Cuando el residuo se convierte en recurso
La planta de Bayer en La Felguera, que nació aprovechando residuos del carbón para fabricar aspirinas, investiga ahora la reutilización circular en la industria de la construcción de un tipo de yeso resultante de la fabricación del analgésico.
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Residuo es toda aquella materia inservible que resulta de la descomposición o destrucción de una cosa, según la definición oficial, que se ajustaba a la realidad hasta hace bien poco, cuando imperaba el modelo económico lineal basado en una concepción de recursos ilimitados: extraer, producir, consumir y tirar. No obstante, hoy en día, el residuo ha pasado a convertirse en recurso, que da impulso a la economía circular, un nuevo sistema de producción más sostenible con el planeta. Los beneficios de este cambio de paradigma no solo son económicos, sino que también permite la creación de ciudades más habitables, una mejor distribución de valor de la economía, fomenta la innovación, reduce la contaminación de ecosistemas marinos y terrestres y atenúa la pérdida de biodiversidad y los riesgos para la salud.
La cantidad de residuos que generamos está vinculada a nuestros hábitos de consumo, de producción (sector energético, el de la moda, la alimentación, el transporte…) y a los cambios demográficos (la sobrepoblación o el aumento de los hogares unipersonales). De hecho, el Banco Mundial calcula que más del 90% del total de los residuos acaba en un vertedero o esparcido por el territorio. Y no sucede solo en los países más pobres: en España, después de años de concienciación, sucede con el 57% de nuestros residuos. La ONU ha advertido de que, de no tomar medidas eficaces, en 2050 habrá cerca de doce mil millones de toneladas de basura plástica en vertederos.
El Banco Mundial calcula que más del 90% del total de los residuos acaba en un vertedero o esparcidos por el territorio
La acumulación de residuos causa una insalubridad del medio ambiente que provoca la muerte de más de doce millones de personas cada año, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Para combatir esta amenaza se propuso un cambio de paradigma, una apuesta por la economía circular, un modelo de producción y consumo que implica compartir, alquilar, reutilizar, reparar, renovar y reciclar materiales y productos existentes todas las veces que sea posible.
En la práctica, permite transformar los residuos en materias primas y reducirlos al mínimo, lo que significa que materiales que antes se desechaban ahora se reutilizan. Frente al modelo económico tradicional, sustentado en el concepto de «usar y tirar», que exige grandes cantidades de materiales y energía baratos y de fácil acceso, la economía circular propone un modelo económico más sostenible, en el que las materias primas prolonguen su ciclo vital. Además, según la ONU, contribuye a 12 de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Cuando hablamos de economía circular pensamos de inmediato en el reciclaje de papel o del vidrio, pero hay muchas maneras de hacer útiles los residuos. Por ejemplo, la planta de Bayer ubicada en La Fuelguera, Asturias, que concentra la producción mundial de ácido acetilsalicílico o principio activo de Aspirina® (veinte millones de comprimidos diarios), trabaja con la Universidad de Oviedo en un proyecto de investigación financiado por el Idepa, el Instituto de Desarrollo Económico del Principado de Asturias, para averiguar si un residuo recurrente en esta industria, el sulfato cálcico, puede servir para la construcción.
La planta de Bayer en La Felguera trabaja con la Universidad de Oviedo para averiguar si un residuo recurrente en la industria puede utilizarse en la construcción
El sulfato cálcico es sal cristalina, yeso. La Universidad estudia la posibilidad de revalorizar ese residuo, es decir, de mejorarlo de tal modo que pueda ser aprovechado en la industria de la construcción. Para ello, buscan saber cuál es la pureza del material así como sus cualidades (flexión, compresión y tracción). Los resultados previos son alentadores. Ahora solo quedaría saber si se puede trasladar a escala industrial, estudiar su viabilidad en el mercado y realizar los ensayos finales. Pero para eso habrá que esperar a final de año.
Desde que Bayer se instaló en tierras asturianas, en 1942, se ha ido adaptando a los tiempos. En plena autarquía franquista, la fábrica aprovechó las minas de carbón para obtener de este combustible fósil el anhídrico acético y el ácido salicílico, imprescindibles para conseguir el analgésico más popular de todos los tiempos. Ahora, ambos componentes se obtienen del petróleo. De la fabricación del principio activo de Aspirina® salía otro residuo al que Bayer le dio una nueva vida al convertirlo en recurso: el ácido acético, un tipo de vinagre no apto para el consumo humano que ahora se destina a empresas químicas para limpiar o curtir determinadas pieles.
Circularidad en la gestión
Sin embargo, si desplazamos la mirada hacia cualquiera de los otros ocho centros de producción que tiene Bayer distribuidos por España (plantas productivas, centros de investigación y desarrollo en salud y agricultura, y la propia sede para la región en Iberia), y que emplean alrededor de dos mil doscientos profesionales, comprobamos que la apuesta por la economía circular es un elemento estructural en su política. Por ejemplo, el desarrollo e innovación agrícola de la compañía le ha permitido incorporar (en Sevilla, Cartagena y Almería) modelos basados en la circularidad en la gestión, dando una segunda vida a más de 20.500 kilos de plástico, convertidos en materia prima de cajas para fruta, pallets, fibra textil y energía.
La planta de Berlimed, en Alcalá de Henares, especializada en la producción de cápsulas de gelatina blanda y medios de contraste, ha recuperado en el último año más de seis mil metros cúbicos de agua, gestionando al tiempo la totalidad de los residuos no peligrosos generados. En esta misma línea, el centro de Quart de Poblet, en Valencia, ha conseguido reutilizar sus GRG (Gran Recipiente para mercancías a Granel, con capacidad para mil litros), de manera que el pasado año se gestionaron más de 228.218 kg (3.500 unidades) de estos residuos que, una vez convenientemente tratados, volvían a ponerse a disposición del mercado.
Estos datos confirman el compromiso medioambiental de Bayer, revisando y adecuando el modelo a lo largo de toda su cadena de valor en línea con su estrategia de sostenibilidad, contribuyendo a consolidar la economía circular como motor de futuro.
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