Opinión

Sobre el consuelo

No hay ensayo previo para la vida y solo tenemos una oportunidad, pero ¿por qué estamos aquí? En ‘Filosofía para una vida única’ (Maeva), el pensador Lammert Kamphuis recurre a los grandes filósofos de la historia para dar con la respuesta a las principales dudas del ser humano.

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01
febrero
2022

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En el año 524 d.C., un romano espera el momento de su ejecución en una prisión de Pavía. En vez de resignarse con serenidad a su suerte, empieza a escribir un libro. En él, narra que Filosofía lo visita en el calabozo y le aporta consuelo. Cuando completó el libro, Boecio, pues así se llamaba el preso, sin duda no podía figurarse que La consolación de la filosofía se convertiría en un éxito de ventas y que seguiría siéndolo hasta muy avanzada la Edad Media. Durante mil años, su obra se mantuvo en la lista de libros más leídos en Europa. Teniendo en cuenta que un hombre como Boecio había recurrido a la filosofía cuando se hallaba en una situación tan angustiosa, ¿podría esta ofrecernos consuelo también a nosotros en tiempos de crisis?

Sin duda alguna. En primer lugar, podemos encontrar reconocimiento en los textos de los filósofos (al igual que en los de los escritores y poetas). Describir las mismas preocupaciones, temores y aflicciones que nos torturan hace que nos sintamos menos solos. La obra del filósofo alemán Arthur Schopenhauer (1788-1860) es ideal para ofrecer esta forma de consuelo. Se trata de uno de los filósofos más pesimistas que ha habido nunca y, a pesar de ello, puede resultar refrescante refugiarse en sus libros en momentos de adversidad. A muchos nos pasa que, en los días malos, no queremos tener cerca a los optimistas empedernidos. Schopenhauer tampoco quería saber nada de ese tipo de gente. Sin embargo, un optimista me insta a abrir los ojos y a mirar el mundo, a ver lo bello que es bajo la luz del sol, con las montañas que lo forman, los valles, los ríos, las plantas, los animales, etc. Pero ¿es el mundo una linterna mágica? Por supuesto que estas cosas son bellas de ver, pero «ser» una de ellas es algo muy diferente.

«Los seres humanos necesitamos compañía, pero hacemos sufrir más con nuestros rasgos desagradables»

Hay momentos en la vida en que uno prefiere encontrarse con alguien como Schopenhauer, que al menos se toma en serio el hecho de que la vida no es siempre una fiesta, en lugar de con un optimista que intenta apartarlo de las preocupaciones y le señala todo lo bello que tiene a su alrededor. Cuando me siento mal, me encanta escuchar a Nick Cave y leer a Schopenhauer: «La vida es un episodio que viene a perturbar inútilmente la sagrada paz de la nada». Es más, según el filósofo alemán, nuestro mayor error es creer que existimos para ser felices. «La verdad es que debemos ser miserables y lo somos». Eso resulta muy tranquilizador. Sea como fuere, no estás loco si te sientes miserable. Como dice el refrán: «Desgracia compartida, menos sentida».

Así, Schopenhauer también escribe textos adecuados para los momentos en que otras personas nos decepcionan. Por ejemplo, cuando tu pareja te ha dejado, tu compañero de trabajo te ha arrebatado un ascenso a tus espaldas o tus padres no paran de insistir en que, dada tu edad, ya va siendo hora de formar una familia. Según el filósofo alemán, nuestra situación como personas es comparable a la de los erizos en el frío: queremos acercarnos al otro en busca de calor, pero, cuanto más nos arrimamos, más dolor nos causamos. ¿Te resulta reconocible?

«Pase lo que pase en nuestra vida, siempre tenemos un mundo interior en el que somos libres de ir y venir»

Los seres humanos nos buscamos porque necesitamos compañía, pero, al mismo tiempo, hacemos sufrir más a las personas más cercanas con nuestros rasgos desagradables y nuestras manías. Por cierto, que Schopenhauer lleva muy lejos su visión negativa de otras personas. Por ejemplo, en la descripción de la existencia terrenal: «Habituaos a considerar el mundo como un lugar de penitencia, como una colonia penitenciaria. Entre los males de un establecimiento penitenciario, no es el menos la sociedad que en él se encuentra».

Tal vez, al leer estas frases pienses: «Menos mal que yo no lo veo todo de una manera tan negativa». Dicha reflexión se ciñe a la segunda forma de consuelo: la relativización. Según Platón, los filósofos pueden ayudarnos mucho a relativizar. En la antigua Atenas, eran conocidos por su carácter despistado (ya entonces…). Como Tales de Mileto, que, según cuenta Platón, andaba tan absorto en sus pensamientos que no vio un pozo y cayó en él. Platón defiende que, con este tipo de despistes, los filósofos nos dan al menos dos lecciones.

En primer lugar, nos muestran que reflexionar sobre las grandes cuestiones existenciales es más interesante que las cosas de cada día. Pase lo que pase en nuestra vida, siempre tenemos un mundo interior en el que somos libres de ir y venir adonde queramos. La posibilidad de viajar con nuestra mente hacia todos los espacios, momentos e ideas posibles coloca nuestras preocupaciones en otra perspectiva. En segundo lugar, los filósofos despistados nos recuerdan que no vale la pena ocuparse demasiado con lo que los demás piensan de nosotros.


Este es un fragmento de ‘Filosofía para una vida única: ideas inspiradoras de los grandes pensadores’ (Maeva), de Lammert Kamphuis.

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