Opinión

Opinen y crean

Cuando nos pronunciamos solo en nuestro nombre logramos algo que actualmente esconde una gran dificultad: rechazar la actual y habitual pretensión de verdad con la que se suele hablar.

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13
julio
2022

Soy un gran defensor de las opiniones y también de las creencias. Ya sé que suena aventurado y que ambas pueden derivar en fanatismos y radicalismos de consecuencias catastróficas, pero aún así las tengo en gran estima. El modo en el que siempre se han denostado no es algo nuevo: Platón en su epistemología, situaba a la opinión (doxa), como un saber parcelado y limitado, exhortando al sujeto a abandonarla y animándolo a ascender en la escala del conocimiento hacia la ciencia (episteme).  

Desde entonces, la ciencia se ha convertido en el paradigma del conocimiento, tratando de imponer su hegemonía metodológica a cualquier disciplina que aspirase a la universalidad. Y he aquí uno de los motivos que explica mi afinidad hacia opiniones y creencias: su mundano sentido de lo subjetivo, su humildad reflejada en su carente pretensión de universalidad. Cuando decimos «yo opino» o «yo creo», nos situamos justo al lado del verbo, nos ubicamos en su inmediatez. De este modo nos mostramos frente al otro como un sujeto que no aspira a ningún conocimiento hegemónico; más bien nos exponemos desde la fragilidad de alguien que reconoce los límites de su experiencia. Ese «yo creo» y «yo opino» implica una confesión de sabiduría que no pretende aspirar al conocimiento y que más bien busca compartir una cosmovisión particular por si a alguien le pudiera ser de utilidad. Y he aquí que, cuando esto sucede, cuando alguien articula esas palabras mágicas, ya sea en la barra de un bar, en la comida con los cuñaos o en una reunión de trabajo, se abre un portal al diálogo desde el que transitar en comunidad. 

Frente a la ciencia que asevera, disminuyendo en el otro la capacidad de interlocución y reduciendo su papel a espectador, las opiniones animan a interconectar, a confrontar, a divergir, a simpatizar, a cuestionar. El principal riesgo que conllevan es cuando el sujeto las vierte al espacio público con la intención de herir o de faltar el respeto. En este caso, el propósito de conectar con el otro se sustituye por una triste pretensión de cientificismo, donde el hablante se presenta como el adalid de la verdad.

Cuando alguien opina se abre un portal al diálogo desde el que transitar en comunidad

Empieza a cansarme la retahíla de discursos, de críticas literarias, de noticias e incluso de conversaciones con amigos en las que a la mínima que uno comenta cualquier cosa le exigen datos, ensayos científicos o estadísticas, sin recaer en que lo que se está ofreciendo es una opinión. Percibo una presión irracional, rozando el fanatismo, que nos empuja a convertir nuestras opiniones y creencias en demostraciones científicas sostenidas por razones meramente numéricas. Hay una entronización de la ciencia, y en especial de la epistemología, que contamina lo mundano de manera tóxica. Me pregunto qué sería de las humanidades sin la doxografía (cabe recordar que doxa es igual que opinión), que no es otra cosa que «la recopilación de opiniones o pareces filosóficos». Cuánto habríamos perdido por el camino de haberle exigido a los clásicos ciencia en lugar de sabiduría.

Ethic es una revista que, según consta en su manifiesto, analiza las tendencias y desafíos globales a través de una mirada humanista y liberal. Eso implica que la gran mayoría de los artículos que aquí se publican se apoyan en múltiples voces de reconocido prestigio, usándolas como argumentos de autoridad. Pero esta metodología que tanto frecuentamos sospecho que, en parte, deja entrever un injustificado complejo en las humanidades que intentan imitar el quehacer científico. Por suerte, al menos así lo creo, gran parte de las citas de estos artículos se centran en opiniones que no reniegan de la parte humanística del ser humano. Y como este artículo es una defensa de la opinión y un canto a la creencia, he pensado que lo congruente era no citar a nadie (exceptuando a Platón) y dejar que todo lo que aquí se lea, por tanto, se muestre como una mera opinión personal. Ahora que el tiempo se estira, mi recomendación es que opinen y crean, sin complejos y desde el respeto. Feliz verano.

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