Sociedad

La filosofía del Mediterráneo

Serrat cantaba, con alma de marinero novio de la mar, que su niñez era la de un pipiolo entre montones de arena de playa y manos encalladas en sal. Y aunque no todo el mundo tenga la suerte de permanecer cerca de él, ser del Mediterráneo nos hace crecer con una serie de valores autóctonos y de calidad: según la ciencia, vivir en una zona como esta nos hace ser más sociables, humildes y abiertos a nuevas experiencias.

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13
julio
2022

Serrat cantaba en Mediterráneo, con alma de marinero novio de la mar, que su niñez era la de un pipiolo entre montones de arena de playa y manos encalladas en sal. Aquellos que han crecido oliendo a salado los 365 días del año saben que su tierra es azul y blanca (o naranja si se pone el sol). Y aunque no todo el mundo tenga la suerte de permanecer cerca de él, ser del Mediterráneo nos hace crecer con una serie de valores autóctonos y de calidad. Esta historia cultural conforma lo que desde hoy podemos empezar a llamar la filosofía del mediterráneo.

Los países que comparten estos aspectos se hallan comprendidos a partir del sur de España, pasando por las Islas Baleares, Malta, Italia y terminando cerca de Grecia. A medio camino se encuentran otros piélagos, pero la masa acuífera predominante es la del mar Mediterráneo. Este aspecto es importante para aquellos que se pregunten si solo esta forma de vivir se comparte en esta dimensión territorial, y la respuesta es que sí. Porque no solo se comparte el mar, sino el clima y eso es un factor fundamental a la hora de configurar el desarrollo de la persona: la revista científica Nature Human Behaviour reveló en 2017 que vivir en una zona con temperaturas más cálidas nos hace ser más sociables.

En este caso, el clima mediterráneo está geográficamente ubicado en las costas occidentales europeas. Solo aquellas personas que han crecido en torno a esa localización comparten estos rasgos anímicos y sociales. Y si en un entorno geográfico se crece con una personalidad determinada por agentes climáticos, lo normal es que esta forma de vida se transmita de generación en generación elaborando así unos valores culturales. Porque sí, la manera en la que nos relacionamos con el resto conforman una cultura y ayuda a afianzar las tradiciones. Vivir cerca de un mar de aguas templadas, por ejemplo, hace que te pases la vida yendo a la playa, celebrando en la arena, en constante contacto con gente de otros lugares y creciendo, en definitiva, jugando en la calle. Aquellas personas que han crecido en un clima constante y no extremo tienen una personalidad más extrovertida o amigable, son emocionalmente más estables y abiertas a nuevas experiencias.

Si se crece con una personalidad determinada por agentes climáticos, lo normal es que esta forma de vida se transmita de generación en generación

El resto de factores, como los socioeconómicos, dependen más de la zona en cuestión. Por ejemplo, la gente del sur de España tiende a ser más humilde debido a que esa siempre ha sido tierra de temporeros y el trabajo de campo se organizaba entre familias. Sumado a la tardía industrialización, se ha consolidado un sentimiento de hermandad que caracteriza a buena parte del territorio español. Lo normal bajo estas condiciones es que el que tiene poco lo comparte con los suyos. La individualidad o el egoísmo no son características mediterráneas, aunque siempre haya excepciones.

Por norma general, la gente mediterránea es más bien campechana. Las ciudades del Mediterráneo no cultivan la prisa de la capital y prefieren mantener los colores claros en la fachada que los rascacielos. La estética de los pueblos es sencilla y cercana: los patios de macetas, las enredaderas hasta la ventana y las casas bajas. Todo ello para poder seguir conservando aquello que les hace ser costeros: la brisa de cara y por supuesto, la mar.

En Italia, otro territorio mediterráneo, también hay tradiciones en torno a la familia, uno de los pilares de la socialización del niño. Independientemente de que poco a poco se transforme la idea de familia tradicional, la estructura de cariño y respeto paterno filial está presente en los hogares italianos, así como en los españoles o griegos. Sobre el caso anterior, las encuestas dicen que solo el 5% de los italianos no consideran el lazo familiar como un punto de apoyo. Y no hay que olvidar, a pesar de las discrepancias, que la tradición cristiana también ha influido en la conformación de los valores que la cultura mediterránea ha adquirido: la solidaridad, el agradecimiento y el sentimiento de vecindad son algunos de ellos.

La filosofía mediterránea está fundamentada en el justo punto medio: en latín se decía ‘mediterraneus’ –el medio de la tierra–, y cada cultura que lo ha habitado lo ha llamado de diferentes formas

Y si hubiera que hablar de aquello que hace único al Mediterráneo sería un delito no mencionar su dieta. La gastronomía mediterránea está basada en el pescado fresco, el vino tinto, las hortalizas y verduras de huerto o mercado y, por supuesto, el aceite de oliva, las aceitunas y el tomate fresco. Además de la innegable calidad de los productos nombrados, la dieta mediterránea es sana, antiinflamatoria y antioxidante, con grandes beneficios para la salud, que nos permite tener una vida longeva y agradable. Como se suele decir, mens sana in corpore sano.

La filosofía mediterránea está fundamentada en el justo punto medio. En latín se decía mediterraneus –el medio de la tierra– y cada cultura que lo ha habitado lo ha llamado de diferentes formas. Se dice que, al estar rodeado de países y solo tener una desembocadura al Océano, el Estrecho de Gibraltar, se encuentra «entre tierras». Por eso está en el medio geográficamente hablando. Aunque quizá también le decían así porque se siente muy cercano, justo en el medio, en el corazón. Los romanos lo expresaron así, y preferían llamarlo Mare Nostrum porque era un símbolo de familia: nuestro mar, nuestra tierra, algo que no está al alcance de todos porque está escondido del Océano.

En definitiva, es evidente que la zona mediterránea posee un encanto propio y por ende, una filosofía. El estilo de vida depurado, el gozo, la dieta rica en beneficios, el sol que no abrasa pero brinda luz y vitaminas durante todo el año y las playas kilométricas (y calas escondidas). Su gente es risueña, vitalista y algo dionisíaca. Disfrutona, si se quiere decir así, pero también humilde y familiar. Pueblos sobrios y blancos, con tradición, con cielos despejadosy aguas celestes y un viento de cara que no puede describirse si no se siente. El mejor escenario para nacer y crecer, pero también para retirarse y vivir una vida relajada y alejada del bullicio urbanita. Aquel que no conoce el Mediterráneo se está privando de uno de los mayores lujos de la naturaleza europea.

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