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Seguros de la incertidumbre

Los últimos años han sumido al mundo en un contexto de incertezas ante el que las aseguradoras serán clave para acabar con el temor y construir un futuro distinto y mejor.

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Matilda Lombas
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Si existe una palabra clave capaz de resumir el sentimiento generalizado de la sociedad durante los últimos años, con casi toda certeza se se podría afirmar que ese es el de la incertidumbre. Durante la crisis económica de 2008 –y sus efectos– la ciudadanía no tuvo muy claro cuánto iba a durar el proceso y qué ocurriría en el futuro próximo. Aun así, las cosas semejaban un tanto encaminadas ya hacia 2019 y la percepción colectiva, a pesar de algunos puntos de fricción, era en cierto grado positiva.

Pero llegó la crisis causada por la pandemia del coronavirus y la percepción general de hacia dónde iban las cosas se volvió incierta. La covid-19 y sus estragos pulverizaron las bases de lo que la ciudadanía comprendía y, sobre todo, hicieron que los problemas que ya existían se hiciesen mucho más visibles y, por tanto, la preocupación por ellos más intensa.

En España se ha disparado el miedo al cambio climático, aunque también preocupa la situación económica

No es que antes del estallido de la crisis de la covid-19 el cambio climático no estuviese causando inestabilidad o que la transformación digital no crease nuevos retos. Todo eso ya estaba allí, y las personas ya se sentían preocupadas por sus efectos. Sin embargo, los dos últimos años –casi tres, si contamos ya 2022 al completo– han acentuado esa percepción, sumando crisis políticas, económicas y hasta situaciones de guerra. Aunque la visión del coronavirus como algo preocupante ha caído, como demuestra el último barómetro global de Ipsos sobre lo que inquieta al mundo, los cambios en el contexto económico y político de los últimos meses están impactando en las personas, que temen lo que puede ocurrir con la escalada de precios y hasta con la reorganización política mundial.

En España, y según los datos del último Eurobarómetro elaborado por la Comisión Europea, la preocupación de la ciudadanía ante las perspectivas creadas por la inflación, la subida de los precios y la escalada de los costes de la vida ha crecido 21 porcentuales frente a los que se sentía en 2021. De hecho, esto, que no era un tema que quitase el sueño antes, ahora «es una preocupación muy sólida para españoles y europeos», como asegura el director adjunto de la representación de la Comisión Europea en España, Lucas González Ojeda. El 81% de los españoles asegura directamente que la situación económica es mala, aunque la mayoría sigue siendo optimista sobre el futuro de la Unión Europea.

Con todo, tampoco se puede olvidar sumar el impacto que tiene el cambio climático y sus consecuencias en la vida de la ciudadanía. Las voces expertas no paran de alertar de cómo están cambiando y el último informe del IPCC es un recuerdo de la importancia –y la necesidad– de actuar. El verano al que nos estamos enfrentando, con temperaturas extremas en la mayor parte de España ya desde el final de la primavera, es un aviso a navegantes sobre qué pasará si no se toman decisiones que reviertan o neutralicen la situación alcanzada. En el último barómetro de Ipsos, España ya era uno de los países en los que más había crecido el miedo al cambio climático. A las personas les cuesta comprender hacia dónde va el futuro y, sobre todo, qué les pasará en ese entorno. Sentir miedo por lo que queda por venir no es ya algo raro.

Una respuesta a la incertidumbre

Sin embargo, todos estos datos y temores no deben hacernos víctimas de la tensión causada por la incertidumbre. La realidad puede ser optimista: la ciudadanía puede ser positiva. De entrada, en lugar de dejarse arrastrar por el bloqueo ante la situación o por arrojar la toalla, se debe optar por un papel activo, posicionarse como un agente de cambio que apuntalará un futuro mejor. Lo pueden hacer las personas, pero lo deben hacer, sobre todo, las empresas.

Aseguradoras como Mapfre ayudan a que los ciudadanos se sientan más seguros en momentos que perciben demasiado complejos

Las compañías también deben asumir un compromiso con la sociedad y con los retos a los que se enfrenta el mundo. Un ejemplo es Mapfre, donde la propia estrategia de la compañía está orientada a «cuidar a las personas». En sus más de 80 años, la compañía ha evolucionado constantemente para contribuir desde su propia actividad a dar respuesta a los desafíos globales. Y su compromiso no hace más que crecer. Como explica Antonio Huertas, presidente de Mapfre, refiriéndose a su nuevo Plan de Sostenibilidad 2022-2024,  se comprometen a «crear productos y servicios cada vez más sostenibles, alineados con una sociedad más exigente y concienciada; impulsar inversiones que, además de la rentabilidad financiera, también generen un dividendo social; y ayudar a nuestros clientes a transitar de una manera progresiva hacia actividades menos contaminantes».

Así, los servicios y los productos de Mapfre ayudan a impulsar nuevos escenarios más responsables con las personas y el planeta. Y es que, en un sector tan relacionado con los retos futuros como el de los seguros, se debe tener presente qué importa y cómo se puede ayudar a hacer del mundo un lugar mejor, luchando contra esas incertidumbres que complican el progreso de la sociedad. Los seguros también deben tener un impacto positivo y necesitan lograr que los ciudadanos se sientan, valga la redundancia, más seguros en estos momentos que perciben demasiado complejos. Deben ser una herramienta para neutralizar la inseguridad provocada por las incertezas y potenciar el progreso social y ambiental.

Un compromiso que plasman en nuevos objetivos como conseguir que al final del 2024 al menos el 90% de la cartera de inversiones sea calificada bajo criterios ESG (Ambientales, Sociales y de buen Gobierno, por sus siglas en ingles); no invertir en empresas de carbón, gas y petróleo que no estén comprometidas con un plan de transición que permita contener el calentamiento global en el límite de 1,5 grados establecido por el Acuerdo de París o ampliar en 2024 la neutralidad de emisiones –ya conseguida en España y Portugal– a los principales países de Mapfre en el mundo para alcanzar la neutralidad global en 2030.

Impulsados por el cumplimiento del 98% de los objetivos de su anterior plan, en Mapfre están convencidos de que el cambio es posible. «El nuevo plan de sostenibilidad nos va a permitir producir efectos transformadores muy positivos en las tres palancas de la gestión ESG y hacerlo, además, de manera integrada en el negocio», apunta Huertas.

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