Opinión
(De)Construyendo las políticas de igualdad
El III Plan Estratégico para la Igualdad Efectiva entre Mujeres y Hombres promovido por el Gobierno se presenta a sí mismo en la vanguardia europea en materia de igualdad de género. Sin embargo, sus medidas no serán útiles si el Ministerio de Igualdad prioriza las reivindicaciones sociales sobre las indicaciones de los expertos en el campo.
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Un aspecto clave para identificar el compromiso del Ministerio de Igualdad y del Gobierno, en general, con respecto a la violencia contra las mujeres es dotar de base empírica a sus políticas de género. Posiblemente, si esto fuera así, a muchos no les escandalizaría que dicho Ministerio, a través del Instituto de la Mujer, sea el encargado de gestionar y repartir 20.318.545.545 millones de euros para el III Plan Estratégico para la Igualdad Efectiva entre Mujeres y Hombres.
Dicha inversión, a cuatro años vista y con un promedio anual de 5.080 millones de euros, se divide en los siguientes ejes: Buen Gobierno, Economía para la vida y reparto justo de la riqueza, Hacia la garantía de vidas libres de violencia machista contra las mujeres y Un país con derechos efectivos para las mujeres. Mientras que los tres últimos buscan un cambio social, el primero pretende implantar las condiciones que faciliten el resto de los ejes. ¿Y como se hará esto? Según el documento, impulsando prácticas feministas y democratizadoras como, por ejemplo, la formación del personal público en perspectiva de género. Suena tan bien que, aún sin saber exactamente qué significa y en qué consiste exactamente el itinerario o quién llevará a cabo dicha formación, hasta el mismo Ministerio se congratula por ello. De modo que, sin andarse por las ramas, se presenta a sí mismo en la vanguardia europea en materia de igualdad de género.
Pero, en estas prácticas, ¿se basarán en la exclusión de las trabajadoras sexuales de los espacios donde se debate sobre la regulación de la prostitución? ¿Serán bienvenidas aquellas mujeres que han recurrido a la gestación subrogada para formar una familia, tras quedar discriminadas en los procesos de adopción? Para hacer frente a la violencia contra las mujeres en el ámbito de la pareja o ex pareja, ¿se guiarán por los resultados y conclusiones de los estudios que no forman parte de lo se conoce, abiertamente, como literatura gris? ¿Contarán con el apoyo de profesionales independientes para el asesoramiento de dichas medidas?
En mi condición de ciudadana, esta gran cifra económica no me importaría siempre y cuando aquello que se pretende desarrollar estuviera fundamentado en una praxis científica y no ideológica; plural y no sujeta a una visión panfletaria de los derechos y libertades de las mujeres y los hombres. Como liberal y feminista, tengo un profundo compromiso con la transformación social y una gran sensibilidad por la igualdad. El problema es que la actual cartera de Igualdad, de la misma forma que ya ocurrió con su antecesora, Carmen Calvo, está excesivamente interesada en la anécdota, la negación científica y la politización del movimiento feminista.
«El problema es que la actual cartera de Igualdad está excesivamente interesada en la anécdota»
Un plan que pretende, entre otras cuestiones, fortalecer los sistemas de coordinación y de respuesta institucional para la detección precoz y atención integral de las víctimas de violencia de género, no debería dar la espalda a los múltiples factores de riesgo implicados en la violencia contra las mujeres. Si bien el machismo puede ser uno de esos factores de riesgo, no es el único y rara vez, actúa de forma aislada. Ninguna política que evada su fundamentación empírica logrará ser eficaz en aquello que se proponga erradicar. Seguir sosteniendo, desde el Ejecutivo, que la violencia contra las mujeres se basa exclusivamente en una intención machista, hará que no se pueda comprender, prevenir e intervenir adecuadamente en este fenómeno.
Por otro lado, cabe poner sobre la mesa el choque entre los profesionales, expertos en su campo, y el feminismo como movimiento social. Mientras que el primero basa su actuación en el conocimiento –pudiendo ser medido, cuantificado y refutado–, el segundo se enmarca en la reivindicación social, donde no se exige formación académica al respecto sino, simplemente, una empatía y coherencia ideológica. En este sentido, llama la atención cómo el Ministerio de Igualdad otorga cada vez más protagonismo a este último, a menudo, sin base material y empeñado en meros ideales y principios. Y, por ende, desacredita todo un cuerpo de trabajo en el ámbito científico. Trabajo que su Ministerio también oculta a la ciudadanía.
Esta no es solo una mala crítica a las políticas de igualdad de este Gobierno, constituye asimismo una mala crítica a todas esas feministas que disfrutan de un privilegio mediático y secundan acríticamente dicha gestión bajo una cobertura sesgada, ya no es solo que las víctimas de violencia de género sean instrumentalizadas y se perpetúe su injusticia, es que se hacen cada vez más complicadas algunas preguntas imprescindibles para la convivencia social. Por ejemplo, ¿de qué sirve decir que este III Plan Estratégico para la Igualdad Efectiva entre Mujeres y Hombres es feminista si se concibe bajo malas ideas? Ningún político debería faltar a la inteligencia e integridad de las mujeres, incluida la Ministra de Igualdad.
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