Economía
Eres un analfabeto financiero (y lo sabes)
Según el Banco Mundial, dos de cada tres personas no dominan los conocimientos financieros más rudimentarios, lo que dificulta su capacidad para moverse en la economía. Paradójicamente, los colectivos vulnerables –es decir, aquellos que más podrían beneficiarse de las inversiones– son los que más complicado lo tienen para acceder a ese aprendizaje básico de cómo funciona el sistema.
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El dinero forma parte de nuestras vidas. Ya sea en metálico o a través de una aplicación móvil, necesitamos utilizarlo siempre en nuestro día a día. Fluye sin cesar entre cientos de manos. No obstante, cada uno de nosotros, en la medida de nuestras circunstancias, reservamos cierta cantidad que suele terminar en una cuenta corriente en algún banco. Ante ese dinero retenido se presentan muchas opciones: inversiones en bolsa, criptomonedas, negocios particulares, formación de nuevas empresas, emprendimiento o, para los más tradicionales, fondos del tesoro o planes de ahorro ofrecidos por las mismas entidades financieras. Entre arriesgar gran parte de sus bienes o no condicionar ninguno, cada cual decide su destino. Eso sí, cualquier decisión condicionará nuestro desarrollo económico. ¿Realmente sabemos utilizar nuestras finanzas?
Según el Banco Mundial, dos de cada tres personas en el mundo no dominan los conocimientos financieros más rudimentarios, lo que dificulta su capacidad de inversión. Y como suele suceder, es el mismo dinero el que marca la diferencia. La primera de las educaciones no se aprende en el colegio, sino en el seno familiar. Europa, pese a su fama de continente rico, es tierra de grandes contrastes: intelectualidad, pero tradicionalismo; excelencia educativa, pero no siempre para todo el mundo; libertades, aunque sujetos a los vaivenes políticos de cada época.
En lo que a la acumulación de riqueza se refiere, el viejo continente sigue definiéndose por la polarización entre clases, un fenómeno común en todo país y civilización que en Occidente se acentuó a partir de las dos últimas crisis económicas, la de 2008 y la derivada de la pandemia de coronavirus, que aún sigue. Según el estudio realizado por Wold Inequality Lab, entre 2019 y 2021 el 0,001% de la población del mundo vio cómo sus riquezas aumentaban un 14%, y el 10% de la población más rica del planeta llegó a concentrar el 52% de los bienes del orbe. En cambio, más de 100 millones de personas sobreviven en extrema pobreza.
Tras las dos guerras mundiales y la llegada de la socialdemocracia, los habitantes de la Unión Europea vieron favorecidas sus oportunidades para acceder a la educación superior y, en consecuencia, a mejores puestos de trabajo. Asimismo, gran parte de los gastos que diezmaban a las familias de los estratos más bajos, o que incluso les imposibilitaba acceder a servicios básicos –como un seguro médico o a una educación con una mínima calidad– se vieron satisfechos. El ciudadano europeo poseía, en especial desde los años ochenta, cierto acceso al ahorro que le permitió incorporarse al juego de las finanzas hasta entonces limitado a las clases altas, las únicas personas que podían disponer de suficiente capital para realizar inversiones sin sacrificar su supervivencia.
La desigualdad es profunda entre los que tienen los conocimientos suficientes para gestionar su capital y quienes no pueden hacerlo
Pero al tratarse este de un fenómeno reciente, la educación recibida al respecto es, en general, paupérrima (cuando no inexistente) entre las clases bajas y medias. En la actualidad, los nacidos a partir de los años setenta se encuentran a menudo con una política del estudio y del trabajo como únicos mecanismos para acceder al ascensor social, por lo que su única posibilidad para aprender estrategias financieras es estudiarlo. Al menos hasta ahora.
Hay mucha preocupación por los ahorros. Por un lado, esta se ha alimentado con la pandemia pues en España, según el INE, la tasa de ahorro se situó en un 14,8% en 2020, el mayor nivel registrado desde 1999. Pero por el otro, ante la incertidumbre social del momento, los ahorradores podrían quedarse inmóviles. Este último aspecto preocupa en la Unión Europea, ya que una parte de su estrategia de recuperación económica pasa por la reinversión de los 600.000 millones de euros que los europeos han ido acumulando en este tiempo. Un capital que, quieto, queda sujeto a los posibles vaivenes del sector financiero y la inflación, ahora instigada bajo el paraguas de la guerra en Ucrania. En otras palabras: pierde valor por momentos.
Ya sabemos que existe una profunda desigualdad entre quienes poseen los conocimientos financieros suficientes para gestionar su capital o contratan la asesoría de algún experto y quienes no pueden hacerlo, común entre las clases bajas. Sin embargo, están proliferando multitud de oportunidades vinculadas al big data, con titulados expertos en economía y finanzas que, en busca de dinero y fama, ofrecen sus consejos y asesoría a precios más asequibles para la población. Incluso gratis. Trucos de inversión, estrategias y métodos a los que, dedicando tiempo y esfuerzo –y complementando con cierto grado de investigación personal– pueden ofrecer unas buenas oportunidades. Hay cosas que nunca cambian, pero podemos intentar remodelar.
Gurús, entidades oficiales…¿a quién seguir?
Precisamente por la inestabilidad, las entidades financieras y los Estados están buscando formas de facilitar la inversión. Por ejemplo, mediante la educación, incluyendo nociones sobre economía y finanzas. Por su parte, los bancos han multiplicado sus esfuerzos para ofrecer a sus clientes diferentes ofertas de inversión en distintos grados de riesgo con el fin de conjugar la tradicional confianza en estas instituciones con una posibilidad de enriquecimiento (también para la propia entidad) sin tener que manejar amplios conocimientos ni ocuparse personalmente de controlar día a día la inversión. Tanto es así que se ha creado la figura del asesor personal dentro de los servicios bancarios.
Más vinculados a las nuevas tecnologías y sus posibilidades están los influencers, que recolectan miles de seguidores que consumen a diario sus vídeos en TikTok, donde ofrecen consejos y sugieren cómo actuar ante planes de ahorro tradicionales, compra de joyas y bienes de alta gama, arte e inmobiliaria. Al margen de esta segunda opción se encuentran las inversiones en blokchain, como es el caso de las criptomonedas, los NFT’s o los universos digitales de la talla del famoso metaverso de Mark Zuckerberg. Inversiones ciertamente polémicas que conjugan un ya admitido potencial de creación de riqueza, pero una metodología algo sospechosa. Para unos, es el futuro; para otros, un timo piramidal. Sea como sea, demuestran tener éxito entre los más jóvenes. Y han llegado para quedarse. Al menos, la tecnología blockchain, que dada su seguridad en las transacciones ya se está estudiando su implementación en ámbitos como la seguridad en las comunicaciones, por ejemplo.
Consejos, nuevas tecnologías o planes tradicionales. Parece no existir excusa para no plantearse la posibilidad de invertir el dinero extra que se disponga. Y tampoco para dejar de aprender cómo funciona la economía de una vez por todas.
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