Cultura

Los grandes temas de Shakespeare (y de nuestra vida)

Más allá del talento, fueron las intensas ideas y emociones de Shakespeare las que le consagraron en la historia de la literatura. Hoy, una de sus principales cuestiones aún nos atormenta: ¿ser o no ser?

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31
marzo
2022

Es en el alma de William Shakespeare –considerado el dramaturgo más importante de todos los tiempos– donde reside gran parte de la actual cultura occidental. Sobre su cabeza se posa la corona, tan solo seguido –y a cierta distancia– por autores del calibre de Antón Chéjov y Henrik Ibsen.

El autor, nacido en Stratford en 1564, no solo es reconocido mundialmente por su virtuoso manejo del idioma, a través del cual es capaz de expresarse en términos de una extraordinaria belleza formal: las ideas, enredos y emociones a las que apela albergan una profundidad que convierten sus textos en clásicos universales.

Pongamos, por ejemplo, el célebre monólogo de Hamlet:

«Ser, o no ser, esa es la cuestión […].
Morir es dormir. ¿No más?
¿Y por un sueño, diremos, las aflicciones se acabaron
y los dolores sin número,
patrimonio de nuestra débil naturaleza?…
Este es un término que deberíamos solicitar con ansia.
Morir es dormir… y tal vez soñar.
Sí, y ved aquí el grande obstáculo,
porque el considerar que sueños
podrán ocurrir en el silencio del sepulcro,
cuando hayamos abandonado este despojo mortal,
es razón harto poderosa para detenernos».

Este cuestionamiento pone de manifiesto nuestro universal terror a la muerte. Nuestro miedo, como bien dice Hamlet, no consiste en arredrarnos ante el descanso eterno, sino en angustiarnos frente a las infinitas e inciertas posibilidades con las que podemos toparnos tras fallecer. ¿Temeríamos los humanos la muerte si esta consistiese tan solo en la más profunda inconsciencia? Las inquietudes expresadas por el príncipe danés no se extinguirán de nuestras conciencias hasta al menos un considerable número de años (o al menos eso cabe esperar).

Las ideas y emociones a las que apela Shakespeare albergan una profundidad que convierten sus textos en clásicos universales

En Macbeth –según muchos, la mejor de sus tragedias– el autor inglés se adentra en la hybris griega (o ambición desmedida del héroe). Macbeth, animado por la predicción emitida por las tres parcas (es decir, las hilanderas del destino) con las que se encuentra de camino al castillo de Forres, se ve tentado a matar al rey Duncan I de Escocia. Las «Hermanas Fatídicas» dicen de él que será rey. Animado por la profecía, en el segundo acto se aprovecha de que Duncan duerma en aposentos cercanos a los propios para darle muerte y convertirse él mismo en rey de Escocia, siempre a instigación de su esposa Lady Macbeth, que hace las veces de impulsivo «ello» freudiano. Lo cierto es que, por vía de su acto criminal, que sirve para materializar sus ambiciones, Macbeth se coloca en una posición sumamente peligrosa e inestable, tanto en términos de bienestar físico como moral y emocional. La culpa interna y la lógica animadversión y sed de venganza que despiertan sus actos terminarán por acabar con él.

El análisis psicológico que Shakespeare realiza en su obra precede en más de dos siglos al pensamiento presente en Crimen y castigo sobre la relación entre el individuo y la comunidad, que se manifiesta en el sometimiento del primero a la segunda por vía de la culpa y el sentimiento moral. El tratamiento que hace Shakespeare en Macbeth acerca de lo ctónico, lo irracional y lo inconsciente es considerado verdaderamente magistral. La innata aptitud con la que retrata y articula a deidades y espíritus del inframundo le hace sintonizar con los talentos del director Roman Polanski, quien siendo también maestro de lo oscuro, terminaría llevando Macbeth al cine en 1971, realizando una de las mejores versiones cinematográficas de la obra de Shakespeare.

El inglés fue una suerte de ilustre predecesor de la actual novela histórica, escribiendo muchas de sus obras a partir de crónicas populares sobre hechos reales, como es el caso del propio Macbeth, Julio César o de Antonio y Cleopatra. Pero no solo de tragedias vive el hombre: en total, Shakespeare escribió 14 comedias, 10 tragedias y 10 dramas históricos. Y si bien mientras vivió nunca pensó en publicar su obra en forma de libros, gracias a la conservación de esta por parte de sus allegados podemos hoy disfrutar de sus creaciones en papel, un privilegio del que muchos creen que no deberíamos privarnos como lectores.

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