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La nueva longevidad: un nuevo reto social y de mercado

Viviremos más, nacerán menos: estas dos variables nos enfrentan a los necesarios cambios del modelo económico para afrontar un futuro marcado por numerosas crisis.

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26
octubre
2022

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Estamos en un momento especialmente delicado desde un punto de vista económico y social, y son muchos los expertos, nacionales e internacionales, que lanzan señales de alarma sobre una inminente crisis financiera. La sombra de la recesión planea sobre los países de nuestro entorno, y ya tiene fecha de aterrizaje en Alemania: el año que viene.

Este contexto de crisis solapadas se suma a retos que ya habíamos asumido antes de la pandemia y todo lo que vino después: la urgencia del cambio climático, y un cambio radical en el equilibrio demográfico mundial. Mientras en los países emergente se multiplica la población, en los desarrollados las tasas de natalidad están por los suelos, al tiempo que la esperanza de vida no deja de subir.

«Estábamos saliendo de la pandemia cuando nos hemos metido de lleno en un nuevo periodo de incertidumbre y crisis, espoleada sobre todo por la guerra en Ucrania», recuerda Enrique Sanz Fernández-Lomana, presidente de Mutualidad de la Abogacía, durante el V Encuentro Económico 2022 de la organización, que este año lleva por título «Realidades y desafíos del entono macroeconómico y social».

«Pero no debemos afrontar los retos con pesimismo. En los últimos 150 años, el mundo se ha enfrentado a 14 grandes crisis económicas, 15 si damos la actual por consolidada. Y de todas ellas hemos salido reforzados». Sanz Fernández-Lomana pone como ejemplo la primera, de 1873, que concluyó con el inicio de la Segunda Revolución Industrial. «Y a lo largo de las última décadas hemos alcanzado las mayores cotas de prosperidad y reducción de la pobreza. Por eso es hora de buscar, una vez más, soluciones y propuestas a esta crisis que redunden en el beneficio de la sociedad», añade.

Enrique Sanz Fernández-Lomana (Mutualidad de la Abogacía): «No debemos afrontar los retos con pesimismo»

Una crisis que ya se está viviendo en los mercados, si bien todavía no ha tenido el impacto social que tuvo la de Lehman Brothers en 2008. A pesar de ello, hay datos preocupantes: máximos de inflación de 40 años en Estados Unidos y Europa –con hasta un 14% en Países Bajos–, que puede acabar minando los ahorros y la confianza en la economía. Según Inverco, los fondos de inversión en España ya han sufrido una pérdida media del 10%, la mayor caída desde que esta organización ofrece estadísticas, y afecta a todo tipo de activos. Incluso los bonos, los fondos más conservadores, han sufrido una pérdida del 8%.

«La crisis surge fundamentalmente por una inflación que veníamos buscando desde hace años», advierte Pedro del Pozo, director de inversiones financieras de Mutualidad de la Abogacía. «Tenemos un problema macroeconómico de muy difícil solución. Durante muchos años hemos tenido la convicción de que los tipos bajos y negativos no se iban a acabar nunca, pero una crisis brutal, como la de la pandemia, y un contexto geopolítico que hace del mundo un lugar menos predecible, nos ha hecho ver la realidad».

A corto plazo, tal como coinciden los expertos, los mercados financieros deben empezar a asumir que la inflación tiene que relajarse antes o después. «De momento, el mercado interpreta que el futuro que viene desde el punto de vista de la economía real es peor, y eso tiene una influencia clara sobre la asignación de activos», prosigue Del Pozo. Y pone dos temas encima de la mesa para solucionar a corto plazo: «Contener la inflación, como pretenden los bancos centrales con subidas de tipos, y una mejora de la situación geopolítica. En el caso de que confluyeran las dos situaciones, los mercados lo interpretarían de forma muy positiva y tendríamos un gran repunte. Por desgracia, parece que aún estamos lejos de ver el final de la guerra en Ucrania».

En este sentido, Manuel Escudero, embajador representante permanente de España ante la OCDE, recuerda que la inflación no solo tiene su origen en causas estructurales, sino también en la utilización del gas como arma de presión por parte de Putin. «Dicho esto, el exceso de liquidez que ha tenido el mercado desde principios de siglo ha sido una situación irregular, una economía sana necesita un poco de inflación porque es un incentivo desde el punto de vista de la inversión».

«El invierno va a ser menos duro de lo esperado porque los stocks de reserva de gas de Europa son suficientes, salvo que haya fríos extraordinarios», tranquiliza Josep Oliu, presidente de Banco Sabadell, si bien advierte: «En la primavera deberán reponerse esos stocks, porque a partir de ahí podríamos volver a otro shock de energía».

Josep Oliu (Banco Sabadell): «El invierno va a ser menos duro de lo esperado»

El FMI y la OCDE sitúan la inflación de España a la baja, en un 5% para el año que viene. «Es una noticia que nos pone en mejor situación que a otros países, pero es algo que se nos escapa de las manos», lamenta Escudero. «Todo depende de la evolución de la injusta invasión de Rusia en Ucrania». Y reparte las responsabilidades: «Igual que el aumento salarial que reclaman los trabajadores debe ser moderado y no puede estar al nivel del IPC, porque ellos también deben asumir parte de la carga de esta guerra injusta, empresas que, por la coyuntura, están recibiendo beneficios extraordinarios, deben asumir ese coste en mayor medida».

La evolución del IPC a un año vista va a tender a repercutir justamente de forma contraria a los factores que lo han hecho crecer, como recuerda Alfredo Cristóbal, director general de Productos Estadísticos del Instituto Nacional de Estadística (INE). «Y eso significa que veremos una bajada significativa, no a los niveles de la prepandemia, pero muy lejos de los que tenemos ahora». Y advierte: «El problema es la inflación subyacente, la de los servicios: aunque baje la de la energía, la segunda tardará más en reducirse, y ahí puede estar el problema a largo plazo».

La economía de plata, o el vuelco piramidal

A toda esta incertidumbre hay que añadir otra prioridad que no podemos descuidar: la economía de la longevidad, que se sitúa al inicio de los 55 años y reúne todos los productos y servicios a partir de esta edad. «Pero no olvidemos que también es la economía del rejuvenecimiento, que mueve miles de millones y conecta con múltiples disciplinas, como la salud, los cuidados, el bienestar, la tecnología, la movilidad, las finanzas o los seguros», señala Fernando Ariza, director general adjunto de Mutualidad de la Abogacía, que añade: «Será un gran motor de la economía global: mueve el 32% del PIB de la Unión Europea, y genera cerca de 80 millones de empleos. El 50% los activos de los bancos e instituciones financieras y aseguradoras, están en manos de personas mayores de 65 años. Y el 65% del consumo lo mueven personas mayores de 55».

Con todo, Ariza advierte de que una población envejecida tiene dificultades para crecer desde el lado de la producción, y desde el lado del consumo. «Reciben una pensión que por lo general es menor que su último salario. Y eso supone una bajada en el consumo. Esto lleva a procesos deflacionarios que generan tipos de interés sostenidamente bajos, y provoca que las entidades financieras carezcan de incentivos para prestar dinero a hogares, familias y empresas.

Fernando Ariza (Mutualidad de la abogacía): «El 50% los activos de los bancos e instituciones financieras y aseguradoras, están en manos de personas mayores de 65 años»

Eso provoca la llamada japonización de la economía, que va a ser estructural, como apunta Ariza, «porque las economías más desarrolladas tienden a avanzar en el proceso de envejecimiento por la baja natalidad, la subida de la esperanza de vida y movimientos migratorios mínimos que no compensan esas variables».

Dentro de poco, una de cada cuatro personas será mayor de 65 años, pero hay un dato más preocupante desde el punto de vista económico: el número de personas mayores de 80 años se va a duplicar, como alerta Natalia Bundó, directora ejecutiva de Pensium. «Esto va a suponer muchos más costes, si tenemos en cuenta que uno de cada tres está en situación de dependencia, que no siempre se van a poder cubrir desde el sector público, más viniendo de una pandemia, de estar viviendo una inflación, la guerra de Ucrania… Por eso las empresas deben buscar soluciones alternativas para dar respuesta a esta nueva sociedad».

La experta apuesta por la formación de profesionales que sean capaces de asumir el incremento en la demanda de cuidados. Y añade: «Hay alternativas como la licuación del patrimonio, pero estas personas mayores pueden no tener la capacidad cognitiva para acceder a este tipo de soluciones financieras. El año pasado se promulgó una ley que facilitara curatelas y tutelas para estas personas, aunque sigue siendo un proceso muy trabajoso y tardío».

Mutualidad

Laura Duque, subdirectora general de Cumplimiento y Legal en Mutualidad de la Abogacía, añade que, si bien es una buena noticia que vayamos a vivir más, ahora el reto es que las personas mayores tengan una economía digna en esa nueva longevidad. «Esto nos lleva al problema de las pensiones: ¿faltan más reformas en el sistema público?», se pregunta Duque, que recuerda que en España, la tasa de sustitución [relación entre el último salario activo y la pensión] es de las más altas de Europa, pero va a ir bajando, y hay que ver la manera de complementarla.

El reto es que las personas mayores tengan una economía digna en esa nueva longevidad

«El sistema público de pensiones que tenemos en España es el contrato social que ha servido para favorecer el desarrollo económico y social de los últimos años», apunta Pilar González de Frutos, presidenta Unespa. González de Frutos señala que mientras haya cotizantes, tendremos pensiones públicas. Lo que está en cuestión es cuánto puede representar en relación con los salarios. «Las pensiones se tienen que financiar con productividad. Es posible contar con una jubilación digna, pero eso pasa por la combinación adecuada de estos tres pilares: la pensión pública, una pensión complementaria colectiva, vinculada al mundo laboral, y una pensión individual construido por decisión de cada uno de los trabajadores». Y zanja: «Tenemos que construir un modelo que sea justo para todos, para los pensionistas de hoy, los de mañana, y quienes puedan llegar a serlo dentro de 30 o 50 años. Por eso en este debate debería participar una parte importante de la población: los jóvenes».

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