Cultura

Berlanga y la libertad perdida

Considerada por muchos como la mejor película del cine español, ‘El verdugo’ supone una corrosiva crítica a las imposiciones sociales que aún mantiene su vigencia. ¿Qué estaríamos dispuestos a hacer para asegurarnos una vida y un futuro dignos?

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06
julio
2022

¿Aceptaría un nuevo trabajo que le diese acceso a una vivienda y asegurase su futuro? En estos tiempos convulsos en los que el día a día cada vez se le hace más cuesta arriba al común de los ciudadanos, es fácil imaginar cuál sería la respuesta unánime. Pero ¿qué ocurriría si ese trabajo le obligase a acabar con la vida de otras personas? La respuesta, entonces, tal vez no sea tan idéntica a todos. No obstante, las dudas morales que puedan despertarse son tan legítimas como las que se planteaba José Luis, el protagonista de la película El verdugo.

En 1963, Luis García Berlanga estrenaba la que es considerada por muchos como la mejor película de la historia del cine español. Públicamente denostada por el dictador Francisco Franco, que tachó a Berlanga de «mal español», el largometraje fue muy aplaudido en Europa y premiado en festivales como el de Venecia o Moscú. Tan mal español fue Berlanga con esta joya cinematográfica que se atrevió a dejar en entredicho las miserias sociales de la época franquista.

En la película, José Luis es un empleado de pompas fúnebres que conoce a Carmen, hija del verdugo Amadeo quien, tras sorprender a la pareja en actitud cariñosa, les impone el matrimonio. Poco después, Amadeo recibe la oferta institucional de una vivienda compartida con el matrimonio, a la que tendrá que renunciar una vez se jubile. La única vía de mantenerse en la vivienda es que José Luis herede su empleo como verdugo.

El magnífico guion que Berlanga escribió junto a Rafael Azcona se erige en un duro alegato contra la pena de muerte por garrote vil que entonces sufrían algunos reos. Pero El verdugo, más allá de esa crítica evidente, revela el catálogo de humillaciones a las que se sometía la sociedad de la época con la única intención de poder sobrevivir. Y, de paso, ponía el punto de mira en la miseria moral de esa misma sociedad sumisa.

‘El verdugo’ deja en evidencia la pérdida de libertad ante las imposiciones sociales

Así, Berlanga convirtió la historia de José Luis en un descenso a los infiernos de las imposiciones sociales. El protagonista, como consecuencia de un arrebato amoroso, se ve empujado lentamente a una serie de actos cada cual más deplorable desde el punto de vista de la libertad de elección. Apuntalada por un humor corrosivo, la obra nos hace partícipes de la odisea de José Luis convirtiéndola en lo que bien podría ser la odisea del hombre y la sociedad actuales.

Más allá del claro alegato contra la pena de muerte, toda la cinta se sustenta sobre la idea de la pérdida del libre albedrío que la sociedad impone al individuo. Vemos a José Luis perdiendo su libertad personal con la única intención de formar parte del mismo sistema del que íntimamente reniega: una vivienda y un futuro estable a cambio de todos los valores propios, llegando al extremo de asegurar dicho futuro arrebatando la vida a otros seres humanos.

El largometraje fue muy aplaudido en Europa y premiado en festivales como el de Venecia o Moscú

El protagonista termina por aceptar el nuevo puesto de trabajo, convencido por su nueva familia de no tener que ejercerlo nunca. Pero la realidad más brutal se impone y las autoridades notifican a José Luis que debe cumplir con una ejecución en Mallorca. Hasta allí se traslada con sus familiares, y su tormento interior, mientras se acerca la hora señalada, contrasta con la jovialidad turística de estos.

El magistral y sobrecogedor plano picado con que finaliza la película registra la violenta blancura de una sala en que el verdugo y un condenado a muerte son conducidos hacia el cadalso para dar cumplimiento a la ley. José Luis es arrastrado, a la fuerza, por un grupo de funcionarios mientras otro grupo traslada, a su vez, al condenado. La metáfora se revela brutal: la sociedad obligando a morir al que va a morir y a matar al que va a matar. El individuo, al fin, forzado por la sociedad a perder su bien más preciado, la libertad.

En la actualidad, con los precios del mercado inmobiliario disparados, unos sueldos que difícilmente cubren los gastos básicos y unas exigencias laborales que imposibilitan el necesario tiempo para el descanso y el cuidado de los seres queridos, podemos imaginar que Berlanga y Azcona podrían renovar el ideario de su película más lúcida y corrosiva. Tal vez solo tuviesen que preguntar: ¿aceptaría un nuevo trabajo que le diese acceso a una vivienda y asegurase su futuro?

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