se señalan los abusos estatales sobre los derechos humanos y la existencia de un asentado negocio de trata de personas como un detrimento permanente a su desarrollo.

Informes como este colocan un espejo donde cada nación puede parar a observarse. Un intento de análisis objetivo que persigue avisar de una verdad inapelable: si la ciudadanía relaja su músculo democrático, su compromiso con el bien común y la protección de los miembros más débiles de la sociedad, la calidad de sus Estados –y, en consecuencia, su propio modo de vida– se resentirá.

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